Paul Walder
Uno de los ejes del proceso de globalización impulsado a partir de las últimas décadas del siglo pasado, fue convertir en un negocio todas las actividades humanas y sociales. Todas las áreas vinculadas con nuestras necesidades, sean reales o condicionadas, no sólo mutaron en objeto de comercio, sino en grandes negocios operados por enormes corporaciones. Tras pocas décadas de desregulaciones y “reformas”, el mundo y toda su complejidad funciona bajo la égida del gran capital.
Para una corporación, da lo mismo invertir en entretención, comunicaciones, transporte, vivienda, salud o educación. El objetivo es conseguir cuantiosas utilidades. Lo vemos en muchos sectores de la economía. En todos los medianamente rentables, han ingresado consorcios en permanente disputa por los mercados. El resultado ha sido una economía que exhibe por sus cuatro costados características de oligopolio, cuando no de monopolio. Sucede en las telecomunicaciones, en el comercio al detalle, en la banca, en las farmacias, en los medios de comunicación, en la salud privada y, finalmente, en la educación superior. Las universidades privadas y los centros de educación superior han conseguido titulares en los medios especializados en economía al haberse convertido en instituciones de alta rentabilidad. En otras palabras, en un gran negocio. Con razón el periódico Estrategia califica la educación como una “industria”.
Hacia finales de diciembre, en pleno proceso de postulación a las universidades, el Servicio de Información de la Educación Superior del Mineduc (SIES), publicó que las 58 casas de estudio que entregaron sus datos obtuvieron ingresos en 2009 por más de cinco mil millones de dólares. Una cifra impresionante y, como sucede en otros mercados, también muy concentrada: las cuatro primeras universidades del ranking de ventas controlan el 40 por ciento del mercado.
Baile de millones
Para darnos una idea de la magnitud de este mercado podemos hacer algunas comparaciones. Es mayor que el mercado de las farmacias, estimado en unos 1.700 millones de dólares. Es también mayor que todas las ventas que realizó ese mismo año D&S (dueños de Lider), la mayor cadena de supermercados del país, y se acerca a las ventas que Falabella realizó en 2009 en toda Latinoamérica, las que llegaron a 6.410 millones de dólares.
La “industria” de la educación superior está encabezada por la Universidad Católica de Chile, que generó ventas por 813 millones de dólares, obteniendo una participación de mercado de 16 por ciento. En segundo lugar de ventas aparece la Universidad de Chile, seguida por la de Concepción y la privada Andrés Bello, con ingresos por 338 millones de dólares.
Al observar las ganancias y rentabilidad de éstas y otras instituciones, es otra la figura que aparece. Son las privadas las que lideran ese ranking de ganancias y, por cierto, también el de la rentabilidad. La Universidad Católica tuvo ganancias por más de diez mil millones de pesos en 2009, lo que le da una rentabilidad (ingresos/utilidad) del 2,7 por ciento. El caso de la Universidad de Chile es similar: tuvo ganancias por más de ocho millones de dólares y una rentabilidad del 1,8 por ciento, en tanto la Universidad de Concepción, pese a haber tenido ingresos por más de 338 millones de dólares, cerró su balance con números rojos. La cuarta casa de estudios por ventas, es privada. La Universidad Andrés Bello tuvo ganancias por unos 30 millones de dólares, con una rentabilidad del 15 por ciento, sensiblemente más alta que las anteriores.
La universidad que lidera las utilidades es privada. Se trata de la Universidad Tecnológica de Chile Inacap, que obtuvo en 2009 una cifra superior a los 17 mil millones de pesos, cerca de 37 millones de dólares, con una rentabilidad del 18,6 por ciento. El segundo lugar de ganancias lo tiene la Universidad Andrés Bello, seguida por la Universidad Autónoma, con 11.700 millones -unos 25 millones de dólares- y una rentabilidad del 15 por ciento. El cuarto lugar lo ocupa la Universidad Católica. Las cuatro casas de estudios con mayores ganancias sumaron unos 54 mil millones de pesos, o 114 millones de dólares.
¿Sin fines de lucro?
