Ulises Canales
La acentuada pobreza, el desempleo, la corrupción y la distribución desigual de las riquezas nacionales destacan como detonantes de primer orden de las revueltas que todavía hoy sacuden a varios países árabes, coincidieron analistas en esta capital.
El desempleo, que en el mundo árabe supera el 14 por ciento y es del 40 por ciento entre los jóvenes, figuró entre las denuncias de quienes se alzaron en Túnez y Egipto contra los regímenes de Zine El Abidine Ben Alí y Hosni Mubarak, respectivamente.
Con tal rotundidad se pronunciaron participantes en el panel "Causas económicas del Descontento" dentro del XI Foro de Doha que aglutina en la capital de Catar a especialistas, políticos, cancilleres, académicos y activistas sociales de cinco continentes.
Para el ministro de Finanzas de Catar, Youssef Hussein Kamal, "no hay justificación para no implementar programas económicos que atiendan las necesidades de la población" en una zona como Medio Oriente, donde confluyen recursos humanos y naturales que propician altos ingresos.
A su vez, el titular de Finanzas de Jordania, Mohammed Abu Hammour, mencionó los casos de Túnez, Egipto y Yemen, donde -dijo- la corrupción y la concentración de la riqueza relegaron programas socioeconómicos.
Hammour señaló que entre los factores que lanzaron a los pueblos de varios países, incluido el suyo, a las calles convergen problemas económicos, políticos, religiosos y cívicos.
Destacó, sin embargo, que tuvieron gran peso el aumento de los precios de los alimentos, la escasa participación femenina en labores productivas, lo cual limita el crecimiento económico, y la falta de justicia social e igualdad.
Por su lado, el presidente del Banco Árabe para el Desarrollo en África y ex ministro de Economía y Finanzas de Argelia, Abdel Aziz Khalaf, lamentó que la desunión entre los Estados árabes impida un mayor volumen de inversión en los países más atrasados.
"Africa posee cuantiosos recursos naturales, pero cualquier país está más interesado en invertir en África que sus propios vecinos", subrayó en claro reproche a las naciones petroleras del Golfo Pérsico que desvían sus capitales a otras regiones no árabes.
Khalaf afirmó que la pérdida de esperanza por parte de los jóvenes y el desempleo fueron y son "cuestiones de dignidad" y, por lo mismo, los compulsores de las masivas protestas antigubernamentales, de ahí que abogó por "pensar de manera colectiva y fraguar una nueva estrategia".
A su vez, Islam Shalaby, participante en las revueltas de enero y febrero pasados contra Mubarak, señaló que, además del enriquecimiento desmedido de la élite del anterior régimen egipcio, molestó que familias ricas llegaron a controlar recursos vitales como el agua.
Egipto, pese a poseer petróleo, gas, turismo y otros recursos, tiene al 70 por ciento de su población viviendo en áreas marginales o rurales sin acceso a energía eléctrica o usándola de manera ilegal, y ocupó el lugar 150 en una lista descendente de 180 países corruptos, apuntó.
Shalaby y otros ponentes remarcaron la necesidad de una integración árabe, pero defendieron propiciarla a instancias de los pueblos, porque -recordaron- "hemos tenido experiencias dolorosas en la integración entre los gobiernos".
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