La lectura del documento final de la cumbre del G-20 que ha tenido lugar en Pittsburg produce sonrojo. Es difícil encontrar un texto oficial de esta naturaleza que contenga mentiras de tan gran calibre. Los dirigentes (políticos) del mundo nos mienten sobre todo sobre cuatro cosas: nos dicen a) que la crisis ha sido superada gracias a las medidas adoptadas en la anterior cumbre; b) que se han adoptado reformas radicales para transformar el funcionamiento del sistema financiero; c) que la economía hacia la que vamos será verde y sostenible y tendrá un fuerte componente social y d) que se van a realizar cambios en el Banco Mundial y el FMI para dotar a estas instituciones internacionales de legitimidad.
Examinémoslas una por una.
a) La crisis ha sido superada
Al inicio del documento se hace referencia a la “respuesta contundente” que se adoptó para atajar la crisis en la reunión anterior del G-20. Los resultados que ha dado esa respuesta se valoran en un párrafo de una sola palabra: “Funcionó”. Se dice, además, que gracias a la acción del FMI se logró evitar que la crisis se extendiera a los países pobres y en desarrollo. No obstante, advierten, no se debe bajar la guardia ante esta apariencia de normalidad (punto 8 del preámbulo: “El sentido de normalidad no debería conducir a la complacencia.”)
Es decir, que a los dirigentes políticos del mundo la situación actual les parece ya de “normalidad”. Por tanto, quien tenga la sensación de que le cuesta más llegar a fin de mes o que es difícil encontrar trabajo a causa de la crisis tiene una percepción equivocada de las cosas. No sólo eso. En un alarde de triunfalismo los dirigentes nos dicen que se han “salvado” o “creado” unos once millones de puestos de trabajo gracias a las medidas adoptadas (punto 43 de las conclusiones). Uno casi podría pensar que el paro está descendiendo a un ritmo vertiginoso, si no fuera por la reticencia de las estadísticas sobre población activa a refrendar el entusiasmo del G-20.
b) Se han adoptado reformas radicales para transformar el funcionamiento del sistema financiero.
Esa afirmación resulta risible porque el mismo documento afirma que se va a recabar información para ver si se puede exigir a los bancos que devuelvan al menos una parte del dinero que se les ha inyectado para salir de la crisis (punto 16 de las conclusiones). De momento, los dirigentes del G-20 “hacen un llamamiento” a las entidades financieras para que no se gasten todos los beneficios que obtienen y guarden algo por si encuentran la forma de reclamarles lo que deben (punto 12 de las conclusiones).
También dice el documento que se adoptarán medidas para modificar el sistema retributivo de los ejecutivos y directivos de las entidades financieras. Se trata de los famosos “bonus” o primas escandalosamente abultadas que reciben estos working rich o asalariados de oro por sus operaciones especulativas. Y que no tienen que devolver aunque esas geniales maniobras lleven a la quiebra a la entidad poco después. El G-20 no ha aceptado la propuesta europea de poner un tope a lo que pueden ganar esos especialistas en especulación. Obama ha dicho al respecto que si no se pone límite a lo que ganan los jugadores de fútbol no ve por qué habría que ponérselo a quienes trabajan en las instituciones financieras.
Pero el planteamiento correcto es justamente el contrario: poner un límite a las rentas de los golden boys del sistema financiero podría ser un primer paso para establecer un tope a las rentas que una persona puede percibir o al patrimonio que puede acumular. Si no se pone un límite por arriba será imposible una justicia distributiva que respete la dignidad de los de abajo.
En cualquier caso, en cuanto a la implantación de estas reformas retributivas, los dirigentes del G-20 se limitan a hacer otro “llamamiento” a las entidades financieras para que las adopten (punto 13 de las conclusiones). Mientras tanto, los “bonus” vuelven a florecer y los sueldos de quienes se mueven en Wall Street alcanzan de nuevo dimensiones astronómicas.
También afirma el documento que la lucha contra los paraísos fiscales “ha producido resultados impresionantes” (punto 15 de las conclusiones). Sin embargo, el mismo suplemento de negocios de El País donde se publica el documento tiene en portada un reportaje en el que se informa de que las medidas adoptadas son sólo cosméticas y no tienen efectividad. Los paraísos fiscales continúan boyantes y los bancos siguen operando en ellos sin problemas. Como botón de muestra, en el reportaje se informa acerca de las más de 50 filiales que el Santander tiene en lugares como las Islas Caimán, Panamá o Las Bahamas.
c) Lo de la economía “verde” (punto 32 de las conclusiones) y con un fuerte contenido social (puntos 34 a 46) es una mentira que resulta puesta en evidencia por el propio documento. Pues uno de los “mantras” que más se repite en su texto es el de la necesidad de un “crecimiento sostenible” (aunque alguna vez se les escapa “crecimiento sostenido”). Habíamos oído hablar del “desarrollo sostenible”, expresión que tuvo éxito precisamente por su ambigüedad. Pero nunca se había manifestado con tanta claridad la creencia en que el crecimiento puramente cuantitativo pudiera ser sostenible. Máxime en un momento en que parece cada vez más claro que lo único “sostenible” es el decrecimiento.
Por otro lado, en el documento no se dice nada acerca de la reducción de los gastos militares. Es más, no se habla de gastos militares en absoluto. Y, sin embargo, parece que una economía “verde” y con contenido social exigiría un recorte drástico de ese tipo de dispendio. No hay tampoco previsión alguna de abordar ese tema en el futuro. Simplemente es algo que a nuestros dirigentes mundiales no se les pasa siquiera por la cabeza.
De lo que sí se manifiesta como ferviente partidario el G-20 es de los “mercados libres y abiertos” (punto 48 de las conclusiones). Hay que acelerar las negociaciones en el seno de la OMC para que en el año 2010 se puedan liberalizar los servicios y la agricultura. Ahora bien —puntualizan nuestros dirigentes—, también hay que “avanzar en la dimensión social de la globalización” (punto 46 de las conclusiones). Lo de la “dimensión social de la globalización” sí que resulta sorprendente. De hecho, el común de los mortales desconocíamos que la globalización tuviera “dimensión social” alguna. Además, a los europeos eso de la “dimensión social” nos suena mucho a jerga comunitaria. Nos recuerda a la “dimensión social de la construcción europea”. Como eso, en la práctica, es algo que no existe nos tenemos que ocurra lo mismo en el caso de la globalización. Nuestros dirigentes quieren seguir avanzando por una senda que todavía no ha sido trazada.
d) Sobre la “legitimación” del FMI y el BM basta decir que consiste en dar un 5% y un 3% más de poder en esas instituciones a los países pobres y en desarrollo (puntos 21 y 27 de las conclusiones). Realmente se trata de una verdadera revolución democrática en el seno de estas organizaciones internacionales. Quizás esta impresionante reforma podría ir seguida de otra que atribuya a los 187 estados que no tienen poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU la facultad de poder vetar una de cada cien decisiones ese órgano, siempre que se pongan todos unánimemente de acuerdo, claro es.
Tras la lectura del documento quizá podría pensarse que los dirigentes mundiales han querido rendir un homenaje implícito a Pinocho en su 125 aniversario. En ese caso, debe haberles crecido bastante la nariz. Pero los asuntos que tratan son serios y tienen demasiada trascendencia para tomárselos a broma. Les agradecemos la intención de divertirnos un poco en medio de este marasmo del que parecen incapaces de sacarnos o no tienen voluntad de hacerlo. Pero, por favor, dejen la tarea de contar chistes a los cómicos profesionales (“Saben aquél que dice…”).
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