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29/03/2009

Un ejército industrioso de reserva

Según una encuesta realizada por el CROUS (Centro Regional de Obras Universitarias y Escolares) de Marsella, un 25 % de los estudiantes no posee 100 euros mensuales para comer, más de 100.000 viven por debajo del umbral de la pobreza en Francia, el Socorro Popular acude a los restaurantes universitarios, distribuye paquetes de alimentos,… Desde hace diez años, asistimos a creciente una pauperización, proletarización de los estudiantes. Un auténtico « ejército industrioso de reserva » que sufre la crisis de lleno. Su futuro incierto no justifica en modo alguno los sacrificios inauditos que aceptan. Proponerles que se endeuden para salir del apuro, según el modelo subprime, resulta escandaloso.

Constituyen una mano de obra juvenil, con frecuencia sumisa, que se pliega a las condiciones de prácticas no remuneradas, trabajillos mal pagados, incluyendo el trabajo en negro. Desde el mes de noviembre de 2008, en Marsella, los trabajos provisionales se dividen por dos, los trabajadores precarios entre ellos numerosos estudiantes que ya no disponen de recursos para vivir. ¿Supone esto un desarrollo de la conciencia de clase ? Ya se sabe que la precariedad constituye un obstáculo para la lucha y la consciencia. El trabajador pobre o el estudiante pobre, marginado, debilitado, se lo piensa dos veces antes de comprometerse. La conquista de sus derechos se percibe con frecuencia como opuesta a la supervivencia cuando el mañana es totalmente incierto. Cualquier paso en falso y todo pende de un hilo, se cuenta el billete de autobús, de metro, de restaurante universitario, y a veces se duda, se tiene miedo, se deja de ser solidario. Otras veces, se da el paso, se abraza el compromiso, se olvida el miedo de perder el semestre y, por ende, la beca.

La mitad de ellos conocen el trabajo, el trabajo asalariado desde muy jóvenes, Algunas chicas ayudan en las tareas domésticas desde los seis años ; auténticas madres de reemplazo que se hacen cargo de la familia. Con ocho años, hay niños que acompañan a sus madres a limpiar y a los padres al tajo. Por apenas nada, sacrifican una adolescencia robada,…

Después llega la época de la explotación legal en hamburgueserías, peajes de autopistas, trabajos provisionales limpiando las calas de los barcos,… Paradójicamente, aunque los estudiantes denuncien las condiciones de trabajo, no cuestionan la explotación como forma general y genérica. Tienen la sensación de que es sólo una etapa : sufren, encadenan, no tienen elección. Rara vez se ponen en contacto con los sindicatos, en caso de que éstos existan. Muy pocos de ellos están afiliados a las organizaciones estudiantiles (UNEF, UEC, SUD).

Profunda brecha, el individualismo y el fatalismo han hecho estragos en varias generaciones, dejando en la actualidad a numerosos jóvenes con una carencia de inventiva revolucionaria. No basta oponerse (CPE, LRU) para ser una fuerza transformadora, creadora de nuevas relaciones sociales, de un radicalidad que se echa ampliamente en falta, para cuestionar la omnipotencia financiera, la que os transforma precisamente en un ejército industrioso de reserva. La situación es aún más compleja en las relaciones sociales que vinculan a la universidad y en las que los estudiantes están atrapados con la esperanza de que un título conduzca a un empleo. Aquí está igualmente oculta la responsabilidad de los poderes, la incapacidad interiorizada en términos de orientación, de incompetencia, de demasiada poca experiencia, ¡como si el objetivo de la acumulación capitalista fuese la creación de empleos estables, duraderos !

La universidad vive esta contradicción de una manera paradójica : al querer interiorizar la norma capitalista, también en el pensamiento del trabajo universitario, no todo el mundo ve que los estudiantes están atrapados en una doble conminación de someterse mientras esperan. El nuevo ejército industrioso de reserva, del que se utilizan músculos, nervios, cerebros, esperanza, debe tomar conciencia de su papel y su poder. El poder de pensar, inventar, rebelarse, organizarse, unirse. En este caso, la conciencia de clase podría surgir desde el interior : cada estudiante se permite reanudar los vínculos con su origen, su origen de clase, social, popular. ¡Todos somos hijos de inmigrantes que deberían luchar junto a los sin papeles !

Ha llegado el momento de crear convergencias alrededor de un proyecto político fuerte. La juventud, los estudiantes desempeñan un papel capital ; no son una fuerza de apoyo, son la energía del futuro. No basta con desfilar, proclamar a voz en grito la rebeldía, sino que es urgente darle una forma, un contenido, un proyecto sobre el carácter gratuito de los estudios, el subsidio de autonomía, la democracia económica. La convergencia de los intelectuales, de las capas denominadas populares, de los ejércitos industriales e industriosos de reserva, podría entonces acometer de lleno la eclosión de la primavera.

(*) Jacques Broda es profesor de Sociología en la Universidad del Mediterráneo.
Rebelion - 29.03.09

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