À procura de textos e pretextos, e dos seus contextos.

17/07/2010

El chantaje de los mercados financieros

Luis Pineda

Para el vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Competencia, Joaquín Almunia, los mercados “en situaciones como ésta” son “más miopes que de costumbre” y eligen sus objetivos por azar, atendiendo únicamente a “masas borrosas de problemas”. El pasado 29 de abril remachaba: “ha habido que ayudar al sistema financiero y ahora ellos se llevan las manos a la cabeza por el nivel de endeudamiento público”. Curiosamente, Goldman Sachs, culpable de haber contribuido a engañar con su ingeniería financiera a la oficina estadística de la UE, coincidía con Almunia en otorgar credibilidad al plan de ajuste fiscal del Gobierno español. “Las entidades financieras han ganado por partida doble”, replicaron fuentes de UGT: “han logrado recapitalizarse con fondos públicos –no todas– y le han trasladado sus problemas a la sociedad”.

‘Scandal!’

Para demostrarlo, en el epicentro de la crisis financiera, el Museo de las Finanzas de Nueva York inauguró en abril la exposición ‘Scandal!’, en la que se muestran cronológicamente los mayores escándalos financieros cocinados en la Gran Manzana a lo largo de la historia. La lista es interminable, aunque lo más sorprendente es la falta de consecuencias reales con las que se vienen cerrando casi todos esos casos expuestos.

Certificando la burla, pocos días después, el 10 de mayo, la UE y el Fondo Monetario Internacional anunciaban la movilización urgente de un paquete de ‘medidas’ para la ‘estabilización’ de los mercados de deuda soberana europea, dotado con la espeluznante cifra de 750.000 millones de euros. La bancarrota de Lehman Brothers en septiembre de 2008, una de las ‘estrellas’ de la exposición, ha afectado más gravemente a Europa que a EE UU. ¿Por esa razón se precipitó su caída, cambiando por sorpresa la política que los reguladores norteamericanos habían seguido con Bear Stearns y que luego se mantuvo con Wachovia y Washington Mutual?

En Europa, Gobiernos y medios afines han querido ‘vender’ el paquete aprobado en Bruselas como un “escudo contra la especulación” cometiendo dos engaños: uno, llamar ‘especulación’ a lo que es concertación criminal para alterar el precio de las cosas; dos, pretender que se puede plantar cara a esa actividad delictiva organizada –así calificada por el Fiscal General del Estado, Cándido Conde Pumpido–, mediante el contradictorio procedimiento de asegurar sus ganancias.

Es como si alguien quisiera convencernos de que para proteger a las ovejas de los ataques del lobo, hay que poner más ovejas en el corral; y para comprobar que funciona la táctica, encima hay que avisar al lobo.

Warren Buffet, de profesión, especulador. Warren Buffet, de profesión, especulador.

Por si a alguien le cabían dudas sobre el impacto en los mercados, la agencia Moody’s –prácticamente confesa de concertación de prácticas con ‘hedge funds’, participada por uno de los mayores especuladores de Wall Street, Warren Buffet, señalada por la SEC como presunta autora de calificaciones fraudulentas e instigadora de la crisis ‘subprime’– celebraba la entrega a los mercados de esos 750.000 millones de euros y, en el colmo del cinismo, avisaba que su siguiente paso sería pedir la moviliación de mayores recursos.

El FMI interviene

Lo que hace unos años hubiera sido inimaginable, que el FMI, especializado en ayudar a países en desarrollo, tuviera que intervenir en las finanzas de la UE, se ha hecho realidad. La incesante orgía financiera de Wall Street y el resto de plazas financieras subsidiarias nos va a costar cara: de momento ya hemos entregado la soberanía económica.

