À procura de textos e pretextos, e dos seus contextos.

21/08/2010

¿Crisis? ¿Qué crisis? ¡Los beneficios crecen como la espuma!

James Petras

Mientras los progresistas y los izquierdistas escriben sobre las «crisis del capitalismo», los productores, las empresas petrolíferas, los banqueros y casi todas las demás empresas grandes de ambos lados de la costa del Atlántico y el Pacífico no dejan de reírse camino del banco.

Desde el primer trimestre de este año los beneficios empresariales se han disparado más de un 100 por cien (The Financial Times, 10 de agosto de 2010, p. 7). En realidad, los beneficios empresariales han aumentado más que antes del inicio de la recesión en 2008 (Money Morning, 31 de marzo de 2010). Contrariamente a lo que dicen los blogueros progresistas, las tasas de beneficio aumentan, no disminuyen, sobre todo entre las empresas más grandes (Consensus Economics, 12 de agosto de 2010). La solidez de los beneficios empresariales es una consecuencia directa de las crisis agudas de la clase trabajadora, los empleados públicos y privados y las pequeñas y medianas empresas.

Con el estallido de la recesión, los grandes capitales destruyeron millones de puestos de trabajo (uno de cada cuatro estadounidenses ha estado sin empleo en 2010), obtuvieron contrapartidas de los líderes sindicales, gozaron de exenciones fiscales y recibieron subsidios y préstamos casi sin interés de los gobiernos locales, estatales y federales.

Cuando la recesión tocó fondo provisionalmente, las grandes empresas duplicaron la producción con la mano de obra existente, lo que supuso intensificar la explotación (más producción por trabajador), y redujeron costes trasladando a la clase trabajadora una cuota muy superior de los gastos de seguros sociales y pensiones con la conformidad de las autoridades sindicales multimillonarias. El resultado es que, aunque los ingresos descendieron, los beneficios aumentaron y las cuentas de resultados mejoraron (The Financial Times, 10 de agosto de 2010). Por paradójico que resulte, los consejeros delegados de las empresas han utilizado el pretexto y la retórica de las «crisis» extrayéndolos de los periodistas progresistas para impedir que los trabajadores exigieran una cuota mayor de unos beneficios rampantes, ayudados por la siempre creciente batería de trabajadores sin empleo o subempleados susceptibles de ejercer de «sustitutos» (esquiroles) en caso de huelga.

La actual expansión de los beneficios no ha repercutido en todos los sectores del capitalismo: las ganancias imprevistas se han acumulado de forma abrumadora en las empresas más grandes. En cambio, entre las pequeñas y medianas empresas se ha disparado la tasa de quiebras y de pérdidas, lo que las ha convertido en presas baratas y fáciles de adquirir para las «hermanas mayores» (The Financial Times, 1 de agosto de 2020). Las crisis del capital intermedio han desembocado en la concentración y centralización de capital y han contribuido a elevar la tasa de beneficios de las empresas más grandes.

Los errores de diagnóstico de las crisis capitalistas en que han incurrido la izquierda y los progresistas ha sido un problema permanente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando nos dijeron que el capitalismo se había «estancado» y se precipitaba hacia el derrumbamiento final. Los últimos profetas del apocalipsis vieron en la recesión de 2008-2009 la quiebra absoluta y definitiva del sistema capitalista mundial. Cegados por el etnocentrismo euroamericano, no lograron apreciar que el capital asiático no ha entrado nunca en la «crisis final» y América Latina padecía una versión tibia y pasajera (The Financial Times, 9 de junio de 2010, p. 9). Los falsos profetas no acertaron a reconocer que los diferentes tipos de capitalismo son más o menos susceptibles a las crisis... y que algunas variantes suelen experimentar recuperaciones rápidas (Asia, América Latina, Alemania), mientras que otras (Estados Unidos, Gran Bretaña, Europa oriental y meridional) son más propensas a experimentar recuperaciones endebles y precarias.

Mientras Exxon-Mobile registraba un aumento de los beneficios superior al 100 por cien en el año 2010 y los fabricantes de automóviles obtenían sus mayores beneficios en los últimos años, los salarios y el nivel de vida de los trabajadores descendía y los empleados del sector público padecían recortes salariales y de plantilla masivos. Está claro que la recuperación del beneficio empresarial se basa en el recrudecimiento de la explotación de la mano de obra y en el incremento de transferencias de recursos públicos a las grandes empresas privadas. El Estado capitalista, con el Presidente demócrata Obama a la cabeza, ha transferido miles de millones de dólares al gran capital a través de operaciones de rescate directas, préstamos casi sin intereses, reducciones de impuestos y presiones a la mano de obra para que acepte salarios más bajos y retrocesos en el ámbito de la salud y las pensiones. El plan de la Casa Blanca para la «recuperación» ha superado con creces las expectativas: los beneficios empresariales se han recuperado; «sólo» la inmensa mayoría de los trabajadores se ha hundido más en las crisis.

Las predicciones fallidas de los progresistas al respecto del ocaso del capitalismo son consecuencia de haber subestimado el extremo hasta el cual la Casa Blanca y el Congreso serían capaces de saquear las arcas públicas para resucitar al capital. Subestimaron el extremo hasta el cual se había ayudado al capital para desplazar la totalidad de la carga de la recuperación de beneficios sobre las espaldas de la mano de obra. En ese aspecto, la retórica progresista sobre la «resistencia de la mano de obra» y el «movimiento sindical» reflejaban no entender que prácticamente no ha habido resistencia al retroceso de los salarios sociales y monetarios porque no existe mano de obra organizada. Lo que pasa por serlo está absolutamente anquilosado y actúa al servicio de los defensores de Wall Street del Partido Demócrata en la Casa Blanca.

Lo que revela el actual impacto desigual y no equitativo del sistema capitalista es que los capitalistas sólo pueden superar las crisis acentuando la explotación y haciendo retroceder décadas de «conquistas sociales». No obstante, el proceso en curso de recuperación del beneficio es enormemente precario porque se basa en la explotación de existencias previas, en tasas de interés muy bajas y en la reducción de los costes laborales (The Financial Times, 10 de agosto de 2010, p. 7). No se basa en inversiones privadas nuevas y dinámicas, ni en el incremento de la capacidad productiva. En otras palabras, son «conquistas caídas del cielo»; no beneficios derivados de los ingresos por un aumento de las ventas, ni por la expansión de los mercados de consumidores. ¿Cómo podría ser de otra manera, si los salarios descienden y la mano de obra desempleada, subempleada o desaparecida es superior al 22 por ciento? Sin duda, esta expansión de los beneficios a corto plazo, basada en ventajas políticas y sociales y en privilegios de poder, no es sostenible. El despido masivo de empleados públicos y la obtención de beneficios de la producción a base de intensificar la explotación de la mano de obra tienen límites... habrá que sacrificar algo. Una cosa está clara: el sistema capitalista no desaparecerá ni será sustituido a causa de su podredumbre o sus «contradicciones» internas.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=111620

El espejismo económico alemán

Vicenç Navarro

El pasado viernes los medios de información anunciaron con gran alboroto el crecimiento de la economía alemana (el mayor motor de la economía europea), que según la Oficina Federal de Estadística del gobierno alemán, representaba el mayor incremento que aquella economía había experimentado durante el periodo de existencia de la Alemania unificada. Inmediatamente, tal aumento del crecimiento se ha presentado como ejemplo de lo bien que han ido, para Alemania y para todos los países de la Eurozona, las políticas de austeridad propuestas por el gobierno de Angela Merkel. Puesto que unos días antes, el Banco Central Estadounidense -el Federal Reserve Board- había anunciado un retroceso del crecimiento económico de Estados Unidos, resultando en una tasa de crecimiento económico menor que la nueva tasa experimentada por la economía alemana, los medios (la mayoría de sensibilidad conservadora y neoliberal) inmediatamente lanzaron las campanas al vuelo, concluyendo que la elevada tasa de crecimiento alemana mostraba la superioridad de las políticas de austeridad fiscal identificadas con el gobierno Merkel, sobre las políticas de estímulo económico, propuestas y llevadas a cabo por el gobierno Obama en EE.UU. Uno de los economistas neoliberales más promocionados por la televisión pública catalana, TV3, inmediatamente definió las políticas de estímulo del Presidente Obama como un “enorme desastre”, mostrando, una vez más, la hipérbole y exageración que caracteriza su discurso.

Para poder llegar a esta conclusión se olvidan e ignoran, sin embargo, varios hechos. Uno de ellos es que el incremento del crecimiento económico alemán tiene poco que ver con las políticas de austeridad alemanas, pues la causa de este crecimiento se debe a otras razones, incluyendo el rápido descenso del valor del euro, que ha facilitado el aumento de las exportaciones alemanas, sobre todo a China y a EE.UU., que durante estos años de crisis han tenido mayor crecimiento económico que Alemania, consecuencia, por cierto, del estímulo económico que estos países han aplicado a sus economías. Alemania es el mayor exportador del mundo y las exportaciones (y no la demanda doméstica) son el motor de aquella economía. En realidad, los salarios (la mayor fuerza motriz de la demanda doméstica) han permanecido estancados desde hace ya muchos años en Alemania, situación que ha sido denunciada no sólo por los sindicatos y la izquierda alemana, sino también por la Ministra de Economía del gobierno Sarkozy, Christine Lagarde, pues tal estancamiento de la demanda doméstica está detrás de la falta de recuperación de la economía de la Eurozona, dado que la falta de un incremento de la demanda doméstica en Alemania explica una paralización de las importaciones alemanas de los productos producidos en los otros países de la Eurozona. En realidad, la enorme concentración de euros en Alemania (que la banca alemana ha prestado a los bancos del sur de Europa y ha utilizado también para comprar la deuda pública de aquellos países) se basa en esta situación: Alemania exporta mucho e importa poco y paga a sus trabajadores mucho menos de lo que éstos producen. De ahí que como bien decía el corresponsal de The New York Times, en Alemania, el “milagro exportador” en Alemania se ha basado en los sacrificios de la clase trabajadora alemana (14.08.10).