No todas exhiben estos resultados. Hay también grandes pérdidas. La Universidad de Las Américas, que pertenece a Laureate International, el mismo dueño de la Andrés Bello, tuvo pérdidas por más de once mil millones de pesos pese a haber tenido ingresos por 48 mil millones. Otro caso es la Universidad de Santiago, con una pérdida superior a los cuatro mil millones de pesos, y la Uniacc, con más de mil millones en pérdidas pero ingresos por sobre los 18 mil millones de pesos.
Las universidades, que operan bajo la figura legal “sin fines de lucro”, se apresuran a explicar que sus ganancias son todas reinvertidas en nuevos activos. Es lo que hizo la Universidad Nacional Andrés Bello a través de un comunicado público, en el que explicó el destino de esos fondos: planta docente, infraestructura, becas. Al tratarse de un negocio de miles de millones de dólares, la comunidad exige un mínimo de transparencia. En declaraciones a El Mercurio , José Joaquín Brunner, director del Centro de Políticas Comparadas en Educación de la UDP, dijo que es “curioso” que algunas instituciones de educación se nieguen a entregar sus datos financieros. Además dijo que con la información disponible “no es posible separar a las instituciones que reinvierten la totalidad de sus excedentes en su propia operación, de aquellas que distribuyen una parte o toda la ganancia entre sus dueños. Es algo que urge clarificar”.
Harald Beyer, coordinador académico del CEP, va aún más lejos. “Aquí tenemos los resultados de las universidades, pero no los de los holdings a los que en muchos casos pertenecen. Estos datos no permiten saber, por ejemplo, si los resultados operacionales son efectivos o si son fruto de una corrección monetaria, una provisión o un tema contable. Se requiere contar con un estado de flujo”, dijo a ese mismo diario.
Estas sospechas se refuerzan al observar los cambios de propiedad en las universidades privadas. Durante los últimos años han ingresado al sector no sólo grandes corporaciones internacionales, sino también inversionistas extranjeros con activos en otras áreas del comercio y la economía. Bien conocido es el caso de Laureate International Universities, dueño de las universidades de Las Américas y Andrés Bello, o del consorcio estadounidense Apollo, que en 2008 compró la Universidad UNIACC, una institución “sin fines de lucro”, por 40 millones de dólares. Y también la Universidad Santo Tomás, con ventas por unos cien millones de dólares anuales, que tiene entre sus accionistas a Linzor, fondo de inversión estadounidense con presencia latinoamericana.
Este es un caso muy particular. Porque Linzor fue el primer interesado en comprar Chilevisión en abril de 2010, con una oferta de 140 millones de dólares. Era parte de su diversificación. Este fondo es además propietario de la cadena de cines Hoyts, cuyas ventas superaron los 60 millones de dólares el año 2009, de la Isapre Cruz Blanca (ventas por 445 millones de dólares), Cruz Blanca Salud e Idelpa Salud.
La investigación de M.O. Mönckeberg
Las conjeturas que Brunner y Beyer formulan en El Mercurio están constatadas en investigaciones sobre el tema. Tal vez el principal trabajo que se ha hecho sobre la materia es El negocio de la universidades en Chile (Random House Mondadori), libro de más de 600 páginas escrito por la periodista María Olivia Mönckeberg, quien realiza una detallada y alarmante investigación sobre esta actividad.
En una conversación sostenida entre este cronista y María Olivia Mönckeberg sobre la materia, la periodista explicó cómo se articula este gran negocio rotulado como sin fines de lucro. “Son corporaciones sin fines de lucro, pero sin embargo esa norma prácticamente nadie la sigue. Creo que en esto hay dos grandes tipos de negocio. El negocio propiamente tal, que está interesado en sacar la mayor cantidad de dinero a través de subterfugios, como la inmobiliaria que arrienda los edificios, el que presta servicios como el aseo, los proveedores diversos, etc. Por otra parte, hay que considerar que hay una serie de subsidios que tienen las universidades por el solo hecho de serlo. Arrastran la legislación histórica que beneficiaba a las universidades tradicionales que desempeñaban un rol público, por lo cual no pagan IVA y otros impuestos. Tienen una serie de beneficios tributarios. Según especialistas, es un negocio que tiene más facilidades tributarias que la construcción. Es un negocio que por dar este servicio, educación, está muy favorecido”.