Cuando en agosto de 2007 se empezó a hablar del colapso del mercado secundario de titulizaciones ‘subprime’ norteamericanas, casi nadie previno sobre sus efectos en el resto del mundo: incluso algunos Gobiernos negaban que llegaran a producirse. Pero antes de que transcurrieran dos años –datos de la Comisión Europea de marzo de 2009–, los apoyos presupuestarios al sector financiero movilizados por los países de la UE habían alcanzado ya la cifra de tres billones de euros: 2,3 billones en garantías, 0,3 billones en programas de recapitalización y 0,4 billones en rescates de entidades insolventes.

El ex fiscal general de Nueva York, Eliot Spitzer. El ex fiscal general de Nueva York, Eliot Spitzer.

La totalidad de las ayudas del sector público al sector financiero se ha instrumentado mediante la emisión de deuda soberana, cuyo saldo vivo ha crecido extraordinariamente, superando los límites del pacto de estabilidad del euro en casi todos los países centrales de la UE excepto en Luxemburgo, como consecuencia de las grandes exigencias financieras de estos programas gubernamentales, y puesto que los ingresos fiscales han tendido a la baja como consecuencia de la fase económica depresiva.

Del mismo modo que ahora se ha sabido que JP Morgan ayudó a crear y distribuir las titulizaciones ‘subprime’ de baja calidad, apostando simultáneamente a la baja de su cotización en un flagrante conflicto de intereses, el mismo día que The New York Times –controlado por el ‘hedge fund’ Harbinger– precipitaba la crisis del euro, salieron a la luz las maniobras de Goldman Sachs en Europa y poco después se anunciaba una investigación criminal en EE UU. Son ya demasiadas las evidencias de concertación delictiva entre bancos de inversión, ‘hedge funds’ y agencias de calificación para que sigan sin producirse consecuencias.

La ‘cruzada’ de Spitzer

Las actividades fraudulentas de la banca de inversión no son nuevas: el que fuera Fiscal General de Nueva York a principios de siglo, Eliot Spitzer, inició importantes procedimientos judiciales contra casi todos los grandes nombres de Wall Street, a los que acusó de prácticas desleales y fraudulentas con sus clientes. Pero su imagen pública fue destrozada por The New York Times en marzo de 2008, al publicar noticias que afectaban a su vida personal y a transacciones económicas que alcanzaron la ‘astronómica’ cifra de 80.000 dólares: fue obligado a dimitir.

Andrew Cuomo, sucesor de Spitzer en la Fiscalía de  NY. Andrew Cuomo, sucesor de Spitzer en la Fiscalía de NY.

Las investigaciones de Spitzer habían molestado a los accionistas de The New York Times, que forman parte del ‘gratin’ financiero que maneja los hilos en la Gran Manzana. “Si Merrill hubiera admitido que hizo algo malo, habría firmado su sentencia de muerte” declaró Spitzer en mayo de 2002, para explicar el acuerdo extrajudicial con Merrill Lynch para el pago de 100 millones de dólares de multa más indemnizaciones, por recomendar la compra de acciones que el banco calificadas negativamente de forma interna. “Para mí, el pago de la multa es ya suficiente admisión”, declaró. Merrill Lynch hizo pública una nota en la que se disculpaba ante sus clientes, empleados y accionistas por “las comunicaciones inapropiadas que habían salido a la luz a partir de la investigación abierta por el fiscal de Nueva York”. Spitzer consideraba que a partir de aquel momento se podrían producir demandas por miles de millones contra Merrill Lynch. El fiscal de Nueva York dejó claro que su trabajo no había acabado: “Vamos a continuar nuestras investigaciones”. Credit Suisse First Boston, Morgan Stanley, Salomon Smith Barney, UBS y Bearn Stearns también recibieron citaciones por parte de la Fiscalía de Nueva York.

Cuomo sigue su labor

En agosto de 2008, el sucesor de Spitzer, Andrew Cuomo, alcanzó un acuerdo extrajudicial por el cual Citigroup recompró al 100% entre 7.000 y 14.000 millones de dólares de bonos ARS (Auction Rate Securities), instrumentos complejos ligados al mercado monetario afectados de iliquidez, comercializados a sus clientes como “seguros, líquidos y casi equivalentes a dinero en efectivo”, lo que hubiera permitido una acusación formal de malas prácticas y asesoramiento desleal.