Acentuando este estancamiento de los salarios, Alemania ha sufrido políticas de austeridad de gasto público (incluyendo social) desde la época del gobierno Schroeder (1998-2005), resultado del descenso de los ingresos del Estado, consecuencia de una reducción de los impuestos de sociedades y de las rentas superiores, políticas seguida más tarde, también, por Angela Merkel. Los impuestos sobre el capital disminuyeron ni más ni menos que 21 puntos y el nivel de gravamen de las rentas superiores se redujo 9,5 puntos. Si Alemania hubiera mantenido los niveles de imposición fiscal de 1998, su Estado habría recaudado 75.000 millones de euros más por año que los recaudados en 2009, una cantidad casi idéntica al déficit que Merkel quiere reducir a base de políticas de austeridad.

Estas políticas determinaron que el crecimiento de la productividad beneficiase enormemente a las rentas del capital a costa de las rentas del trabajo. Lo cual quiere decir que había, y continúa habiendo, un problema grave de falta de crecimiento de la demanda interna. Como dijo Peter Bofinger del Consejo Económico Alemán, “el problema de Alemania es que vive muy por debajo de sus posibilidades”. Por cierto, una situación muy semejante ha estado ocurriendo en España.

Por otra parte, las enormes políticas de austeridad que se están imponiendo en los países de la Eurozona (particularmente acentuadas en los países del Sur, como España, Grecia y Portugal) son políticas impuestas, no tanto por los mercados financieros (como constantemente y erróneamente se acentúa, incluso por las izquierdas), como por el Banco Central Europeo (próximo al Banco Central Alemán), por el Consejo Europeo (liderado por el gobierno conservador-neoliberal de la canciller alemana Merkel) y por el Fondo Monetario Internacional (portavoz del capital financiero internacional) y que tienen como objetivo primordial que aquellos países paguen a los bancos alemanes y a otros países centrales el dinero que se les debe.

En realidad, el descenso de la economía estadounidense, que ha tenido durante este año tasas de crecimiento económico muy superiores a las alemanas, ha comenzado a disminuir, consecuencia precisamente del descenso del estímulo económico y que explica la petición por parte de algunos sectores de la Administración Obama de que se incremente este estímulo, pues, aún cuando tuvo un impacto positivo, responsable del mayor crecimiento económico que Alemania, al ir terminándose se observa un descenso del crecimiento económico. En realidad, una de las causa de que el crecimiento sea tan débil en España es la falta de tal estímulo económico, resultado de las medidas de austeridad de gasto público equivocadas que el gobierno está desarrollando.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=111676

Privatisations au Kosovo : on vend tout jusqu’à épuisement des stocks !

Serbeze Haxhiaj

Les Télécoms du Kosovo sont en vente depuis mardi, le dossier de privatisation de l’aéroport de Pristina est bouclé et le tour du secteur énergétique va vite venir. Le gouvernement Thaçi et ses conseillers occidentaux sont bien décidé à privatiser au plus vite les principales entreprises publiques du Kosovo - les seules rentables. Cet empressement est fort suspect : pourquoi vendre maintenant, en pleine période de récession ? Qui cherche donc à profiter de la « saison des soldes » ?

Tout est ficelé. Le contrat de cession de l’aéroport de Pristina est prêt. Les deux autres entreprises les plus performantes du pays, les Postes et télécommunications du Kosovo (PTK) et la Corporation énergétique du Kosovo (KEK) vont également être bradées.

La privatisation de ces entreprises qui représentent aujourd’hui les piliers les plus sains de l’économie kosovare devrait s’achever sous le mandat du gouvernement d’Hashim Thaçi. Si tous se déroule selon les plans du gouvernement, d’ici la fin de l’année, le Kosovo aura privatisé 80% de ses entreprises publiques les plus vitales, toutes édifiées à l’époque yougoslave.

Cette politique du gouvernement se base sur les conseils d’experts étrangers, qui travaillent dans des institutions internationales comme la Banque Mondiale, le Fond monétaire international (FMI) ou l’Agence américaine pour le développement international (USAID).

Certains économistes soulignent que la privatisation des principales entreprises du secteur public pourrait avoir des conséquences dommageables en raison de la crise économique mondiale et que le prix de vente de ces entreprises se situe bien en dessous de leur valeur réelle. Le gouvernement défend néanmoins l’idée que ces privatisations seraient indispensables pour assurer un développement économique durable du pays. Ces privatisations devraient se réaliser selon le modèle du partenariat public-privé : la majorité des actions passera aux mais d’investisseurs privés, mais l’État gardera une part du capital.

Le ministre de l’Économie et des finances, Ahmet Shala, affirme qu’il n’y a pas d’alternative, et que le but de la privatisation de ces entreprises est de relancer à vaste échelle le développement économique du pays. « L’expérience des pays en transition a démontré que les entreprises possédées par l’Etat n’arrivaient pas à maintenir leurs performances ni à se développer. De plus, la privatisation mettra ces entreprises à l’abri de la corruption. Nous espérons enfin donner un coup d’accélérateur à la croissance avec l’argent qui proviendra des privatisations », explique-t-il.

De fait, l’argent des privatisation devrait financer les futurs investissements dans les infrastructures. Le premier projet qui devrait absorber les millions d’euros des privatisation sera l’autoroute qui traversera le Kosovo, de la frontière albanaise à la frontière serbe, de Vermica à Merdare.

Le directeur exécutif des Postes et des télécoms du Kosovo (PTK), Shyqyri Haxha pense que la privatisation va contribuer au développement des télécommunications au Kosovo. « Le choix du futur investisseur est d’une importance majeure : s’il s’agit d’entreprise déjà implantée dans les pays occidentaux, cela sera un bon signe pour le gouvernement et pour le peuple du Kosovo », pense-t-il. Cependant, pas plus Shyqyri Haxha que le gouvernement ne veulent indiquer un prix de prix de vente pour les PTK, dont la privatisation a été lancée le 10 août.

De même, le directeur de la Corporation énergétique du Kosovo (KEK), Arbën Gjukaj, affirme que l’entreprise attire l’attention des investisseurs étrangers. Cependant, étant donnée sa situation actuelle, il sera probablement difficile de la vendre à un prix équivalent à la moitié des sommes investies au cours de la dernière décennie. Pour le moment, la KEK n’est pas rentable et elle a beaucoup de dettes. Pour survivre, elle a absorbé pendant des années des centaines de millions d’euros, provenant du budget public du Kosovo ou assurés par de nombreux donateurs étrangers. « La privatisation de la KEK va améliorer la situation énergétique du pays. Ces deux dernières années, la KEK a beaucoup progressé dans tous les domaines. Avec la privatisation du secteur énergétique, le Kosovo profitera de l’expérience régionale de l’Albanie et de la Macédoine », conclut Arbën Gjukaj.

Selon Luan Shllakut, directeur de la Fondation Open Society au Kosovo (KFOS), l’idée de procéder aux privatisations de cette manière est absurde. « L’expérience des États voisins devrait nous inciter à ne pas commettre les mêmes erreurs qu’eux. Le raisonnement du gouvernement est que la privatisation va notamment préserver les entreprises de la corruption, alors que la vente de ces entreprises offrent justement le prétexte à toutes les malversations. Et, au final, l’argent devrait servir à financer une autoroute, qui restera sous gestion publique », souligne-t-il.

Crise économique ou saison des soldes ?

« Le gouvernement n’est pas préparé pour la privatisation des grandes entreprises publiques. Nous sommes en période de récession et les entreprises du Kosovo sont donc mises en vente au pire moment possible. Cependant, on voit bien que les conseillers des différentes institutions internationales poussent le gouvernement à vendre tout dès maintenant. Il est évident que ces personnes défendent des intérêts qui ne sont pas ceux de l’État ».

Avni Zogiani, dirigeant de l’ONG anti-corruption Çohu, évoque une « course infernale » pour vendre au plus vite les derniers biens publics du pays. « Chaque phase importante de la privatisation des entreprises publiques représente des millions d’euros qui finissent dans les poches des dirigeants politiques. Ce gouvernement a presque entièrement liquidé le secteur public. Il a été aidé par les représentants du corps diplomatiques au Kosovo et par les représentants des institutions internationales, qui défendent tous leurs parts de marché ».

Selon Avni Zogiani, les chancelleries diplomatiques et les autres représentations internationales ont tout fait pour que le Kosovo brade ses principales richesses. « C’est en vendant maintenant que les entreprises peuvent partir à des prix ridicules. Par exemple, on parle même d’une évaluation à 500 millions d’euros pour la Corporation Énergétique du Kosovo (KEK)... Elle vaudrait déjà ce prix rien que pour sa branche fer ! De plus, des milliards d’euros ont été investis dans ces grandes entreprises depuis 1999. Trois fois plus que leurs prix de vente. Le gouvernement veut pourtant vendre ces sociétés alors que l’économie mondiale n’est toujours pas sortie de la crise, quand plusieurs processus de privatisation ont été interrompus dans divers pays d’Europe », s’indigne Avni Zogiani.

Alors que l’opinion publique se désintéresse largement du débat sur les privatisations, le gouvernement est bel et bien entré dans la dernière ligne droite, et s’apprête à boucler le bradage des principales entreprises du pays avant la fin de son mandat.

http://balkans.courriers.info/article15708.html

La couleur vive des « mariages gris »

Éric Fassin - publié dans Vacarme 52 été 2010

Dans le lexique du ministère de l’Immigration, le mariage, cette année, a pris de la couleur  : on poursuivait les « mariages blancs », on traque désormais les « mariages gris ». Est-ce faire à Éric Besson un procès d’intention que d’interroger les connotations de cette nouvelle locution  ? À l’aune de l’actualité politique, le nuancier du mariage exprime un inquiétant partage des races.

