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19/02/2010

Está en griego

Jorge Eduardo Navarrete

Para aludir a una situación financiera y económica comprometida y de difícil perspectiva, derivada de políticas internas erradas y de presiones especulativas internacionales, ya no es posible decir que está en chino. En las semanas recientes se ha puesto en boga afirmar que está en griego... o en portugués, español, italiano o irlandés. Éstos son los idiomas del PIGS, desairado conjunto de países que está en la mira de las acciones especulativas en los mercados financieros y que pareciera constituir una suerte de imagen invertida del BRIC. Este acrónimo, referido a Brasil, Rusia, India y China, fue acuñado hace años por los reputados economistas de Goldman Sachs, una de las instituciones de alcance global que provocaron la catástrofe financiera del último año y medio y que fueron rescatadas mediante la intervención del Estado, tan temido y denostado.

La nueva sigla quizá fue construida, con evidente intención peyorativa, por algún operador de esos mercados, cuyo ingenio pudo verse estimulado por el pago de su bono más reciente. Alude a cuatro o cinco economías que enfrentan elevados índices de endeudamiento, déficit presupuestarios expandidos por la respuesta a la crisis mediante gasto anticíclico y que son percibidas como susceptibles de no poder resistir un ataque especulativo concertado. Comparten una moneda común: el euro. La apuesta de que Grecia, o algún otro, caerá en default es considerable y ha obligado a la movilización del conjunto de la Unión Europea, en especial de los países de la zona del euro, que han celebrado varias reuniones ad hoc estas semanas. Hay que recorrer los meandros del nuevo laberinto financiero, cuyas claves están en griego.

Adviértase, de entrada, la similitud entre los actuales ataques especulativos contra el euro y los que en los decenios finales del siglo se dirigieron contra las divisas de países emergentes, tanto en Asia suroriental, como en Rusia y en América Latina. Ahora que muchos consideran (erróneamente) que la crisis ha quedado atrás, renace el apetito por el riesgo en los mercados financieros y se refuerza la voracidad especulativa, que siempre ha estado en su naturaleza.

James Richards, ejecutivo financiero, ha ofrecido una descripción muy gráfica: “Wall Street disfruta de las piñatas. Se elige una corporación o un país para convertirlo en piñata y se le golpea hasta que se rompe… En la fiesta, los niños recogen dulces; en la versión financiera, la piñata está llena de dinero y, cuando se rompe, los banqueros lo levantan con ambas manos… Ahora Grecia es la piñata” (Financial Times, 11/2/10). Como resultado, el euro enfrenta el mayor desafío que esta moneda común –activo de reserva en numerosos países– ha conocido desde su establecimiento, hace 11 años.

Los líderes de la Unión Europea se preocuparon, en primer término, por evitar que Grecia se viera obligada a acudir al auxilio del FMI, considerando muy poco prestigioso para el euro –como hace varios decenios lo fue para la libra esterlina– que ocurriera tal cosa. Decidieron también considerar prematura o inconveniente la integración de un paquete formal de rescate, una operación de salvamento de Grecia similar a las que se organizaron para algunas grandes instituciones financieras privadas hace unos meses o para algunas naciones hace unos años. Se limitaron, por el momento, a declarar formalmente su compromiso de ofrecer a Grecia el apoyo necesario, cuando fuera necesario.

Surgió, además, otro paralelo con los casos similares de economías emergentes: se exigió a Grecia apretarse el cinturón al máximo para, por una parte, reducir a entre 60 y 70 del PIB el monto de su endeudamiento y, por otra, contraer su déficit público a no más de 3 por ciento del PIB, en el horizonte de 2012, comenzando por abatirlo en cuatro puntos en el presente año. Estas exigencias pueden considerarse poco realistas, dado que el actual déficit publico equivale a 12.7 por ciento del PIB. Pareció no importar que varios de los gobiernos europeos que plantearon estas exigencias tienen deudas superiores al 100 por ciento de su producto y déficit mucho mayores que el límite señalado, consagrado en el Tratado de Mastrique.

Es cierto que Grecia padece de un historial lamentable de finanzas públicas, agravado por ocultamientos deliberados de la gravedad de su situación (diseñados, por cierto, por Goldman Sachs), pero no debió pasarse por alto que recurrir a la austeridad extrema en medio de una recesión va a demorar y eventualmente abortar la reactivación y la disminución del desempleo.

Según cifras del FMI, en 2009 la economía griega se contrajo en 0.8 por ciento y la tasa de desocupación se situó en 9.5 por ciento. Para 2010 se preveía una mucho menor caída del PIB (-0.1 por ciento), pero un aumento del desempleo hasta 10.5 por ciento. La súbita contracción del gasto público puede afectar en forma negativa ambos indicadores. Amenaza también la estabilidad sociopolítica, como muestran las protestas ante los anuncios de congelación salarial.

Sorprende la delicadeza y sensibilidad con que algunos políticos europeos están tratando la cuestión. Un vocero del Partido Liberal Democrático, que ahora hace parte de la coalición de gobierno en Alemania, declaró al Washington Post (12/2/10) que nadie debe ponerse nervioso porque unos cuantos griegos protesten en las calles. Si empezamos a ayudar a Grecia ahora, España será la siguiente en la fila y otros vendrán detrás.

Ya ha quedado claro que BRIC se escribe sin M. ¿Existe el peligro de que México se sume al PIGS? En el informe más reciente del Banco Mundial sobre la perspectiva económica global, publicado a finales de enero, se señala que el descalabro de Dubai World y las trepidaciones provocadas por la degradación del estatus crediticio de Grecia y México han despertado de nuevo las preocupaciones por la sostenibilidad de la deuda soberana y debe esperarse que afecten las evaluaciones de riesgo, las corrientes de capital y los mercados financieros en 2010. ¿Tendrá algún comentario el señor Cordero o su jefe?

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=100790

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