Al igual que a Merrill Lynch, a Citigroup le fue impuesta una multa de 100 millones de dólares para evitar el proceso judicial. Ambos casos fueron consecuencia de un conflicto de interés entre sus actividades de banca de inversión y comercial, resuelta en un asesoramiento desleal a sus clientes.

Este conflicto de interés se debe a cambios regulatorios que eliminaron la incompatibilidad para el desempeño simultáneo de ambas actividades, vigente en EE UU desde la Gran Depresión. En 1999, durante el segundo mandato de Bill Clinton, se derogó, mediante una nueva normativa desreguladora, la prudente disposición legal que había impedido la extensión de la toxicidad bursátil a todo su sistema bancario: la Glass-Steagall Act de 1933. En ese año, las Cortes de la II República Española aprobaban otra regulación histórica: el Estatuto de las Cajas de Ahorro Populares, a iniciativa de Largo Caballero.

La Ley Glass-Steagall imponía la separación completa entre banca comercial y de inversión, siguiendo las políticas reformistas del New Deal. “Prefiero rescatar a los que producen alimentos que a los que producen miseria”, dijo entonces Franklin D. Roosevelt para ejemplificar su política de control de la Bolsa, tras la Gran Depresión de 1929.

Berbard Madoff, el mayor estafador de la historia  hasta ahora. Berbard Madoff, el mayor estafador de la historia hasta ahora.

Tras la derogación de esta Ley se creó Citigroup, primer conglomerado financiero moderno que operaría sin restricciones, confundiendo tras ficticias ‘murallas chinas’, en una misma entidad, las actividades de la banca comercial y la toxicidad propia de la banca de inversión. Ello tuvo consecuencias nefastas para miles de clientes en todo el mundo, intoxicados por bonos Lehman comercializados por Citibank de forma análoga a los ARS. La City de Londres se convirtió, por su parte, en una plaza financiera de importancia mundial para las maquinaciones especulativas gracias a que actuó durante la vigencia de esa Ley norteamericana como puente para que los bancos de inversión de Wall Street se saltaran su regulación nacional.

Siempre ha existido la necesidad de poner límites a los desmanes de los mercados financieros, pero desde finales de los 80 del siglo XX, se perdió la capacidad política para hacerles frente, como lo prueba la ignominiosa pujanza de los ‘paraísos fiscales’ o las concesiones legales de los Gobiernos a la vergonzosa actividad de los ‘hedge funds’, instrumentos de inversión opacos, radicados en ‘paraísos fiscales’ y autorizados a realizar todo tipo de inversiones, incluso en actividades ilegales.

Mercados al poder

A lo largo de la historia del desarrollo de las sociedades políticas contemporáneas, el cuerpo social ha avanzado hacia los liberadores ideales de democratización y justicia, haciendo frente a resistencias congregadas por poderes que han abusado de su posición. Absolutismos de todos los pelajes, dictaduras militares: desde la Revolución Francesa de 1789 –que entronó en el poder a la burguesía financiera como clase sustituta de la antigua aristocracia monárquica y que supuso la creación de los bancos centrales– hasta la Revolución Rusa de 1917, que generó las legítimas esperanzas de mejora para millones de trabajadores en todo el mundo. La caída del Muro de Berlín en 1989 puso término oficial a ese intento histórico de crear un nuevo paradigma. Algunos decretaron entonces el “fin de la historia”: desorientación que ha sido aprovechada por el lado oscuro de los mercados para usurpar el poder, chantajear a los Estados y estafarnos a todos.

Apropiándose de inmensas cantidades de dinero en crisis organizadas y dejándonos al resto un abismo de endeudamiento que cercena cualquier expectativa de desarrollo económico saludable y que sólo propone sangre, sudor y lágrimas para la inmensa mayoría.