Le 18 novembre 2009, en plein débat sur l’identité nationale, le ministre de l’Immigration reçoit l’Association nationale des victimes de l’insécurité (ANVI). C’est pour lancer une campagne contre les « mariages gris », que l’ANVI définit comme des « escroqueries sentimentales à but migratoire ». Éric Besson précise la différence avec les «  mariages blancs », « où les deux époux s’entendent en toute connaissance de cause »  : les « mariages gris » sont aussi des « mariages de complaisance », mais où « l’un des époux est sincère et est trompé par l’autre. » Le reste des mariages, qu’on peut dire dénués de complaisance, ne sont pas pour autant qualifiés de « noirs » (nonobstant les sombres mémoires de Sylvie Brunel, ancienne épouse du ministre). Il n’empêche  : le mariage « gris » n’est « blanc » qu’à moitié — et paradoxalement, du côté étranger.

Car l’action gouvernementale s’intéresse uniquement aux unions binationales. Or, d’après les statistiques de 2008  [1], dans la moitié des cas, le conjoint étranger vient d’Afrique. Ainsi, la mixité nationale renvoyant bien souvent à une mixité raciale, la couleur du mariage ne serait-elle pas une expression imagée de la couleur des mariés  ? À l’évidence, le gris marie le blanc et le noir comme le mariage binational peut unir un Noir à une Blanche (ou l’inverse). Le gris n’évoque pourtant pas seulement le métissage. Comme le souligne Djamila Sonzogni dans un communiqué rendu public ce même 18 novembre  : « Si ce n’est pas là un appel du pied aux racistes, de quoi s’agit-il  ? Savez-vous comment les xénophobes nomment les personnes d’origine maghrébines  ?… “les gris” ! » La porte-parole des Verts se montre ainsi « color conscious » (attentive à la couleur).

Le «  mariage gris » serait-il hanté par le spectre coloré de l’immigration d’Afrique du Nord et subsaharienne  ? Ou bien fait-on au ministre un procès d’intention  ? Il ne parle en effet jamais de race  : son vocabulaire se révèle « color blind » (aveugle à la couleur). Éric Besson n’hésite d’ailleurs pas à retourner l’accusation contre ses critiques. Stéphane Guillon avait ironisé, dans sa chronique du 25 novembre sur France Inter, aux dépens du couple que formerait, « avec une jeune Tunisienne de vingt-deux ans », le ministre. Celui-ci dénoncera dans Libération le « racisme » de l’humoriste moquant son « éventuel “mariage gris” ». Bref, c’est celui qui le dit qui l’est.

Comment trancher entre ces deux versions  ? On peut s’accorder sans mal sur la dénotation du «  mariage gris  », mais comment décider de sa connotation ? C’est une question sémiologique classique qui renvoie, selon l’auteur des Mythologies [2], à un problème politique. En effet, la connotation «  est un “bruit” volontaire, soigneusement élaboré, introduit dans le dialogue fictif de l’auteur et du lecteur, bref une contre-communication.  » En contrepoint, la dénotation est «  préposée à représenter l’innocence collective du langage  », «  chaque système renvoyant à l’autre selon les besoins d’une certaine illusion.  »

L’actualité de la question raciale vient pourtant bousculer ces jeux de langage  : l’illusion se dissipe. Ainsi du «  nègre  » dans l’édition. La dénotation est claire  : le nègre littéraire, c’est le fantôme de l’écrivain – en anglais, « ghostwriter », titre du film récent de Roman Polanski. Autrement dit, aucune connotation de couleur. Et pourtant, un second film est venu troubler cette évidence première. L’autre Dumas évoque le «  nègre  » du grand écrivain, incarné à l’écran par Gérard Depardieu. Mais Dumas était le fils d’un métis, et le petit-fils d’une esclave  : son «  blanchiment  » cinématographique fait donc débat aujourd’hui. Or il a d’autant plus subi le racisme de son vivant qu’il était «  un mulâtre qui a des nègres  » [3]. La dénotation occultait naguère encore la connotation («  travailler comme un nègre  »). Mais l’actualité politique ébranle notre innocence  : Dumas n’est-il pas entré au Panthéon, en 2002, pour réparer l’injustice d’une «  discrimination raciale  »  ? Un article dans L’Express (19 février 2010), à l’occasion de ce film, est le révélateur d’un retour du refoulé. «  Les nègres s’affranchissent  »  : ils s’affichent jusque sur la couverture des livres. «  L’édition a même trouvé un nom pour ces “nègres” sortis de l’ombre  : les “métis”.  » Au cas où ce langage ne serait pas assez éloquent, une photo­graphie donne à voir sans la dire la connotation raciale  : Lilian Thuram posant avec le «  nègre  » de son livre Mes étoiles noires. De Lucy à Barack Obama

Le «  nègre  » (littéraire) semble d’abord relever de la catachrèse. Pour la rhétorique de Fontanier, en effet, ce trope «  consiste en ce qu’un signe déjà affecté à une première idée le soit aussi à une idée nouvelle qui elle-même n’en avait point ou n’en a plus d’autre en propre dans la langue.  » Ainsi, «  un Rubens  », «  un bronze  », ou «  l’aile d’un bâtiment  », ne sont pas de «  vraies figures  » [4]. Faute de mot propre, littéral, la «  feuille de papier  » n’est pas une métaphore «  usée  ». Toutefois, aujourd’hui avec la controverse, la catachrèse morte devient ou plutôt redevient «  métaphore vive  » [5]  : le «  nègre  » retrouve sa couleur.

En va-t-il de même pour le «  mariage gris  »  ? Sans doute l’expression n’a-t-elle pas l’origine raciale du «  nègre  » littéraire, puisqu’elle est calquée sur le «  mariage blanc  » (et non «  en blanc  »), entaché de nullité (non de virginité). C’est par exemple la couleur du bulletin de vote qui ne sera pas compté. On aurait donc tort de chercher, sous la catachrèse du «  gris  », la figure vive qui la travaille. Voire. Le «  mariage blanc  » n’a-t-il pas changé de sens, dès lors qu’il désigne moins, dans l’usage qu’impose aujourd’hui la politique d’immigration, l’ensemble des «  mariages de complaisance  » que, parmi ceux-ci, les unions binationales  ?

Éric Besson s’en explique  : «  80 % des cas d’annulation de mariages concernent des mariages mixtes  ». Il conviendrait toutefois de rappeler les chiffres absolus  [6]   : en 2004, on comptait seulement 737 annulations en France, dont 395 mariages de complaisance — pour 88 123 mariages binationaux, soit une part infime. En outre, la demande d’annulation émane surtout du procureur de la République, dont l’action reflète la politique d’immigration plutôt que la réalité des «  mariages de complaisance  ». La preuve  : si le nombre de demandes d’annulation double quasiment dans la première moitié des années 2000, le taux de refus s’accroît presque dans la même proportion. Bref, on trouve plus de «  mariages blancs  » parmi les couples binationaux du fait qu’on les y cherche davantage.

C’est pourquoi la couleur du mariage, «  gris  » ou «  blanc  », est aujourd’hui racialisée — et d’autant plus efficacement qu’elle se donne pour une catachrèse, et non pour une «  vraie figure  ». On songe à la déconstruction de la métaphore par Jacques Derrida. C’est la «  mythologie blanche  »  : «  la métaphysique a effacé en elle-même la scène fabuleuse qui l’a produite et qui reste néanmoins active, remuante, inscrite à l’encre blanche, dessin invisible et recouvert dans le palimpseste.  » Or cette couleur métaphorique est bien racialisée  : le philosophe visait «  l’homme blanc  » qui, en s’abritant derrière le sens propre de la Raison non métaphorique, méconnaît la mythologie de sa métaphysique  [7].

L’actualité politique ravive la couleur du «  mariage gris  ». La rendre vive, c’est nous parler de race sans en parler. C’est aussi nous empêcher de parler d’autre chose — soit d’une zone grise, entre chien et loup, qui définit le mariage. En effet, la rhétorique du «  mariage gris  » oppose l’époux sincère à l’époux trompeur, et l’amour désintéressé à l’intérêt sans amour. Pour séparer l’authentique du factice, nos préfectures s’arment aujourd’hui de bon sens. Qu’une femme âgée et forte désire un homme jeune et beau, soit  ; mais en retour, celui-ci ne saurait l’aimer. Le voici donc convaincu de fraude. C’est que, sur le marché amoureux, les conjoints doivent être également dotés. Or l’inégalité juridique des couples binationaux les rend a priori suspects. Ce n’est pourtant pas un hasard s’ils sont inégalement jeunes, beaux et minces  : dans tout couple, chacun apporte dans la corbeille nuptiale ce qu’il a et ce qu’il est. En revanche, ce que nous dit la politique du «  mariage gris  », c’est un partage racialisé  : «  eux  » n’ont pas intérêt à aimer, car ils n’aiment que par intérêt, tandis que «  nous  » aimons de manière désintéressée — soit la mythologie du mariage en noir et blanc.

Éric Fassin est membre de l’association Cette France-là.

[1] www.ined.fr/fr/pop_chiffres/....

[2] Roland Barthes, S/Z, Le Seuil, 1970, pp. 15-16.

[3] Pour plus de détails, voir sur mon blog  : «  Alexandre Dumas  : “un mulâtre qui a des nègres”  », 1e partie et 2e partie.

[4] Pierre Fontanier, Les figures du discours, Flammarion, 1977 (1821-1830), p. 213.

[5] Paul Ricoeur, La métaphore vive, Le Seuil, 1975.

[6] Voir Zakia Belmokhtar, «  Les annulations de mariage en 2004  », Infostat justice, n° 90, août 2006, p. 4.

[7] Jacques Derrida, «  La mythologie blanche  », Marges de la philosophie, Minuit, 1972, p. 254.

http://www.vacarme.org/article1904.html

Entrepreneur de soi-même et impasses

Deux chercheurs au CNRS, Nadine Levratto et Évelyne Serverin, publient dans la Revue internationale de droit économique (t. XXIII, 3 2009/3, De Boeck Université) un article qui analyse le statut d’autoentrepreneur : « Être entrepreneur de soi-même après la loi du 4 août 2008 : les impasses d’un modèle productif individuel. »

Ce texte a été publié, sous forme de document de travail, par l’université Paris X Nanterre.

