Salir del nido, acabar los estudios, encontrar trabajo, independizarse... dar los pasos que hacen que una persona traspase la línea cada vez más delgada entre juventud y madurez nunca ha sido fácil. En el último año, la crisis se lo está poniendo aún más difícil a la gente joven. Porque también ellos, los jóvenes entre 18 y 30 años, la sufren. Están en las colas del paro, en las listas de endeudados, entre los que curran para pagarse una carrera o estudiar un máster, entre el millón de hogares con todos los miembros en paro, en las listas para conseguir una vivienda de protección oficial (la única que pueden pagar)... Los jóvenes están en crisis.
Daniela se levanta y se acuesta en 15 metros cuadrados, la dimensión que tiene su piso en Madrid. No tiene contrato de alquiler, porque para ese espacio el ayuntamiento no emite cédulas de habitabilidad, así que tampoco puede empadronarse ni solicitar ninguna ayuda. Es lo único que puede permitirse por un piso para ella sola, porque a sus 28 años pensó que ya era el momento de dejar de compartir casa. "Me echaron del trabajo porque necesitaban reducir personal, tras dos meses en paro he encontrado otro trabajo como mediadora educacional, pero mi contrato es temporal y me pagan como técnica, no como licenciada que es lo que soy. No me pagan como deberían", explica.
No es la única. Ante las mismas preguntas, buena parte de los jóvenes opinaría que su trabajo es precario y que su sueldo no corresponde con su formación y esfuerzo. Los datos les dan la razón.
Desánimo y necesidad
El mercado laboral no es agradecido con los jóvenes. La tasa de actividad de la población entre 16 y 34 años fue del 79% en el último trimestre del 2008, una cifra especialmente alta. La crisis económica lanzó al mercado laboral a muchos jóvenes, empujados por el empeoramiento de las circunstancias económicas de sus familias. Sin embargo, en lo que llevamos de año, el sector más joven, los menores de 25 años, es el único colectivo en el que ha bajado la población activa (mayores de dieciséis años que pueden y están en disposición de trabajar), en concreto, un 3,5%, según un informe de la Agencia de Grandes Empresas de Trabajo Temporal (Agett). Esto significa que ya hay 82.000 jóvenes menos buscando empleo que hace un año.
Es lo que algunos expertos llaman el "efecto desánimo", que afecta más a las mujeres jóvenes: dejan de buscar trabajo debido a la falta de oportunidades, aprovechan el apoyo del núcleo familiar para posponer su entrada al mundo del trabajo y, en mucho casos, continuar con su formación. De hecho, la franja de parados que más se forma son los menores de 25 años.
Carlos no ha podido esperar para encontrar trabajo. Estudiante de periodismo de 24 años, compagina carrera y trabajo temporal para poder pagarse la carrera y el piso que comparte con otros tres estudiantes. También Mari Carmen ha trabajado unos meses para pagar su estancia en Madrid: "Si el año que viene me vuelven a denegar la beca tendré que volver a buscar algo".
Alta temporalidad
Cuando los jóvenes acceden al mercado laboral, el siguiente escollo es la temporalidad. La población joven es la que presenta las tasas más altas de temporalidad, de casi el 60%, que asciende al 65% en el caso del sector público.
Es el caso de Elisa, de 25 años, que lleva dos encadenando contratos temporales hasta hace cuatro meses: "Vivo sola y sigo necesitando trabajo para pagar el piso y mantenerme, porque mis padres no pueden hacerse cargo de mi. He echado cientos de curricula, pero ahora no me llaman de ningún sitio, ni para trabajar de camarera los fines de semana". Elisa, licenciada, quiere estudiar un máster, por eso, y ante las nulas perspectivas de trabajo, volverá el mes que viene a Barcelona, a casa de sus padres. "Ellos ya me pagaron la carrera, ahora me toca ahorrar", dice.
España es el país de la Unión Europea con la tasa de desempleo juvenil más alta, con cerca del 30% de la población activa menor de 25 años en paro, casi quince puntos por encima de la media europea. Además, según Agett, en el último trimestre de 2008, las posibilidades de que una persona joven pasara de estar desempleada a encontrar un trabajo se redujo, mientras que las probabilidades de quedarse en paro se duplicaron.
Arquitectas en paro
Incluso los jóvenes que estudiaron carreras con muchas posibilidades laborales se encuentran ahora ante un panorama más que complicado. Es el caso de Elena, Teresa, Itziar, Beatriz y Raquel, entre los 25 y los 27 años, todas arquitectas. El pequeño salón de su piso compartido es ahora su propio estudio de arquitectura: DosconTres. Después de comer, los platos y el mantel de la mesa dejan paso a ordenadores y planos.
"Hace dos años, busqué prácticas y pude elegir de sobra, ahora no hay nada", dice Itziar. Raquel asiente: "En esta carrera, antes de acabar ya tenías trabajo porque te llamaban de sitios por medio de compañeros y profesores, pero eso ya no pasa". Elena trabajó durante un tiempo en el estudio de un arquitecto que le aseguró un trabajo una vez que acabara la carrera, "ahora no lo encuentro, le llamo y ni me coge el teléfono". Las integrantes de DosconTres se juntan varios días a la semana para acabar proyectos con los que presentarse a concursos públicos, su única salida por el momento.
En casa con mamá y papá
Con aspecto cansado, Víctor atiende a los clientes detrás del mostrador de su negocio, un cibercafé y locutorio en una zona céntrica de Madrid. Un cartel de "Se traspasa" en lo alto de la entrada hace presagiar que las cosas no le van muy bien. Tiene 30 años y él también ha vuelto a casa de sus padres. "Desde el año pasado ha caído mucho el número de clientes y el negocio ha ido cada vez peor", dice.
Al descenso de clientes hay que sumarle las obras que inundan su calle, que sólo en el último mes han hecho que su facturación baje "por lo menos un 80%". Hace dos años las cosas le iban mejor y Víctor se compró una casa, que ahora tiene alquilada para pagar su hipoteca a treinta y cinco años. Aún así, el alquiler no cubre por completo sus cuotas de hipoteca.
El número de personas jóvenes emancipadas ha ido disminuyendo de 2004 hasta hoy. Si en el cuarto trimestre de 2004, el número de jóvenes que consiguieron independizarse se incrementó en un 5,64% respecto al año anterior, a finales de 2008 este aumento fue tan sólo del 1,52%, según el último Observatorio de la Vivienda Joven. Este informe subraya el descenso brusco de la población joven emancipada que se está produciendo en algunas comunidades autónomas, como Cantabria y País Vasco.
Actualmente, el esfuerzo que tendría que hacer un joven para comprarse una casa supondría el 85,9% de su salario. Es decir, sus ingresos mínimos necesarios para adquirir una vivienda deberían rondar los 41.000 euros anuales, cuando el salario medio de una persona joven es de 14.577 euros al año.
Javi, 29 años, optó por el alquiler cuando se trasladó a Mallorca en busca de trabajo. Ahora está en paro y ha pasado unos meses en casa de su madre, pero pronto regresará a la isla con la esperanza de que el verano haga resurgir el empleo. El alquiler es precisamente una opción menos gravosa para los jóvenes, aunque el pago estricto de una renta libre excedería del 40% de su salario. Si se le suman las fianzas y avales, el coste llega al 56% del salario.
El panorama es gris para los jóvenes menores de 34 años, que viven ahora su primera gran crisis económica. Siempre hay una primera vez y no siempre son agradables, pero de todas se aprende.
Público.es - 22.06.09
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