Mientras, los amos del gran trucaje financiero, esconden en sus paraísos fiscales el producto de sus hurtos; lo que a otra empresa le costaría obtener con esfuerzo y fortuna más de 100 años, ellos lo ingresan con maquinaciones y chantajes, sin riesgo y en pocos días.

Vikram Pandit, CEO de Citigroup. Vikram Pandit, CEO de Citigroup.

No es otra cosa que chantaje el hecho de que el sector financiero culpable de la mayor crisis de la Historia haya obligado a los Estados a conceder ilimitadas facilidades para sostener su perniciosa actividad y que con esos fondos se hayan dedicado a maquinar contra la deuda pública emitida para que sigan existiendo: forzando nuevos déficits y la necesidad de inmensas intervenciones en cadena que conforman una espiral kafkiana en la que todo queda en manos de los propios maquinadores. No es especulación ni paradoja: es maquinación y chantaje.

Los políticos, cómplices

En ese chantaje han sido cómplices necesarios los líderes políticos que, en vez de administrar con lealtad los impuestos de los ciudadanos, han agravado el problema entregando cheques en blanco a los responsables de las irregularidades que han desencadenado la crisis, sin pedir condiciones ni exigir contrapartidas.

Mientras que a cualquier ciudadano que realiza cualquier acto de disposición de su propio patrimonio se le exige mucho más, a los políticos que han concedido la ‘barra libre’ al lado oscuro del sector financiero no se les ha exigido nada y actúan disponiendo de recursos que no son suyos, endeudando masivamente a las próximas generaciones. ¿No es imprescindible un nuevo contrato social que exija garantías al ejercicio de la función pública: al uso y disposición de los fondos públicos? ¿Por qué no puede instrumentarse desde el Banco Central Europeo un mecanismo para prestar directamente a los Estados, mientras que a los bancos privados se les presta al 1% de interés para que compren Deuda Pública devaluada por las maquinaciones especulativas en los mercados secundarios, a tipos reales mucho más elevados, forzando a los Estados que les han avalado a emitir deuda pública nueva a tipos cada vez más altos? ¿Cómo es posible que el avalista deba financiarse a un tipo de interés más alto que el que ha sido avalado?

En una situación como ésta, el sentido común y la dignidad dictan que deban retirarse los avales, antes que aceptar el chantaje. El abuso es tan grande que puede llegar un momento en que mucha gente se llegue a plantear prescindir de los bancos.

La actividad bancaria básica, captar depósitos, prestar dinero y organizar el sistema de cobros y pagos, es necesaria para el desarrollo del sistema económico y el bienestar social, cuando funciona correctamente. Pero la ‘banca’ de inversión, cuya esencia consiste en el trucaje de apuestas y la realización de maquinaciones sistemáticas contra el interés general, es un cáncer que requiere tratamiento urgente, ser separado de las actividades sanas. Las exorbitantes retribuciones de sus directivos están ligadas a procesos especulativos de suma cero, donde las ganancias de una parte equivalen a las pérdidas del resto. ¿Cómo es posible que un directivo gane 500 veces más que el trabajador que gana menos? Se ha publicado que ejecutivos de Lehman percibieron 100 millones de euros en plena crisis. ¿No es necesario poner un límite a las primas del sector financiero para desincentivar la tentación del fraude perpetuo? Como limitar los salarios para que en ninguna empresa alguien gane hasta 50 veces más que el trabajador que menos gana. ¿En qué puede gastar una persona normal un salario de un millón de dólares sino en realizar nuevas maquinaciones en el gran casino financiero? ¿Lo gasta en hacer ‘lobby’ para que nadie limite sus injustificables ‘ganancias’? ¿Lo ‘invierte’ en comprar acciones de las agencias que tienen que calificar sus operaciones? ¿En sobornar a sus analistas? ¿Cuántos millones de inversores y trabajadores deben perder su dinero y su trabajo para que 100 ‘golden boys’ de Wall Street se embolsen un ‘bonus’ de un millón de dólares y los accionistas de sus firmas de Bolsa cobren un dividendo anual de 50.000 millones de dólares? ¿Cuántos Estados deben arruinarse para que Madoff haga desaparecer 50.000 millones de dólares sin que el supervisor haya asumido ninguna responsabilidad? ¿Cómo es posible que miles de inversores de Lehman Brothers no hayan cobrado un céntimo de sus inversiones desde septiembre de 2008, mientras que se ha acusado a Barclays de obtener 11.000 millones de dólares de beneficios en la compra de activos tras la quiebra?