Pour les deux auteures, la loi française de modernisation de l’économie du 4 août 2008 (qui a créé ce dispositif) a voulu introduire un nouveau statut d’entrepreneur individuel, l’auto-entrepreneur, avec l’objectif déclaré de soutenir une politique économique conjuguant lutte contre le chômage, recherche de points de croissance et amélioration du pouvoir d’achat.

Nadine Levratto et Évelyne Serverin mettent en discussion le modèle de l’auto-entrepreneur en adoptant un double point de vue : juridique sur le modèle du travail, économique sur le modèle de l’entreprise. Elles discutent la proclamation d’indépendance de l’auto-entrepreneur, en mettant en évidence l’existence de multiples dépendances juridiques, dans le cadre du cumul d’activités comme dans l’exercice même de l’activité productive.

Dans la seconde partie de leur papier, les chercheuses se demandent : « l’auto-entrepreneur est-il un entrepreneur? » Elles estiment que « le simple fait d’avoir une activité procurant un revenu autre qu’un salaire ne suffit pas à faire un entrepreneur ». Pour Nadine Levratto et Évelyne Serverin, l’auto-entrepreneur n’est pas à proprement parler un créateur d'entreprise car selon elles, « l’autoentreprise est calibrée pour ne pas croître. »

Elles remarquent que « la minimisation des cotisations sociales et fiscales, objectif clef, souligné à plusieurs reprises le site et le guide de l’auto-entrepreneur, exige que l’affaire fonctionne en deçà de l’échelle minimale d’efficience50, ce qui réduit considérablement ses chances de survie. »

Elles considèrent enfin que « l’auto-entrepreneur est mal armé face à ses bailleurs et créanciers » : « rationné par les banques, contraint dans son périmètre d’exercice, l’auto-entrepreneur risque fort de demeurer enfermé dans son statut. »

Lire le texte de Nadine Levratto et Évelyne Serverin : « Être entrepreneur de soi-même après la loi du 4 août 2008 : les impasses d’un modèle productif individuel

http://www.emploietcreation.info/article-entrepreneur-de-soi-meme-et-impasses-44668606-comments.html

Un entretien avec le secrétaire national de la CGT-Chômeurs



http://www.actuchomage.org/

Radicalisation des frontières et promotion de la diversité. Les figures d’un paradoxe

REVUE Asylon(s) - ous la direction de Marc Bernardot & Milena Doytcheva

juillet 2010

La période actuelle est marquée par la simultanéité et la jonction dans les discours et les politiques publics entre, d’une part, la valorisation de la « diversité » et de la « mixité » et, d’autre part, la stigmatisation de l’Autre, notamment incarné dans la figure du migrant et de l’exilé. Ce sont les lignes de cette articulation paradoxale ainsi que les ambiguïtés de ses usages politiques, dans leurs formes historiques et actuelles, que nous souhaitons interroger ici à partir de communications portant sur la construction sociale et politique et sur la structure des discours et des pratiques concernant, d’une part, les discriminations et leur requalification récente en France en « ouverture à la diversité » et, d’autre part, le durcissement des frontières tant politiques que sociales et symboliques à l’oeuvre dans les sociétés européennes, et dans la société française en particulier.

20/08/2010

Tensions Rise in Greece as Austerity Measures Backfire:

Corinna Jessen in Athens

The austerity measures that were supposed to fix Greece's problems are dragging down the country's economy. Stores are closing, tax revenues are falling and unemployment has hit an unbelievable 70 percent in some places. Frustrated workers are threatening to strike back. Continue

http://www.informationclearinghouse.info/

How to Manipulate the Masses: Propaganda

Edward Bernays

he conscious and intelligent manipulation of the organized habits and opinions of the masses is an important element in democratic society. Those who manipulate this unseen mechanism of society constitute an invisible government which is the true ruling power of our country. Continue

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La « société du risque » : une peur qui rassure ?

Jean-Pierre Garnier

Le gouvernement par la peur est une recette aussi vieille que la domination

Depuis l’Antiquité jusqu’aux dictatures bureaucratiques et policières qui continuent de sévir ici et là sur la planète, en passant par les régimes totalitaires de funeste mémoire, les gouvernants n’ont jamais renoncé à inspirer la crainte pour obtenir l’obéissance des gouvernés.

Néanmoins, on sait, sans même avoir lu les Cahiers de prison de Gramsci, qu’il s’agit là, au moins sur le long terme, d’une politique… à risques, et que pour obtenir des dominés l’acceptation de leur condition le consentement vaut toujours mieux que la coercition. Multiples sont les moyens d’y parvenir, et c’est à leur aune que l’on mesure d’ordinaire les avancées « démocratiques » de l’oligarchie capitaliste[1]. L’un d’eux, d’apparition récente, mérite toutefois de retenir l’attention dans la mesure où, par suite d’un retournement qui pourra paraître à première vue paradoxal, la peur en constitue à nouveau l’ingrédient principal, mais instrumentalisée de telle sorte qu’elle se transmue en adhésion.

Cette étrange alchimie opère en trois temps, dont chacun correspond à la composante idéologique spécifique qu’il conviendra d’introduire dans les « cerveaux disponibles » – pour reprendre la formulation d’un grand prêtre de la manipulation médiatique de masse. Le premier temps, celui de l’inquiétude, voire de l’angoisse, sera consacré à déverser dans lesdits cerveaux toutes les bonnes (ou, surtout, mauvaises) raisons de s’effrayer du monde tel qu’il va… ou ne va pas, afin de persuader leurs détenteurs qu’ils vivent dans une société désormais régie par « le risque ». Le deuxième temps est celui de la conjuration. « Le risque », sous ses différentes facettes, sera exorcisé grâce à l’application à toutes fins utiles d’une panacée à vocation universelle : le « principe de précaution ». Le troisième temps est celui du soulagement provoqué par l’annonce de la bonne nouvelle : la possibilité d’un « développement durable ». Un soulagement sous conditions, toutefois, et toujours provisoire, qui explique que ce troisième temps ne soit pas le dernier – nous verrons comment –, les deux autres devant être sans cesse réactualisés pour que celui-ci exerce pleinement ses effets.

De ce qui précède ressort l’un des traits majeurs qui distingue la peur, brutale, diffusée dans le corps social, propre aux régimes où l’oppression rime avec la répression, de celle, insidieuse, que l’on instille dans les esprits « en démocratie » pour s’assurer de leur docilité. Dans un cas, la menace vient expressément du pouvoir d’État lui-même ; dans l’autre, elle vient d’« ailleurs » – encore qu’avec la notion de « société du risque » (nous y reviendrons) on ne sait plus trop qui menace qui : la société, en créant « le risque », ou celui-ci, en pesant sur celle-là ? Quoi qu’il en soit, la peur n’émane pas de la même source, du moins pour qui doit la ressentir. Car, bien qu’il se veuille libéral et non autoritaire, on va voir que, dans sa version « démocratique », c’est encore l’État, en y incluant ses différentes branches locales décentralisées et les officines para-étatiques qu’il subventionne, qui orchestre la peur. Mais, autre caractéristique qui le différencie nettement de ses versions dictatoriales, il bénéficie du concours d’une foule d’exécutants qu’il n’est même pas besoin de mener à la baguette. Certains, même, se sont chargés de donner le la sans qu’on le leur ait demandé. C’est donc par eux, chronologie oblige, que l’on commencera pour entreprendre de déchiffrer ou, plus exactement, de décrypter la partition de cette petite musique du « risque » devenue de plus en plus assourdissante.

Le risque tous azimuts ou comment acclimater à la peur

Selon les supputations de prophètes très écoutés – notamment par les politiciens adeptes de la « troisième voie » social-libérale – des temps postmodernes, tels le philosophe Ulrich Beck ou le sociologue Anthony Giddens[2], « nous » serions déjà entrés dans une « société du risque », aussi différente de la « société industrielle » que celle-ci l’était de la « société agraire » qui l’avait précédée. Passons (pour y revenir plus loin) sur ces qualificatifs, qui font bon marché des rapports sociaux de production qui structurent (ou ont structuré) ces sociétés, orientent leur développement et, pour ce qui est des deux dernières, les définissent d’abord comme capitalistes, avec tout ce que cela implique quant aux valeurs et aux finalités auxquelles obéit leur fonctionnement. Ce qui gêne au premier abord dans l’assertion évoquée plus haut, c’est le pronom qui précède l’énoncé, « nous ». Au premier abord seulement, car on va voir que son utilisation n’est, en réalité, pas étrangère à l’occultation qui vient d’être mentionnée. Elle en est même l’un des corollaires obligés.

Pronom aux connotations ethnocentriques, le « nous » ressurgit immanquablement dans les discours de maints penseurs ou chercheurs médiatisés à chaque fois qu’on sollicite leurs lumières pour dégager le sens du cours pris par l’évolution de « nos » sociétés. Qu’il s’agisse des loisirs, de l’information, de la mobilité, des pratiques alimentaires, vestimentaires ou érotiques et de bien d’autres « questions de société », c’est toujours « nos » habitudes, « nos » désirs, « nos appréhensions » et « nos modes de pensée » qui sont en cause. C’est-à-dire, tout bien pesé, ceux de la petite bourgeoisie intellectuelle, étant donné l’appartenance de classe des experts habilités à traiter de ces sujets et, surtout, leur incapacité foncière à prendre quelque distance (en dépit de leurs prétentions à la « neutralité axiologique ») avec l’éthos de leur milieu. Or, il faut tout de même admettre que l’avènement supposé d’une « société du risque » ne se présente pas de la même manière pour les « gens d’en haut » – en y incluant les membres des « classes moyennes urbaines et cultivées » –, qui ne sont confrontés, somme toute, qu’à des éventualités, et, pour ceux « d’en bas », aux prises avec des réalités.

