Manoel Santos
Tarde o temprano iba a suceder. Cuando las ideas se guardan en el fondo del cajón, como hicieron los socialistas al abrazar el liberalismo y alinearse con el poder a toda costa, sus portadores rematan huérfanos y abandonados a su suerte, sin guía aparente, sin el imprescindible cuerpo teórico y, en definitiva, sin un sostén social de base que los ampare. Y así mueren poco a poco, por pura evolución de la historia natural política.
Las elecciones europeas del año pasado (2009) no hicieron más que confirmar la catástrofe de una socialdemocracia europea que hace ocho años gobernaba en quince países, algunos con mucho peso continental, y hoy sólo lo hace en siete estados “menores”, tres de ellos -Hungría, Eslovaquia y Eslovenia- recién atracados en el puerto exterior de la Unión Europea.
Hay dos cuestiones que deberían preocupar mucho a los que aún creen en terceras vías y ocurrencias similares. La primera es que las más veteranas de esas islas socialdemócratas -Grecia, España y Portugal- son las que están en la primera línea de los que deben imponer los programas de ajuste estructural –o austeridad popular– del renacido FMI, para así tratar de arreglar un poco sus déficit y salir indemnes de la voracidad de los mercados financieros y sus juegos especulativos con las deudas estatales. La ciudadanía es quien sufrirá las consecuencias de la obsesión socialdemócrata en reflotar un modelo naufragado.
Sin duda el PSOE de Zapatero, el PS de Sócrates y el PASOK de Papandreou gobiernan en el Sur de Europa porque son los países meridionales los que están menos insertados estructural, y por lo tanto popularmente, en el ultracapitalismo. Son los que más precisan de priorizar las políticas sociales sobre las financieras. De ahí que sus ciudadanos y ciudadanas optaran en su día por esta corriente política. Mas no cabe duda de que la derecha y el neoliberalismo económico sabrán redirigir estas tesis hacia el argumento de la ineficacia de los gobiernos de “izquierdas”, de su radical fracaso, para de este modo aprovechar la querencia de las masas por el conservadurismo en tiempos de crisis y, como colofón, conseguir la “victoria final” de la Internacional Liberal.
Lo segundo que debe preocupar a quien dice ostentar la izquierda ideológica es la coincidencia temporal entre su fracaso y la mayor crisis que nunca vivió el capitalismo financiero. ¿Coincidencia? No tanta. Que el sistema está en crisis es una obviedad, pero si el objetivo que se imprime en la ciudadanía es el de recuperar la situación previa a la crisis, ¿quien mejor que la derecha ultraliberal para dar cuenta del empeño? ¿Por qué tendríamos que confiar en aquellos que quieren seguir jugando entre capitalismo y socialismo?
El declive socialdemócrata es un hecho tan real como de justicia ideológica. Y los planes de ajuste en los países que aún gobiernan un ataúd insalvable. El siguiente paso de la izquierda continental será recoger los escombros para recomponer una alternativa ya no solamente política, sino sistémica, que cómo afirma el catedrático José A. González Casanova (1), no pasa por confundir nuevamente entre socialdemocracia y socialismo. La palabra –”que no confunde ni engaña”– es, anticapitalismo.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=107200
À procura de textos e pretextos, e dos seus contextos.
04/06/2010
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