Las prácticas de la ‘banca’ de inversión son abominables y peligrosas, el funcionamiento de los mercados financieros es intolerable y perturbador como quedó de manifiesto el 7 de mayo, cuando se atribuyó a un error de tecleado de un operador que introdujo una orden de venta excesiva, la caída del 10% del Dow Jones. Las agencias de calificación adulteran su función porque cotizan en los mercados y están controladas por los propios operadores de ese mercado: los supervisores han demostrado ineficacia y tolerancia con el pillaje fi nanciero y los abusos.

Las malas prácticas financieras no son casos aislados y marginales; se han convertido en elementos estructurales: la toxicidad ha pasado a ser el ‘alma mater’ de unos mercados adulterados. Sólo en Alemania –estudio citado por la Comisión Europea en septiembre de 2009– los ahorradores pierden al año entre 20.000 y 30.000 millones de euros por el asesoramiento defectuoso de sus entidades financieras.

Lloyd Blankfein, CEO de Goldman, el ‘banquero de  Dios’. Lloyd Blankfein, CEO de Goldman, el ‘banquero de Dios’.

En cuanto al funcionamiento interno de las firmas, desde mediados de los 90 no ha dejado de crecer la lista de operadores solitarios que han ocasionado la evaporación de miles de millones sin que nadie se percate.

Nick Leeson llevó a la quiebra en 1995 al banco más antiguo de Inglaterra, el Barings –235 años– a la edad de 28 años y con una corta experiencia anterior en Morgan Stanley. Leeson operó supuestamente en el mercado de derivados de Singapur. Sus inmensas apuestas pasaron inadvertidas para la central hasta que la entidad fue declarada en quiebra con pérdidas de 827 millones de libras. Fue vendida por una libra a ING Bank.

Jérôme Kerviel hizo algo parecido en el departamento de ‘trading’ de Société Générale. Aunque se dijo que las pérdidas pudieron haber llegado a 50.000 millones de euros, quedaron en 4.900 millones que no llevaron a la bancarrota a SG. El ‘caso Kerviel’ era la mayor pérdida atribuida a un solo operador en la historia financiera, hasta la llegada de Madoff, quien supuestamente ‘evaporó’ 50.000 millones de dólares durante décadas en las barbas de la SEC.

En 2002, el operador de divisas estadounidense John Rusnak, empleado del Allfirst-AIB Bank, fue acusado de falsificar documentos para encubrir pérdidas de 750 millones de dólares. Fue enjuiciado por un jurado federal, aunque llegó a un acuerdo con la Fiscalía. Se dijo que Rusnak no se benefició de las pérdidas.

Otro caso: Peter Young, gestor de fondos del banco británico Morgan Grenfell, filial del Deutsche Bank, fue acusado en 1996 de haber causado pérdidas por más de 220 millones de libras en inversiones no autorizadas. Según el banco, Young desvió dinero invertido en tres grandes fondos europeos de la compañía para comprar acciones muy especulativas. En 2000, un jurado determinó que no estaba mentalmente capacitado para ir a juicio, aunque se produjeron indemnizaciones sin cuantificar a favor de 80.000 clientes.

