En todas las catástrofes, hay siempre algunos ganadores entre la multitud de víctimas y perdedores. Los malos tiempos, al igual que los buenos, dan beneficios para algunos. En el caso de la actual debacle económica global, con el mundo al borde del precipicio y casi 50 millones de personas que es posible que pierdan su empleo antes de que acabe el año, uno de los ganadores va a ser posiblemente la actividad criminal y los sindicatos del crimen. Desde México hasta África, Rusia o China, el grupo de gente desesperada y sobornable crece exponencialmente, indicando un potencial y repentino repunte en la actividad criminal global. A medida que aumenten los beneficios ilícitos, así lo hará la violencia de las guerras de competencia entre los sindicatos del crimen así como la de los desesperados esfuerzos de los gobiernos para intentar poner freno a la actividad criminal.
Tomemos , presente estos días en los titulares. A finales de marzo, durante su primer viaje oficial como Secretaria de Estado, a Hillary Clinton se le preguntaba insistentemente sobre el estallido de violencia relacionada con las drogas en ese país, las miles de muertes que ha conllevado, la patente incapacidad del ejército mexicano para contener, no digamos ya reprimir, el tráfico de drogas, y sobre la posibilidad de que el país esté en peligro de convertirse en un "estado fallido". México en si mismo puede que no esté en peligro de colapsarse, respondió diplomáticamente, pero un peligro muy real amenaza a ambos países en la forma de un incremento de la violencia criminal a lo largo de la frontera entre EEUU y México. "Los criminales y sus líderes que están extendiendo la violencia tratan de corroer los fundamentos de la ley, el orden, la amistad y la confianza entre nosotros", declaró en una conferencia de prensa en Ciudad de México. Para contrarrestar este peligro, la secretaria de estado prometió una respuesta militarizada que reflejase el nivel de peligro que ella percibía – un incremento significativo en la asistencia norteamericana en la lucha contra el tráfico de drogas, incluida la eminente entrega de algunos helicópteros Black Hawk.
El tráfico de drogas mexicano en sí mismo no es nada nuevo. El tráfico de exportación ilegal a los EEUU y la consecuente sangrienta competencia entre los traficantes para acceder al mercado norteamericano han preocupado desde hace mucho tiempo tanto a las autoridades mexicanas como a las de EEUU. En los últimos dos años, sin embrago, la violencia procedente del tráfico ilegal ha ascendido hasta cotas sin precedentes a medida que los principales grupos criminales – el cártel Juárez, el cártel Sinaloa, el cártel del Golfo, y Los Zetas – han resistido con éxito una fiera ofensiva gubernamental, mientras al mismo tiempo luchaban entre ellos por el control de los puntos fronterizos clave. Según el Fiscal General de México, Eduardo Medina-Mora, 5.376 mejicanos fueron asesinados en actos de violencia relacionados con las drogas en los primeros 11 meses de 2008, comparado con los 2,477 del mismo periodo de 2007, un incremento del 117%. Y a medida que la situación es cada vez más difícil para los mexicanos de a pie, reclutar para el tráfico ilegal es cada vez más fácil incluso aunque las muertes no dejen de multiplicarse. Las autoridades norteamericanas creen además que la lucha entre clanes se está extendiendo peligrosamente al territorio de EEUU, aumentándose las cifras de asesinatos en estados fronterizos como Arizona, California y Texas.
La actual masacre en México puede que este monopolizando los titulares extranjeros, pero muchos otros lugares del mundo han visto también crecer súbitamente la violencia criminal en 2008 y los primeros meses de 2009, a medida que la crisis económica global se ha ido acentuando. Mientras los empleos legales van desapareciendo, cada vez mayores grupos de jóvenes desempleados son comprensiblemente atraídos hacia lo que aún sigue disponible – puestos no del todo legales para trabajar en el ejército o la policía que en muchos países están mal pagados pero dan acceso a suculentos sobornos. Este tipo de proceso parece estar dándose en las regiones más empobrecidas de África, Asia y América Latina.
Traficantes de drogas y piratas
En realidad, es una ironía que mientras se derrumban el comercio global y demás ámbitos de la globalización económica, el crimen puede que se esté globalizando. Téngase en cuenta los últimos acontecimientos en Guinea-Bissau y Perú, cuando se trate de ver el creciente alcance y ferocidad de los traficantes de droga latinoamericanos.