Si les « décideurs », politiques ou économiques, par exemple, prennent des risques, c’est, en général, qu’ils ont choisi de le faire, et ce sont, d’autre part, rarement eux qui en subissent les conséquences. (Tous se sont prémunis de parachutes, dorés ou non, pour atterrir en douceur s’il leur arrive d’être éjectés d’un gouvernement ou d’un directoire pour cause de prises de décisions catastrophiques.) Quant aux figures de proue du complexe médiatico-intellectuel qui ont fait leur le « paradigme du risque » pour rendre compte de la marche du monde, on se demande ce qu’ils peuvent bien risquer eux-mêmes à s’en faire les relais complaisants en cette ère du conformisme généralisé, où le ridicule ne tue plus depuis longtemps. D’autant qu’un certain nombre d’entre eux font une lucrative carrière comme « spécialistes » dans la « prévention » ou la « gestion des risques ». Et, surtout, on oublie que la maîtrise des risques est l’apanage des nantis. À tel point qu’on en vient à glorifier la « prise de risques », lorsqu’elle est le fait d’entrepreneurs particulièrement audacieux et chanceux, sous le nom de « culture du risque ».

Pour les démunis, en revanche, confrontés aux conditions d’existence précaires qui leur sont imposées, il s’agit de survivre aux risques quotidiens effectifs qui en découlent, et non de « gérer » ceux à venir, c’est-à-dire de les anticiper comme de simples éventualités. En ce qui concerne les ouvriers ou les employés, ces risques échappent à tout contrôle. La pauvreté, par exemple, n’est pas un risque parmi d’autres mais le risque majeur pour tous ceux qui vivent un peu au-dessus de son « seuil », officiel ou non. Ou, pour d’autres encore moins bien lotis, une réalité effective entraînant des risques immédiats, bien réels cette fois-ci : maladie, enfants à l’abandon, rupture conjugale, perte du logement, clochardisation voire décès prématuré, point ultime de la « désaffiliation ». Mais ce n’est évidemment pas ce type de risques, qui se sont multipliés pour les exploités avec la « mondialisation » et la « flexibilisation » de l’économie, qu’aiment à mettre en avant les théoriciens de la « société du risque ». Ce qui ne veut pas dire qu’ils n’y songent pas, leur fonction idéologique étant précisément de produire un discours d’accompagnement vulgarisé par les médias, susceptible de noyer le poisson de la fragilisation professionnelle, psychologique et existentielle des classes dominées liée aux nouvelles modalités de l’accumulation du capital, dans une mer d’incertitudes où baignerait la société tout entière. D’où ce « nous » rassembleur appelant à se serrer les coudes devant l’adversité. Et culpabilisateur aussi, puisque de celle-ci « nous » porterions la commune responsabilité. Comme le ressassent à l’envi les bons apôtres du « développement durable » : « Nous devons revoir nos modes de vie. » Mais surtout pas nous en prendre au mode de production capitaliste.

Sans doute la notion de « risque » ne date-t-elle pas d’hier. Le mot remonte au XVIe siècle et la « chose » plus loin encore, même s’il n’y avait pas de terme pour la désigner. Il est dérivé du terme italien ancien « risco », en usage parmi les armateurs, les négociants et les banquiers, vénitiens et génois notamment, à propos des aléas d’origine naturelle (tempêtes) ou humaine (pirates, avaries) inhérents aux transports par mer de cargaisons sur de longues distances. Il faudra cependant attendre la fin du XXe siècle pour que cette notion soit érigée en « paradigme » apte à donner sens à ce qu’il advient des sociétés et de l’humanité – limitées, de fait, à leurs composantes « occidentales » – confrontées à des dangers inédits, d’une ampleur et d’une gravité sans précédents. La liste, jamais close, en est largement connue, et il semble donc inutile de la reproduire ici. Il importe, en revanche, de s’arrêter sur le concept de « risque » lui-même qui englobe ces dangers, ou, plus exactement, sur la représentation globale qu’il en propose (et en impose) pour dégager le principe qui fonde cette dernière : la dénégation systématique des contradictions d’un mode de production parvenu à un stade de développement où il se révèle avant tout comme un mode de destruction aussi bien de la nature que de l’humanité.

Selon Ulrich Beck, il faut rompre avec la conception traditionnelle du risque liée à une idée progressiste mais dépassée de la modernité, baptisée pour cette raison « première modernité », reposant sur le principe qu’« on pouvait construire des objets et des mondes techniques sans conséquences inattendues[3]». Idéologie dominante depuis le dernier tiers du XIXe siècle, le scientisme excluait toute forme de rationalité autre que la rationalité instrumentale. Dès lors, il revenait aux experts de la techno-science de définir le risque et de déployer des techniques rationnelles de probabilité et de calcul pour prévoir et prévenir les risques attendus. Cependant, objecte Beck, d’une part, l’évaluation du risque reste, malgré toutes les garanties de scientificité dont elle s’entoure, subjective et partielle car tributaire de points de vue particuliers qui, aussi informés et étayés soient-ils, sont incapables d’embrasser la complexité de la société globale, et, d’autre part, le langage de spécialistes employé par les experts peut gruger le public au lieu de l’informer. D’où, toujours selon Beck, le passage nécessaire et déjà en cours à une nouvelle phase de la modernité : la « modernité réflexive ».

Le postulat de départ, présenté comme il se doit comme un constat, est que, « quoi que nous fassions [le « nous » qui mêle indistinctement ceux qui agissent et ceux qui sont agis est plus que jamais de rigueur], nous nous attendons à des conséquences inattendues[4]». Cela parce qu’il serait impossible aujourd’hui d’imputer les risques à des causes externes, c’est-à-dire d’ordre naturel, dont les effets sont toujours prévisibles, au moins dans les limites des avancées scientifiques et techniques. Car avec une « modernisation achevée », identifiée par Beck au triomphe d’un « système industriel » devenu sans frontières, l’extériorité disparaît et le risque, désormais internalisé, devient systémique, comme le montrent, par exemple, les nouveaux périls d’ordre écologique engendrés par la société moderne elle-même. Achevée au plan matériel, la « modernisation » n’en poursuivrait pas moins son cours, mais elle serait amenée à s’appliquer en quelque sorte à elle-même, l’ordre productif cédant alors la place à l’ordre cognitif. Ainsi deviendrait-elle autoréférentielle – autrement dit « réflexive » –, pour déboucher sur une (auto)critique du productivisme, du scientisme et du technicisme, à l’origine des nouveaux risques à affronter.

Il est permis de se demander, au vu de ce qui précède, quelle place y occupe un phénomène tel que le terrorisme, lequel n’a pas peu contribué, comme chacun sait, à réactiver les débats autour de la prise en compte du risque comme condition sine qua non de la survie des sociétés contemporaines[5]. La réponse de Beck est révélatrice des limites de la capacité explicative de sa théorisation du risque, limites inhérentes à son positionnement dans le champ politico-idéologique. Même s’il pare son soutien à l’« économie sociale de marché » des plumes de la critique sociale, son positionnement est fondamentalement conservateur[6]. Le sociologue allemand distingue entre les risques « qui font partie de la “société mondiale du risque” », comme les « dangers écologiques et économiques », et les nouvelles menaces terroristes, dont l’attentat du 11 septembre 2001 aurait accéléré la prise de conscience. Si les premiers doivent être compris « comme conséquences secondaires non voulues d’actions intentionnelles », les activités terroristes se présenteraient, quant à elles, comme des « catastrophes délibérément provoquées »[7]. En d’autres termes, ces dernières n’auraient rien à voir avec la dynamique propre à la « société mondiale du risque », leur caractère « voulu » suffisant à placer leurs auteurs hors de celle-ci, pour ne pas dire hors de l’humanité civilisée.

On aura compris que le « nous » qui prévaut d’ordinaire dans les discours sur « le risque » n’est plus de mise ici. Ou alors il cesse implicitement d’être englobant pour se faire excluant puisque c’est face à « eux » et, compte tenu de leur invisibilité, aux communautés suspectes de les abriter qu’il convient de se montrer vigilant et de se mobiliser. Quitte à ne pas se montrer très regardant sur les moyens mis en œuvre pour neutraliser le risque supplémentaire qu’ils font courir à une « société mondiale » qui a déjà suffisamment à faire avec ceux qu’elle génère elle-même.

Texte initialement paru dans Réfractions, n° 19, hiver 2007-2008.
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Jean-Pierre Garnier est notamment l'auteur de Une violence éminemment contemporaine. Essais sur la ville, la petite-bourgeoisie intellectuelle et l'effacement des classes populaires à paraître en mars 2010 aux éditions Agone.

Notes

[1] Louis Janover, La Démocratie comme science-fiction, Sulliver, 2007.

[2] Ces deux maîtres à penser l’« après-socialisme » ont leurs épigones en France, en particulier l’économiste Jean-Pierre Dupuy et le philosophe Bruno Latour.

[3] Ulrich Beck, Pouvoir et contre-pouvoir à l’heure de la mondialisation, Alio/Aubier, 2003.

[4] Ibid.

[5] Selon les prospectivistes de la lutte antiterroriste, le « terrorisme international » n’en serait encore qu’au stade « artisanal ». À la différence du terrorisme d’État, exclu de leurs préoccupations car dénié comme tel (sauf quand il est le fait d’« États voyous »), les risques « industriels » (nucléaire, bactériologique ou chimique) qu’il pourrait être amené à faire courir ne font pas encore partie de sa panoplie.

[6] Il faudra bien, un jour, procéder à la révision d’une appellation pour le moins incontrôlée. Si l’on compare l’idéologie désuète et régressive d’un G.W. Bush et de ses conseillers, avec celle sémillante et moderniste d’un Tony Blair et ses spin doctors, ou de leurs équivalents « continentaux » européens (D. Strauss-Kahn, G. Schroeder, M. D’Alema, J. L. Zapatero, etc.), il devrait être évident que l’étiquette de « néoconservateur » s’appliquerait beaucoup mieux au « social-libéralisme » dont ils sont les figures emblématiques.

[7] Ibid.