El negocio de la educación aguanta todo tipo de matices y pliegues. Desde dudosos diplomados, títulos que convalidan a presión otros estudios, títulos flexibles, modulares, a distancia, en fin, productos de todo tipo bien publicitados como tales. El servicio de la educación aparece modelado por los creativos publicitarios y como un buen ingreso para los medios de comunicación.
La inversión total en publicidad es probable que supere los 900 millones de dólares anuales en los balances de 2010. De este total, según el informe de Achap de 2008 (Asociación Chilena de Agencias de Publicidad), la participación por rubros está bastante atomizada, pero hay claros líderes. En primer lugar, como es tradicional y bien observable, están las grandes tiendas, con alrededor del nueve por ciento del total invertido. Les sigue la telefonía, con 4,7 por ciento, los automóviles, con 3,4%, y los productos de higiene y belleza, con un poco menos. En el octavo lugar aparece el rubro universidades, con un 2,5 por ciento del total invertido, lo que da una cifra de 22,5 millones de dólares, que supera a toda la publicidad de un sector como la banca o las farmacias. Una inversión extremadamente abultada para una actividad sin fines de lucro.
No cabe duda que esta inversión está directamente orientada a ganar más mercado, como ocurre en otros sectores como las grandes tiendas, la venta de automóviles, los productos de belleza o la telefonía, todos sectores cuyo objetivo es tener una alta rentabilidad. Según las rentabilidades observadas en el informe del Mineduc, éstas llegan a superar a una actividad tan inspirada por el lucro como es la banca. Durante 2009 el Banco Santander consiguió una rentabilidad del 28 por ciento, el Banco de Chile del 20 por ciento y el BBVA del 15. La Bolsa de Comercio, que es el sitio de la especulación, el lucro y la ambición, cerró 2010 con una rentabilidad del 35 por ciento. ¿Qué otros sectores, y no sólo aquellos sin fines de lucro, pueden ostentar rentabilidades como los obtenidos por Inacap o la UNAB?
Apéndice: negocio ideológico
Si observamos los directorios de las universidades privadas, hallaremos nombres y figuras ligadas con las grandes corporaciones y con corrientes políticas y religiosas. No es raro ver antiguos altos funcionarios de la dictadura a la cabeza de las casas de estudio, como sucedía hasta hace pocos años con Francisco Javier Cuadra, ministro secretario general de gobierno de Pinochet en la Universidad Diego Portales, con Mónica Madariaga, como rectora de la UNAB, o el ex ministro de Hacienda de Pinochet, Hernán Büchi, presidente de la Universidad del Desarrollo, en cuyo directorio aparecen también empresarios como Carlos A. Délano, presidente del grupo Penta, Carlos Eugenio Lavín, vicepresidente del mismo grupo y Ernesto Silva Bafalluy, presidente de la AFP Cuprum. Hasta hace poco el actual ministro de Educación, Joaquín Lavín, formaba parte de este directorio.
Este es un negocio a largo plazo. Lo tiene el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, en las universidades Los Andes y Finis Terrae. Y también está la Universidad Adolfo Ibáñez, que es de una fundación ligada a un grupo económico importante. Es curioso ver en su nómina de estudiosos honorarios la mención de fallecidos economistas, como Hayek o Milton Friedman. Es claro ver también la adhesión a la sociedad Mont Pelerin.
Otro caso es la Universidad San Sebastián, estrechamente ligada a la UDI. En su consejo, que preside Alejandro Pérez Rodríguez, aparecen como director el senador Pablo Longueira y el general en retiro Ernesto Videla, quien fue subsecretario de Relaciones Exteriores de Pinochet. Otro de sus directores es Andrés Navarro, presidente de Sonda.
Las universidades tienen muy pocas normas legales que las regulen. Tan pocas, que los conflictos de intereses abundan. Por ejemplo, está el caso de senadores que han sido o son miembros de las juntas directivas universitarias. Hemos citado a Pablo Longueira en la Universidad San Sebastián, pero también el senador de la UDI, Hernán Larraín, fue miembro del directorio de la Universidad Santo Tomás, que hoy preside Marcos Büchi. Y hay más casos que debieran considerarse conflictos de intereses. Los vínculos con la política son parte habitual de estos directorios. Otro ejemplo es el del presidente del Partido Radical, senador José Antonio Gómez, que fue miembro de la junta directiva de la Universidad del Mar.
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3851
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