El 1 de marzo en Guinea-Bissau, una antigua colonia portuguesa en la costa occidental de África, unos asaltantes desconocidos mataron el Jefe de las Fuerzas Armadas el General Batiste Tagme Na Waie y al presidente João Bernardo Vieira, con pocas horas de diferencia entre el primer asesinato y el segundo. Esos dos hombres habían sido durante mucho tiempo rivales políticos, y se cree que el presidente Vieira estuvo detrás del asesinato de Na Waie y que fue luego ajusticiado como represalia por miembros de las fuerzas de seguridad del país.
Guinea-Bissau, sin embargo, se ha convertido también en una vía de entrada importante del tráfico ilegal de drogas desde Colombia hacia Europa. Muchos observadores creen que los asesinatos estaban ligados a luchas intestinas entre los cárteles de la droga y sus vínculos con las elites políticas y militares de Guinea-Bissau. Si bien los asesinatos puede que en parte fueran motivados por "odios personales y rivalidades étnicas", dice Joseph Sala, un antiguo funcionario del Departamento de Estado que conoce a fondo el país, un factor a tener en cuenta fue también "la creciente implicación de los cárteles de la droga latinoamericanos".
En Perú, la omnipresente tentación de los grandes beneficios ilegales procedentes de la droga se refleja en el resurgir del movimiento de guerrilla Sendero Luminoso – esta vez como una operación de contrabando de cocaína. Originariamente una organización revolucionaria maoísta, Sendero Luminoso prácticamente desapareció después de que su líder mesiánico, Abimael Guzmán, fuese detenido por agentes antiterroristas peruanos en 1992. Recientemente sin embargo, una facción del grupo que sobrevivió ha reaparecido en un remoto reducto de jungla de las zonas más empobrecidas, promoviendo el cultivo de la hoja de coca y su posterior procesado en cocaína. Aunque todavía profese lealtad a sus raíces maoístas, dicha facción de la guerrilla parece destinar la mayor parte de su tiempo a rechazar los esfuerzos del ejército peruano por acabar con el tráfico de drogas en la región. El resultado ha sido un repunte de la violencia armada con al menos 22 soldados y miembros de los cuerpos policiales muertos en la región en 2008, el mayor número de muertos en casi una década.
Y a medida que las condiciones de vida se endurecen, el incremento de la violencia criminal se hace evidente de otras dos sorprendentes formas: con aumentos de la piratería en alta mar y como un repunte en el número de penas capitales en China.
El auge de la piratería ha obtenido particular notoriedad desde que piratas somalíes secuestraron en noviembre de 2008 el Sirius Star, un superpetrolero saudí que llevaba más de 100 millones de dólares en crudo. En cierto sentido, Somalia puede ser la señal de alarma sobre lo que está por venir en regiones mucho mayores en esta nueva era de criminalidad. Como genuino estado fallido, después de todo Somalia ha estado experimentado durante años su equivalente a lo que sería una gran depresión. Y aunque haya liderado en cuestión de piratería, el fenómeno está creciendo en todas partes. La toma del Sirius Star fue sólo uno de los 293 incidentes de 2008 relacionados con la piratería – la mayor cifra desde que el Piracy Reporting Centre (PRC) del International Maritime Bureau – Observatorio de la Piratería de la Oficina Marítima Internacional, N. del T. – empezó a recopilar este tipo de información en 1992. Según el informe anual sobre piratería del RPC, 889 miembros de tripulaciones fueron tomados como rehenes en 2008, 11 fueron asesinados, y 21 siguen desaparecidos y presumiblemente estén muertos; se dispararon armas en 139 de los incidentes, en comparación con los 72 de 2007.
Cuando se trata de China, cuya fructífera economía era una maravilla mundial hasta que el comercio internacional se vio fuertemente dañado el año pasado, resulta difícil calcular el nivel de violencia criminal, ya que los funcionarios parece que lo subestiman sistemáticamente. Sin embargo, hay indicios de que está aumentando y de que el crimen organizado se ha asegurado una mayor presencia en el país. En lo que es evidentemente un esfuerzo por parte de Beijing para combatir esta tendencia el gobierno ha incrementado claramente sus ejecuciones de criminales considerados culpables de delitos capitales. En 2007 y según Amnistía Internacional, al menos 470 criminales convictos fueron ejecutados y otros 1.860 (o más) sentenciados a muerte. Las cifras de 2008 acabadas de publicar muestran un incremento: enorme: 1.718 o más ejecuciones y otras 7.003 personas sentenciadas a pena de muerte. Algunas de esas personas ajusticiadas puede que fuesen prisioneros políticos acusados falsamente de delitos criminales, pero la gran mayoría eran, presumiblemente, criminales comunes condenados a muerte para intimidar a quienes se les pueda ocurrir adoptar comportamientos similares.