Le « principe de précaution » ou Comment domestiquer la peur

Dans son ouvrage fondateur, écrit bien avant l’écroulement des Twin Towers, Ulrich Beck avait lancé cet avertissement : « La société du risque est une société de la catastrophe. L’état d’exception menace d’y devenir un état normal. »

Depuis lors, la « menace » s’est largement concrétisée[1]. Entre inondations, incendies, sécheresses, intoxications, asphyxies, irradiations, explosions, marées noires, épizooties et autres pandémies plus meurtrières les unes que les autres, le réchauffement climatique – qui n’était encore qu’une hypothèse dans les années 1980 –, l’accroissement continu de la pollution de l’air et des eaux, l’épuisement des ressources naturelles, l’industrialisation à outrance de la production alimentaire et l’urbanisation incontrôlée laissent entrevoir la perspective d’une catastrophe « globale » qui a fini par donner lieu à un branle-bas de combat général et permanent. Sauf que cet « état d’exception » institué en règle, qui était perçu comme une « menace » il y a une vingtaines d’années, est au contraire ressenti, comme on le verra plus loin, comme rassurant aux yeux du plus grand nombre. Ce qui, sans vouloir jouer avec les mots, n’a rien qui doive rassurer, pour qui, du moins, n’a pas renoncé aux idéaux d’émancipation qu’il est de bon ton, de nos jours, de décréter périmés.

De l’« état d’exception » devenu « normal » auguré par Beck à l’État d’exception normalisateur, le pas, en effet, a été vite franchi. D’autant plus vite que la multiplication des attentats terroristes au cœur même des métropoles « occidentales » – en y ajoutant, pour la France, l’entrée en ébullition récurrente des zones de relégation – l’a quasiment transformé en état d’urgence. Point n’est besoin de revenir, tant elle a déjà fait couler d’encre, sur la conversion d’un État abusivement qualifié de « social[2]» par les nostalgiques de la social-démocratie en un « État pénal ». Portons plutôt notre attention sur ce qui fait la spécificité d’un mode de gouvernement où il serait erroné de discerner, comme le font des interprétations bien intentionnées mais simplistes, une résurgence de l’autoritarisme, quant ce n’est pas du fascisme.

Des couvre-feux pour les mineurs aux arrêtés anti-mendicité, de la prolifération des caméras de vidéosurveillance à la multiplication de bornes biométriques, du plan Vigipirate sans cesse réactivé au Patriot Act intrusif dans la vie privée, des « exécutions extrajudiciaires » (assassinats ciblés de résistants ou d’opposants) aux « restitutions extraordinaires » (sous-traitance de la torture à des États étrangers), avec les innombrables « dégâts collatéraux » qui accompagnent ces pratiques, des esprits naïfs seraient tentés de conclure que les régimes démocratiques qui les autorisent prennent un tour nettement répressif, sinon dictatorial. Or, ce serait là se méprendre sur le sens de leur transformation.

À la différence de la société totalitaire dépeinte par George Orwell pour mettre en garde ses contemporains contre le risque – expressément politique, celui-là, et non « écologique », « technologique » ou « économique » – d’une régression terrifiante d’un régime présenté comme « le pire à l’exception de tous les autres », la « société du risque » est pourvue d’un antidote qui, loin de plonger la population dans un état de frayeur continuel, a pour vertu de le suspendre à défaut de l’annuler : le « principe de précaution ». Limité lors de son énonciation originelle à la « protection de l’environnement » – au sens naturel du terme[3]–, le principe de précaution concernera, vingt ans plus tard, l’ensemble des sphères de l’activité humaine, la sauvegarde de la planète justifiant que l’on inclue les menaces de toutes sortes que cette activité fait peser sur celle-ci. Et c’est précisément au nom et en fonction de ce principe que les pratiques évoquées plus haut et d’autres allant dans le même sens, à savoir un accroissement continuel de la violence étatique, aussi bien physique que symbolique, peuvent être perçues comme allant de soi au point de passer inaperçues de la plupart des citoyens.

Preuve de son caractère indéniablement idéologique, quoi qu’en dise l’armée d’experts qui s’affairent à faire croire le contraire, « le principe de précaution illustre de manière remarquable les relations nouvelles entre science et politique. Il peut être invoqué, d’une part, au nom des nouvelles connaissances dans l’analyse du risque et des incertitudes sur les conséquences à moyen et long termes, par une fraction même réduite de la communauté scientifique, mais, d’autre part, l’absence de connaissance ne peut pas servir d’argument pour ne pas le mettre en œuvre[4]». Et ce qui vaut pour l’« environnement » vaut bien sûr et à plus forte raison pour les humains qu’il environne… ou qui l’environnent.

Comme l’énonçait un article issu des travaux de la conférence de Rio en 1992, « en cas de risques de dommages graves ou irréversibles, l’absence de certitude scientifique absolue ne doit pas servir de prétexte pour remettre à plus tard l’adoption de mesures effectives visant à prévenir la dégradation de l’environnement ». Autrement dit, alors que, « du côté scientifique, ce n’est pas parce qu’on ne connaît pas qu’il ne faut pas être prudent et alerter le politique et l’opinion », du côté de l’État, à qui seul incombe la responsabilité de mettre en œuvre les mesures préventives jugées indispensables face aux risques, « c’est parce qu’on est incertain qu’il faut agir »[5]. Dès lors, les autorités politiques peuvent parfaitement se passer de la connaissance scientifique pour décider ou non d’engager ces mesures. Dans les deux cas, l’application du principe de précaution relève de l’État, qui pourra toujours le faire valoir pour cibler indistinctement les objets inanimés comme les sujets vivants passibles d’être impliqués dans les risques détectés. Encore que, dans les domaines où les sciences humaines sont mobilisées, les gouvernants pourront mettre à profit le fait que la scientificité de celle-ci demeure plus revendiquée que prouvée, quoi qu’en disent les membres de la corporation, pour s’adjoindre les services des plus complaisants d’entre eux qui auront vite fait de « trouver » ce que l’État attend d’eux à l’heure de la « société du risque » : appliquer le principe de précaution à ce qui constitue de facto la raison d’être, depuis leur naissance, de certaines disciplines des sciences sociales : « rationaliser » – au sens de rendre à la fois légitime et performant – la domination.

C’est ainsi que la notion fourre-tout d’« environnement », dont la signification avait longtemps été associée à des préoccupations d’ordre exclusivement écologique centrées sur les composantes matérielles (ou animales) du « cadre de vie », en est venue à inclure des composantes « humaines ». Ce qui, dans un contexte placé sous le signe du « risque », ne pouvait que renvoyer à une thématique qui fait florès de nos jours : celle la « sécurité ». Un « environnement sûr », dans cette perspective, c’est donc aussi un environnement prémuni contre les méfaits, toujours à redouter, de « populations à risques » : « jeunesse à risques », « familles à risques », « minorités à risques », etc. Il est symptomatique, à cet égard, pour ne prendre qu’un exemple, que la généralisation de la vidéosurveillance des espaces publics dans le cadre de la « lutte contre la violence urbaine et les incivilités » puisse être assimilée à une « mesure préventive et/ou protectrice supposée lutter contre un type de danger, qui pourrait être qualifié de “social”, […] à l’image des dispositifs techniques ou réglementaires conçus pour neutraliser les aléas d’origine naturelle ou industrielle[6]». Devenu monnaie courante, cet amalgame aussi confusionniste qu’arbitraire ne devrait néanmoins guère étonner, dès lors que l’on accorde encore quelque pertinence à l’hypothèse d’une réification inévitable et généralisée des relations humaines en régime capitaliste.

Le champ urbain, au demeurant, est sans doute, avec le domaine militaire, le « terrain » où cette application détournée du principe de précaution est appelée à connaître sa plus grande extension. Il arrive de plus en plus souvent d’ailleurs que ces deux terrains n’en fassent qu’un seul. Les villes ne sont-elles pas appelées, si l’on en croit les stratèges l’OTAN, à être le « champ de bataille des guerres de la quatrième génération » ? Sans doute est-ce la raison qui les avaient incités, il y a quelques années, à convier des chercheurs français triés sur le volet sécuritaire à plancher sur les « violences urbaines » devant le comité des « risques majeurs » mis sur pied par cette belliqueuse institution.

Il faut croire, en tout cas, que si « société du risque » il y a, c’est en premier lieu sous la forme d’une « Cité du risque » qu’elle se matérialiserait : Villes et Risques, Peurs sur les villes, La ville inquiète, La Peur des banlieues, etc. On n’en finirait plus, en effet, d’énumérer les intitulés d’ouvrages, d’articles, de rapports, de séminaires, de colloques ou de cours consacrés à la « sécurisation » des espaces urbanisés, ou, pour reprendre le jargon indigène, à la « sûreté des territoires urbains »[7]. Il est vrai que les villes sont particulièrement vulnérables, ne serait-ce que parce que la majorité de la population s’y trouve concentrée et que l’on y parvient de plus en plus difficilement à distinguer l’ami de l’ennemi. Mais, à trop tirer la sonnette d’alarme du « risque » pour justifier, sous couvert de « principe de précaution », l’instauration d’une société du contrôle généralisé, ne risque-t-on pas, si l’on peut dire, d’accroître les appréhensions des bénéficiaires supposés, au lieu de les calmer ? Ce serait là, toutefois, oublier l’opération magique capable de transmuer la panique qui pourrait en résulter en un sentiment d’euphorie : l’annonce urbi et orbi de l’avènement de l’ère du « développement durable ».

Le « développement durable » ou Comment dissiper la peur

Si l’on en croit les « lanceurs d’alerte [whistle blowers] » de la « société du risque » et leur chef de file, l’avènement de celle-ci aurait déjoué les prévisions de Marx et de ses sectateurs, et, d’une manière plus générale, de tous les « utopistes » rêvant d’une assomption communiste de l’humanité. C’est, en effet, selon Ulrich Beck, « par la petite porte des effets qu’elle induit » que la « société industrielle » aurait quitté la « scène de l’histoire mondiale », « et non pas, ce qui était la seule issue envisagée jusqu’alors dans les livres d’images de la théorie sociale, à l’occasion d’une explosion politique (révolution, élection démocratiques) »[8].