El surgimiento del narco-estado
Estos acontecimientos y otros similares hacen surgir la natural pregunta de: ¿en qué medida pueden los incrementos globales en la violencia criminal que vendrán atribuirse a la crisis económica mundial?
La situación en México sugiere sin duda una estrecha relación. Como el resto de países que dependen de las exportaciones a EEUU, México ha sido fuertemente golpeado por la actual crisis y sigue tambaleándose. Las exportaciones totales cayeron un 32% en enero, mientras que las exportaciones de automóviles – una de las principales fuentes de la actividad económica en los estados mejicanos fronterizos – cayeron un 50% en los dos primeros meses de 2009. Según algunos cálculos, las industrias exportadoras mexicanas han perdido 65.000 puestos de trabajo desde octubre, una cifra que los expertos consideran infraestimada. Muchos economistas predicen una dolorosa contracción del 5% para la economía mejicana en 2009.
Hay sin embargo un empresario mexicano dedicado a la exportación que está prosperando en los malos tiempos: el tráfico de drogas. Con tanta gente sin trabajo o viendo caer sus ingresos, la atracción por verse empleado en ello ha sin duda aumentado. Según algunas estimaciones el tráfico ilegal, sobretodo a los EEUU, le reporta al cártel de la droga mexicano del orden de 25 mil millones de dólares al año, haciendo de esta una de las más lucrativas industrias del país, y a pesar de las ofensivas del gobierno no parece haber ningún cambio importante a la vista. Es cierto, los traficantes se arriesgan a que les arresten y pasen una larga temporada en la cárcel, pero hay tantos policías y jueces mexicanos que están claramente en nómina de los cárteles que la posibilidad de que ello ocurra sigue siendo remota para los altos mandos del cártel. Con el resto de oportunidades de empleo para los varones jóvenes en claro declive, la tentación del dinero fácil – sin mencionar el engañoso glamour de una vida fuera de la ley – debe antojársele irresistible a muchos.
La ofensiva contra el tráfico de drogas que está llevando a cabo el gobierno mexicano junto con un fuerte apoyo de EEUU ha, paradójicamente, hecho del tráfico de drogas una profesión más atractiva. Ello es así porqué el incremento en los arrestos y las confiscaciones de alijos ha hecho subir el precio de las drogas en la calle, aumentándose así los beneficios de aquellos que consiguen eludir la policía y los agentes de narcóticos. Dado el ambiente económico que se ha generalizado, está claro que ello se va a convertir en un sistema retroalimentado que seguirá atrayendo al tráfico de drogas a jóvenes ambiciosos o desesperados.
Como sugiere el profesor Francisco E. González de la Johns Hopkins University al explicar esta problemática en la revista Current History, "no hace falta decir que las condiciones de desesperación y las situaciones donde hay que tomar decisiones vitales extremas abundan en los países en desarrollo como México. Mientras dichas condiciones persistan, y mientras el sistema puesta en marcha para atacar el tráfico de drogas conlleve un aumento excepcional de los beneficios, seguirá habiendo personas dispuestas a jugar a esta lotería".
De hecho, esta observación puede aplicarse igual de bien a muchos otros países que sufren una severa penuria económica. Tomemos Guinea-Bissau y su vecino Guinea, ambos básicamente países indigentes que se describen generalmente como "narco-estados" (es decir, países cuyas instituciones políticas y económicas se han visto ampliamente infiltradas por los cárteles de la droga latinoamericanos). Guinea-Bissau está en el noveno lugar por la cola en el último ranking del índice de desarrollo humano (IDH) de las Naciones Unidas publicado en diciembre, que mide para todos los países estándares de calidad de vida, salud y educación. En términos de producto interior bruto per cápita es el quinto por la cola, a duras penas por encima de Liberia y Burundi. No es de extrañar pues que un gobierno que parece totalmente incapaz de generar suficientes ingresos por otras vías se suponga que está fuertemente infiltrado por los cárteles.
Según los funcionarios de Naciones Unidas, Guinea-Bissau consigue del orden de mil millones de dólares al año en rentas ilegales procedentes del tráfico de drogas, una muy buena tajada para un país tan pobre. El tráfico de drogas "juega de hecho un papel en la actual crisis" indica Carlos Cardoso, un investigador del Consejo para el Desarrollo de la Investigación en Ciencias Sociales en África. "El tráfico de drogas parece que implica a los militares. Dada la ubicuidad de los militares en la vida política, cualquier cosa que los afecte, afecta al estado".