Pour peu que l’on consulte la littérature publicitaire qui en vante haut et fort le charme discret, la promesse du « développement durable » n’a pourtant rien à envier, en termes de récit fabuleux, au « livre d’images de la théorie sociale », dont Beck a fort opportunément omis de signaler qu’elle était critique, c’est-à-dire à la fois négative et utopienne – et non utopiste[9]. Échantillon parmi tant d’autres, la présentation par le département « Homme et société » du CNRS des « clefs pour bâtir une ville plus durable ». Forgées par quelques chercheurs assermentés, elles ouvrent les portes d’un véritable royaume enchanté : « Rendre la ville à l’homme », « Un toit pour tous », «Pas de quartier pour les ghettos », « La fin du tout-automobile », « Cap sur la ville verte »[10]. Et la prose décrivant à grands traits les diverses facettes de cette « ville renouvelée » est de la même eau. Ce serait presque « Demain, on rasera gratis », si, à l’instar du magic kingdom de Disney, cette « cité radieuse » relookée ne demeurait plus que jamais, quoique implicitement, placée sous le règne d’une « économie de marché » postulée pérenne. N’en déplaise, néanmoins, à la cohorte de scribes embauchés pour en conter scientifiquement merveille, il serait aisé de démontrer, si cela était ici notre propos, que la poursuite du développement urbain capitaliste au cours des décennies qui viennent a toutes les chances, aussi « équilibré, solidaire et responsable » soit-il, pour reprendre la rengaine de ses chantres, de se révéler insoutenable, dans tous les sens du terme[11].

Se frayant la voie entre l’avenir radieux et le no future, la promesse du « développement durable », réitérée au point d’apparaître déjà tenue, vise, en fait, à faire d’une pierre trois coups. En tant qu’idéologie de substitution à la « croissance », elle assure à « l’opinion », dûment mise en condition pour le croire, que la poursuite du développement est non seulement possible au plan écologique, mais aussi souhaitable au plan éthique puisque le respect des « droits sociaux des salariés » et de la « diversité culturelle » figurent dorénavant au nombre des garants de la durabilité. Du point de vue économique, ensuite, la même promesse va permettre à l’accumulation du capital de repartir de bon pied en recyclant l’impératif écologique à son profit, comme en témoignent déjà les marchés juteux ouverts à l’enseigne du « bio » et de la « HQE » – haute qualité environnementale. Last but non least, sur le plan politique – qu’il serait plus adéquat de qualifier de « policier » –, la durabilité ne peut que rimer avec la « sécurité ». Mais celle-ci se trouve, du coup, expurgée par celle-là de ses connotations inquiétantes pour jouer, au contraire, le rôle d’un tranquillisant.

En témoigne, par exemple, le propos liminaire d’un « appel à propositions » émanant du PUCA (Plan urbanisme, construction, architecture), officine de l’ex-ministère des Transports, de l’Équipement, du Tourisme et de la Mer, rebaptisé, comme il se doit, ministère de l’Équipement et de l’Aménagement durable, sur le thème « Territoire urbains et sûreté »[12]. Des esprits inquiets pourraient percevoir « la prescription sécuritaire, qui conditionne très fortement, parfois même très ostensiblement, la configuration et les pratiques de l’espace public », comme une menace sur ses fonctions traditionnelles (lieu de libre accessibilité, de contacts et d’échanges non contrôlés, de manifestations…). Qu’ils se rassurent : si « toutes les composantes et toutes les fonctions urbaines sont concernées par la prise en compte de la sûreté », celle-ci ne s’applique qu’à « tout ce qui touche à la jouissance paisible et au partage des espaces collectifs ». Rien à voir, donc, avec la soumission insidieuse des citadins à on ne sait quel ordre sécuritaire. Nombre de municipalités l’ont d’ailleurs bien compris : les « adjoints à la sécurité » y ont déjà cédé la place aux « adjoints à la tranquillité publique ».

À vrai dire, ce type de précautions oratoires ne devrait pas faire longtemps illusion. Malgré les « fécondes mutations conceptuelles[13]» dont ils se targuent pour donner le change sur le sens politique de leurs contributions « scientifiques », les chercheurs peinent à dissimuler ce que la notion de « société du risque » et ses dérivés (« société vulnérable », « ville inquiète », etc.) ont de déstabilisant. Il n’y a rien de très rassurant, en effet, à affirmer que derrière ces expressions « se rangent des dispositifs, des savoirs et des techniques qui permettent à une société déjà largement urbanisée d’appréhender les dangers qui la menacent ou plutôt d’appréhender les dangers dont elle se pense menacée[14]». Lapsus involontaire ou concerté ? « Appréhender », c’est saisir par l’esprit, mais c’est aussi envisager quelque chose avec crainte. L’esprit qui saisit serait alors lui-même saisi par l’appréhension. Tout un programme !

Érigée en un véritable impératif catégorique afin de préserver contre toute « nuisance » un système social dont la qualité présumée va de pair avec la fragilité, la « sécurité » – ou la « sûreté » – ne peut que convaincre tout un chacun (si l’on excepte une minorité de réfractaires) d’accepter sans broncher, voire d’accueillir avec satisfaction, et même, parfois, de réclamer avec force l’empilement de mesures de plus en plus drastiques attentatoires aux libertés – autres que celle de consommer. Ce qui explique que la promesse d’un « développement durable » soit ponctuée d’incessants rappels du « principe de précaution » sans le respect duquel elle serait irréalisable, ainsi que des « risques » innombrables que l’application de ce principe permettrait seule de « gérer ». Autant dire que, dans ce dispositif idéologique fonctionnant en boucle, c’est finalement la peur qui sert de carburant. À commencer par la « peur du lendemain » qui étreint de nos jours une grande partie de la population, et dont on ne sait plus très bien si elle se réfère à un avenir inquiétant ou à la précarité du présent.

Texte initialement paru dans Réfractions, n° 19, hiver 2007-2008.

Notes

[1] Paru en 1986, La Société du risque. Sur la voie d’une autre modernité sera traduit et publié en France seulement en 2001 (Aubier).

[2] Rappelons quand même que c’est la peur du « socialisme » (quelle qu’en soit la forme envisagée), et non l’altruisme, qui a poussé les représentants politiques et intellectuels des classes dominantes à promouvoir des lois « sociales », confirmant par là la loi sociologique selon laquelle la bourgeoisie n’accepte les réformes, au sens progressiste du terme, c’est-à-dire favorables aux couches populaires, que sous la menace, fantasmée ou non, d’une révolution

[3] Apparue officiellement dans la Charte de la nature adoptée par les Nations unies en 1982, l’expression sera reprise dans un article de la conférence de Rio en 1992 et, la même année, dans le… traité de Maastricht.

[4] Marc Choplet, « Principe de précaution », in Pascal Durand (dir.), Les Nouveaux Mots du pouvoir. Abécédaire critique, Aden, 2007.

[5] Ibid.

[6] Christophe Bétin et Emmanuel Martinais, « La construction du risque social par l’image : l’exemple de la vidéosurveillance à Lyon », in Thierry Coanus et Jean-François Pérouse (dir.), Villes et Risques. Regards croisés sur quelques cités “en danger”, Economica-Anthropos, 2007.

[7] Figurant en troisième place dans la Déclaration des droits de l’homme et du citoyen de 1791, derrière la liberté et la propriété, et devant… « la résistance à l’oppression », le « droit à la sûreté » visait initialement à protéger le citoyen contre l’arbitraire du pouvoir étatique. La « sûreté » fut cependant rapidement vidée de son contenu originel libérateur pour servir à légitimer l’objectif inverse : la « sécurité » de l’État contre les menées des « mauvais citoyens ». Un sens que ce terme a conservé lorsqu’il fut exhumé en 1997 par le ministre de l’Intérieur Jean-Pierre Chevènement pour donner un label « républicain », donc « de gauche », à l’intensification de la répression contre les « sauvageons ». Depuis lors, une valetaille diplômée s’évertue à ériger cette notion négativement connotée en « concept » doté de positivité.

[8] Ulrich Beck, La Société du risque, op. cit.

[9] Pour le distinguo entre « utopique » et utopien, on se reportera à l’œuvre d’Henri Lefebvre.

[10] Le Journal du CNRS, n° 197, 2007.

[11] Lire Jean-Pierre Garnier, « Un développement urbain insoutenable », L’Homme et la Société, n° 155, 2005/1.

[12] « Territoires urbains et sûreté », consultation de recherches PUCA et club Ville-Aménagement, mars 2007.

[13] Ibid.

[14] Christophe Bétin et Emmanuel Martinais, « La construction du risque social par l’image… », art. cit.

http://blog.agone.org/post/2009/12/29/La-societe-du-risque-une-peur-qui-rassure-2

Bangladesh : l'atelier de couture du monde en vient aux mains

Julie de Pardailhan

Attaques et fermeture d’usines, blocages d’autoroutes, saccages des commerces de Dacca… Les ouvriers du textile les moins payés au monde ont clairement fait savoir, hier, à l’occasion d’une revalorisation de 80% de leur salaire (!), qu’ils n’acceptent plus leur statut de main-d’œuvre quasi-gratuite du secteur occidental.

H & M, Gap, Levi Strauss, Marks & Spencer, Carrefour, Zara entre autres dépendent de ces travailleurs locaux, composés à 90% de femmes, qui leur fournissent pour 18 euros par mois de quoi remplir leurs stocks. (Et transformer, soit dit en passant, les capitales en boutiques de fringues.). Les 3,5 millions d’emplois créés – sur une population de quelque 125 millions d’habitants – profitent moins au reste du pays qu’à ces chaînes, auxquelles sont en outre octroyées des incitations fiscales.

3 semaines d’émeutes pour 55 euros

Le filon découvert dans les années 80 pourrait donc se tarir avec une prise de conscience locale peut-être due à l’alphabétisation, à la scolarisation des filles qui constituent l’essentiel de la base productive, ou encore au récent avènement du micro-crédit. Les envois d’argent des émigrés rapporteraient plus que les revenus de ces surexploité(e)s qui comptent bien obtenir les 55 euros de salaire mensuel pour lesquels ils se battent. Depuis trois semaines les actions se multiplient, réprimées aux gaz lacrymogènes par un gouvernement "aux ordres des propriétaires d’usines", et dont le budget annuel est inférieur au chiffre d’affaires du seul H & M.

http://www.contre-feux.com/billets/bangladesh-latelier-de-couture-du-monde-en-vient-aux-mains.php

Could 62 Million Homes be Foreclosure-Proof: A Homeowners' Rebellion

Ellen Brown

Mortgages bundled into securities were a favorite investment of speculators at the height of the financial bubble leading up to the crash of 2008. The securities changed hands frequently, and the companies profiting from mortgage payments were often not the same parties that negotiated the loans. At the heart of this disconnect was the Mortgage Electronic Registration System, or MERS, a company that serves as the mortgagee of record for lenders, allowing properties to change hands without the necessity of recording each transfer.