La vecina Guinea, anteriormente llamada Guinea Francesa, presenta un cuadro muy similar. Dirigida por el dictador militar Lansana Conté hasta diciembre de 2008, ha devenido también un refugio para los narcotraficantes suramericanos. "En los últimos años, a medida que empeoraba la salud del Sr. Conté, Guinea se ha precipitado hacia el caos", escribía Lydia Polgreen en el New York Times. "Los traficantes de drogas suramericanos, que envían cocaína a Europa a través de África occidental, infiltraron el gobierno a su más alto nivel. El hijo del Sr. Conté, Ousmane, confesó en la televisión en febrero que colaboraba con los traficantes de cocaína que habían virtualmente transformado a Guinea en un narco-estado". Lansana Conté murió el 23 de diciembre y el poder fue usurpado por una junta militar dirigida por el capitán Moussa Dadis Camara; los jóvenes oficiales que integran la junta han declarado su intención de limpiar el país y derrotar a los traficantes, pero muchos guineanos muestra escepticismo sobre su capacidad para llevar a cabo esa hercúlea tarea.
Una situación de pobreza y caos ha prevalecido durante mucho tiempo en Somalia, hogar de los piratas de la alta mar más determinados y agresivos. De los 293 incidentes de piratería registrados por el PRC en 2008, 111 (el 38%) ocurrieron en el Golfo de Aden o cerca de la costa de Somalia. Muchos de los incidentes más temerarios – incluida la captura del Sirius Star – ocurrieron también en esas aguas. Por otro lado, muchos de los piratas somalíes son antiguos pescadores que se arruinaron cuando el colapso del estado somalí le impidió seguir protegiendo los ricos bancos de pesca del país ante la rapiña por parte de las mucho mejor organizadas flotas de otros países. Estando ahora sin un céntimo, estos antiguos pescadores han tenido que dedicarse a la piratería para poder sostener a sus familias. "Matar no entra en nuestros planes", dijo en octubre de 2008 a un periodista el secuestrador de un carguero que llevaba armas. "Solamente queremos dinero para poder protegernos del hambre".
Un síndrome de crimen, violencia y represión
China no es Guinea-Bissau, claro. Millones de ciudadanos chinos viven con un cierto lujo, los beneficiarios de un cuarto de siglo de crecimiento sin precedentes; pero muchos otros millones todavía viven en la extrema pobreza, luchando por la supervivencia en minúsculas granjas del interior o trabajando tras migrar a las ciudades, trabajando la mayoría en la industria manufacturera que produce artículos de consumo para la exportación. Mientras la economía china estaba en fuerte expansión, los trabajadores que migraban eran capaces de encontrar empleos en las fábricas exportadoras de la costa y podían mandar algo de dinero a sus familias en el campo. Ahora sin embargo, con las cifras sobre el comercio chino sufriendo una fuerte caída y muchas fábricas haciendo recortes o cerrando debido al declive en las exportaciones, al menos 20 millones de esos trabajadores están en la calle, mientras los funcionarios chinos temen un auge de los disturbios y la criminalidad.
Esa cifra de 20 millones de trabajadores la dio Chen Xiwen, un alto cargo que dirige el departamento de política rural del Partido Comunista Chino. "Esos trabajadores que migraron y ahora han perdido su empleo, ¿que van a hacer para conseguir ingresos cuando vuelvan a sus aldeas? ¿Cómo van a arreglárselas? Este es un nuevo factor que va a afectar la estabilidad social este año", dijo en una conferencia de prensa en febrero en Beijing.
Que muchos de esos trabajadores vayan a encontrar un empleo remunerado en sus propias aldeas es algo inconcebible – las parcelas de tierra cultivable son excesivamente pequeñas y, a pesar del paquete de estímulo del gobierno chino, hay muy pocas otras fuentes de ingresos. Como resultado, muchos de estos antiguos agricultores en paro se volverán una vez más a las ciudades en busca de cualquier tipo de trabajo. El peligro es que muchos de ellos serán engañados con su paga por unos empresarios sin escrúpulos que se aprovecharán de su situación desesperada, o sencillamente no darán con trabajo alguno, lo que llevará a furiosas protestas (que en China se conocen como "incidentes de masas"). Así que se puede contar con ello: así como en México y en el resto del mundo, algunos de ellos serán atraídos por el crimen organizado o por otras actividades ilegales.
Reconociendo estos riesgos, Chen Xiwen presagiaba la necesidad de una mayor preparación por parte del gobierno para contener dichos incidentes de masas u otras formas de desorden social. "Si ocurre algún incidente de masas, los cuadros dirigentes deberán salir todos a primera línea y hablar directamente a la gente, cara a cara, para explicarles las cosas", en lugar de sencillamente confiar el la coerción policial y de ese modo provocar un enfado aún mayor de la ciudadanía.
Este síndrome – caída del empleo en el corazón de la economía, mayor dependencia de los trabajos en empresas marginales o en la economía sumergida del mercado negro, y aumentos de los índices de violencia y criminalidad que llevan a una mayor represión estatal – es probable que se repita en una serie de otros países que sufren también el impacto de la crisis económica global.
Rusia tiene un riesgo especial ante este síndrome. Según un informe del Banco Mundial de marzo, su economía se espera que se contraiga un impresionante 4,5% en 2009, mientras el paro se espera que llegue al 12%, doblándose la cifra de 2008. Las consecuencias es claro que serán duras: "Es probable que el número de pobres en Rusia ascienda en 2,75 millones, eliminando parte de lo ganado los últimos años en reducción de la pobreza". Ello, a su vez, forzará a más gente a tener que satisfacer sus necesidades como sea, incluyendo la participación en la economía informal, hurto y pequeños robos, o el crimen organizado – motivándose así una mayor represión por parte de las autoridades estatales.
Rusia ha estado infestada de altos niveles de crimen organizado e individual durante mucho tiempo. "La embajada de los EEUU recibe numerosos informes sobre delitos e incidentes criminales por parte de norteamericanos que están en Rusia tanto oficialmente como individualmente. Esos incidentes incluyen, entre otros, violencia racial, robo, vandalismo, asaltos físicos, y asesinato", informó en febrero el Overseas Security Advisory Council (OSAC) – Consejo Asesor para la Seguridad en el Exterior, N. del T. –, una agencia del Departamento de Estado. La actual crisis económica ha, se mire como se mire, incrementado seriamente el grado de dicha desobediencia. Los periódicos rusos han estado informando de aumentos en todo tipo de delitos, desde el hurto y los pequeños robos en tiendas hasta los asaltos a personas con resultado de muerte. "Una de las consecuencias negativas más significativas de la crisis podría ser un cambio en las tendencias criminales", observaba el fiscal general de Moscú, Yuri Syomin, en febrero. "Si las condiciones de vida empeoran, el crimen aumentará".
Uno de los aspectos de la creciente ola de criminalidad en Rusia que es probable que se repita en otros lugares son los ataques a inmigrantes, que son a menudo presentados por los grupos racistas y ultra-nacionalistas como quienes se llevan los empleos de los nativos en tiempos de escasez de trabajo. "Ha habido un aumento paulatino de los incidentes por motivos raciales y de la violencia étnica a lo largo de toda Rusia", informaba el OSCA en una nota de prensa de febrero. "Los ataques a las minorías étnicas por parte de jóvenes rusos ultra-nacionalistas que profesan adhesión a consignas como 'Rusia para los rusos' han aumentado por tercer año consecutivo". Estas preocupaciones se acentuaron el pasado diciembre cuando las fotos del cuerpo decapitado de un hombre de Asia central, presumiblemente un inmigrante de alguna de las antiguas repúblicas soviéticas, fue enviado a las organizaciones de derechos humanos del país por parte de un grupo ultra-nacionalista que se hizo responsable del asesinato y mutilación.
Así pues, donde sea que uno mire la crisis económica global está destinada a ir acompañada de aumentos en el nivel de criminalidad, violencia y – cada vez más – la consecuente represión estatal. Los gobiernos que se preocupan puede que intenten impedir los riesgos de desórdenes criminales gastando más en hacer respetar la ley o, como en el caso de China, aumentando el número de ejecuciones. Pero en un mundo que se encuentra al borde del precipicio, ello es difícil que vaya a detener a aquellos que como los piratas somalíes "sólo queremos dinero para protegernos contra el hambre".
Sin un esfuerzo y estímulo global destinado a ayudar a aquellos con mayor riesgo de caer en la indigencia, el hambre y la desposesión, podemos esperar una epidemia global de crimen y la llegada de los buenos tiempos para los sindicatos criminales y los cárteles de todo el mundo.
Sin Permiso - 19.04.09
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