MERS was convenient for the mortgage industry, but courts are now questioning the impact of all of this financial juggling when it comes to mortgage ownership. To foreclose on real property, the plaintiff must be able to establish the chain of title entitling it to relief. But MERS has acknowledged, and recent cases have held, that MERS is a mere “nominee”—an entity appointed by the true owner simply for the purpose of holding property in order to facilitate transactions. Recent court opinions stress that this defect is not just a procedural but is a substantive failure, one that is fatal to the plaintiff’s legal ability to foreclose.

That means hordes of victims of predatory lending could end up owning their homes free and clear—while the financial industry could end up skewered on its own sword.

California Precedent

The latest of these court decisions came down in California on May 20, 2010, in a bankruptcy case called In re Walker, Case no. 10-21656-E–11. The court held that MERS could not foreclose because it was a mere nominee; and that as a result, plaintiff Citibank could not collect on its claim. The judge opined:

Since no evidence of MERS’ ownership of the underlying note has been offered, and other courts have concluded that MERS does not own the underlying notes, this court is convinced that MERS had no interest it could transfer to Citibank. Since MERS did not own the underlying note, it could not transfer the beneficial interest of the Deed of Trust to another. Any attempt to transfer the beneficial interest of a trust deed without ownership of the underlying note is void under California law.

In support, the judge cited In Re Vargas (California Bankruptcy Court); Landmark v. Kesler (Kansas Supreme Court); LaSalle Bank v. Lamy (a New York case); and In Re Foreclosure Cases (the “Boyko” decision from Ohio Federal Court). The court concluded:

Since the claimant, Citibank, has not established that it is the owner of the promissory note secured by the trust deed, Citibank is unable to assert a claim for payment in this case.

The broad impact the case could have on California foreclosures is suggested by attorney Jeff Barnes, who writes:

This opinion . . . serves as a legal basis to challenge any foreclosure in California based on a MERS assignment; to seek to void any MERS assignment of the Deed of Trust or the note to a third party for purposes of foreclosure; and should be sufficient for a borrower to not only obtain a TRO [temporary restraining order] against a Trustee’s Sale, but also a Preliminary Injunction barring any sale pending any litigation filed by the borrower challenging a foreclosure based on a MERS assignment.

While not binding on courts in other jurisdictions, the ruling could serve as persuasive precedent there as well, because the court cited non-bankruptcy cases related to the lack of authority of MERS, and because the opinion is consistent with prior rulings in Idaho and Nevada Bankruptcy courts on the same issue.

What Could This Mean for Homeowners?

Earlier cases focused on the inability of MERS to produce a promissory note or assignment establishing that it was entitled to relief, but most courts have considered this a mere procedural defect and continue to look the other way on MERS’ technical lack of standing to sue. The more recent cases, however, are looking at something more serious. If MERS is not the title holder of properties held in its name, the chain of title has been broken, and no one may have standing to sue. In MERS v. Nebraska Department of Banking and Finance, MERS insisted that it had no actionable interest in title, and the court agreed.

An August 2010 article in Mother Jones titled “Fannie and Freddie’s Foreclosure Barons” exposes a widespread practice of “foreclosure mills” in backdating assignments after foreclosures have been filed. Not only is this perjury, a prosecutable offense, but if MERS was never the title holder, there is nothing to assign. The defaulting homeowners could wind up with free and clear title.

In Jacksonville, Florida, legal aid attorney April Charney has been using the missing-note argument ever since she first identified that weakness in the lenders’ case in 2004. Five years later, she says, some of the homeowners she’s helped are still in their homes. According to a Huffington Post article titled “‘Produce the Note’ Movement Helps Stall Foreclosures”:

Because of the missing ownership documentation, Charney is now starting to file quiet title actions, hoping to get her homeowner clients full title to their homes (a quiet title action ‘quiets’ all other claims). Charney says she’s helped thousands of homeowners delay or prevent foreclosure, and trained thousands of lawyers across the country on how to protect homeowners and battle in court.

Criminal Charges?

Other suits go beyond merely challenging title to alleging criminal activity. On July 26, 2010, a class action was filed in Florida seeking relief against MERS and an associated legal firm for racketeering and mail fraud. It alleges that the defendants used “the artifice of MERS to sabotage the judicial process to the detriment of borrowers;” that “to perpetuate the scheme, MERS was and is used in a way so that the average consumer, or even legal professional, can never determine who or what was or is ultimately receiving the benefits of any mortgage payments;” that the scheme depended on “the MERS artifice and the ability to generate any necessary ‘assignment’ which flowed from it;” and that “by engaging in a pattern of racketeering activity, specifically ‘mail or wire fraud,’ the Defendants . . . participated in a criminal enterprise affecting interstate commerce.”

Local governments deprived of filing fees may also be getting into the act, at least through representatives suing on their behalf. Qui tam actions allow for a private party or “whistle blower” to bring suit on behalf of the government for a past or present fraud on it. In State of California ex rel. Barrett R. Bates, filed May 10, 2010, the plaintiff qui tam sued on behalf of a long list of local governments in California against MERS and a number of lenders, including Bank of America, JPMorgan Chase and Wells Fargo, for “wrongfully bypass[ing] the counties’ recording requirements; divest[ing] the borrowers of the right to know who owned the promissory note . . .; and record[ing] false documents to initiate and pursue non-judicial foreclosures, and to otherwise decrease or avoid payment of fees to the Counties and the Cities where the real estate is located.” The complaint notes that “MERS claims to have ‘saved’ at least $2.4 billion dollars in recording costs,” meaning it has helped avoid billions of dollars in fees otherwise accruing to local governments. The plaintiff sues for treble damages for all recording fees not paid during the past ten years, and for civil penalties of between $5,000 and $10,000 for each unpaid or underpaid recording fee and each false document recorded during that period, potentially a hefty sum. Similar suits have been filed by the same plaintiff qui tam in Nevada and Tennessee.

By Their Own Sword: MERS’ Role in the Financial Crisis

MERS is, according to its website, “an innovative process that simplifies the way mortgage ownership and servicing rights are originated, sold and tracked. Created by the real estate finance industry, MERS eliminates the need to prepare and record assignments when trading residential and commercial mortgage loans.” Or as Karl Denninger puts it, “MERS’ own website claims that it exists for the purpose of circumventing assignments and documenting ownership!”

MERS was developed in the early 1990s by a number of financial entities, including Bank of America, Countrywide, Fannie Mae, and Freddie Mac, allegedly to allow consumers to pay less for mortgage loans. That did not actually happen, but what MERS did allow was the securitization and shuffling around of mortgages behind a veil of anonymity. The result was not only to cheat local governments out of their recording fees but to defeat the purpose of the recording laws, which was to guarantee purchasers clean title. Worse, MERS facilitated an explosion of predatory lending in which lenders could not be held to account because they could not be identified, either by the preyed-upon borrowers or by the investors seduced into buying bundles of worthless mortgages. As alleged in a Nevada class action called Lopez vs. Executive Trustee Services, et al.:

Before MERS, it would not have been possible for mortgages with no market value . . . to be sold at a profit or collateralized and sold as mortgage-backed securities. Before MERS, it would not have been possible for the Defendant banks and AIG to conceal from government regulators the extent of risk of financial losses those entities faced from the predatory origination of residential loans and the fraudulent re-sale and securitization of those otherwise non-marketable loans. Before MERS, the actual beneficiary of every Deed of Trust on every parcel in the United States and the State of Nevada could be readily ascertained by merely reviewing the public records at the local recorder’s office where documents reflecting any ownership interest in real property are kept....

After MERS, . . . the servicing rights were transferred after the origination of the loan to an entity so large that communication with the servicer became difficult if not impossible .... The servicer was interested in only one thing – making a profit from the foreclosure of the borrower’s residence – so that the entire predatory cycle of fraudulent origination, resale, and securitization of yet another predatory loan could occur again. This is the legacy of MERS, and the entire scheme was predicated upon the fraudulent designation of MERS as the ‘beneficiary’ under millions of deeds of trust in Nevada and other states.

Axing the Bankers’ Money Tree

If courts overwhelmed with foreclosures decide to take up the cause, the result could be millions of struggling homeowners with the banks off their backs, and millions of homes no longer on the books of some too-big-to-fail banks. Without those assets, the banks could again be looking at bankruptcy. As was pointed out in a San Francisco Chronicle article by attorney Sean Olender following the October 2007 Boyko decision:

The ticking time bomb in the U.S. banking system is not resetting subprime mortgage rates. The real problem is the contractual ability of investors in mortgage bonds to require banks to buy back the loans at face value if there was fraud in the origination process.

. . . The loans at issue dwarf the capital available at the largest U.S. banks combined, and investor lawsuits would raise stunning liability sufficient to cause even the largest U.S. banks to fail . . . .

Nationalization of these giant banks might be the next logical step—a step that some commentators said should have been taken in the first place. When the banking system of Sweden collapsed following a housing bubble in the 1990s, nationalization of the banks worked out very well for that country.

The Swedish banks were largely privatized again when they got back on their feet, but it might be a good idea to keep some banks as publicly-owned entities, on the model of the Commonwealth Bank of Australia. For most of the 20th century it served as a “people’s bank,” making low interest loans to consumers and businesses through branches all over the country.

With the strengthened position of Wall Street following the 2008 bailout and the tepid 2010 banking reform bill, the U.S. is far from nationalizing its mega-banks now. But a committed homeowner movement to tear off the predatory mask called MERS could yet turn the tide. While courts are not likely to let 62 million homeowners off scot free, the defect in title created by MERS could give them significant new leverage at the bargaining table.

http://www.counterpunch.org/brown08192010.html

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