Frente a este interminable historial de irregularidades, los Gobiernos han firmado cheques en blanco a favor de los responsables de la crisis, sin exigir garantías y exponiendo al pueblo a peligrosos endeudamientos, en manos de los chantajistas de Wall Street. Aprobando, además, normativas contables a la carta que permiten la ocultación de datos contables al público; dejando fuera de balance activos problemáticos por periodos determinados; y creando, de paso, una fuente primaria de información privilegiada para los bucaneros del casino mundial.

Es falso que haya ineficiencias en los mercados financieros: la ineficiencia y la asimetría son el centro y el eje del ‘modus operandi’ de los mercados. En el paroxismo de la paradoja, el fraude se ha alzado a la categoría de fundamento del mercado. Pero alguien tiene que decir basta ya a esta cadena de inquietantes y peligrosos despropósitos que amenaza con conducirnos al abismo.

Si estos antecedentes corroboran que el funcionamiento del mercado financiero es inasumible por comportar un riesgo inaceptable, incontrolable y dañino, la larga experiencia de fraudes en las empresas cotizadas, a las que el mercado de valores debería de servir como acicate de transparencia y buenas prácticas, añade nuevos argumentos para el mismo diagnóstico.

El mercado financiero se ha convertido en un monstruo ajeno a su principio de utilidad económica, generando sus propias dinámicas que requieren cada vez de mayores dosis de volatilidad. Ahí está la responsabilidad del Nasdaq en la burbuja tecnológica de 2000, las quiebras de Enron en 2001, Worldcom en 2002, Parmalat en 2003, Lehman en 2008, el reflotamiento ‘in extremis’ por el Gobierno norteamericano de la aseguradora AIG…

En esta situación, es significativo que los medios de comunicación que presumen de independencia pero están aliados con los especuladores del gran casino financiero –PRISA como paradigma–, eludiendo tratar el dilema de su propia dependencia, se dediquen a desprestigiar con dureza a organizaciones como la Iglesia Católica que, pese a reconocer sus errores y abusos, nunca ha dicho que renunciara a sus valores. Mientras, en Wall Street se defiende que “la codicia es buena”; algunos como el CEO de Goldman Sachs –Lloyd Blankfein– han ido más allá al afirmar que “realizan el trabajo de Dios”.

Hay que proponer la formación urgente de un Tribunal Penal Internacional que procese a los responsables de la crisis y a sus cómplices, pero los Gobiernos siguen empeñados en combatir el fuego lanzando más combustible con la excusa de una ortodoxia económica ineficaz.

Es falso alegar que no se puede hacer más. Sin embargo, hemos visto recientemente cómo en pocas horas se paralizaba el tráfico aéreo en Europa para prevenir los riesgos de sobrevolar las cenizas emitidas por un volcán islandés; a nadie se le ocurrió minimizar el riesgo poniendo más aviones en vuelo. Diariamente, millones de pasajeros en los aeropuertos de todo el planeta son obligados a desvestirse para prevenir el riesgo de atentados. En cambio, el flujo de ‘dinero caliente’ transita sin molestias por todo el planeta, alterando los precios de cualquier activo en beneficio propio. Hospitales de todo el mundo han activado protocolos de protección para evitar el contagio de la gripe A, así que no es cierto que no se puedan realizar actuaciones internacionales concertadas. ¿Cómo podemos aceptar que no pueda hacerse nada para poner coto al chantaje de los mercados financieros, cuyas frecuentes erupciones volcánicas llenan de oscura ceniza el futuro de millones de seres humanos?

Lo que está en juego no se puede describir fácilmente. Pero podemos intuir que lo que estamos viviendo hoy, donde la ciencia económica ha demostrado su radical incongruencia, es una disyuntiva más que histórica, geológica. Casi metafísica.

Otros escándalos financieros en Estados Unidos

FANNIE MAE.

En diciembre de 2006, los reguladores norteamericanos presentaron 101 cargos civiles contra el primer ejecutivo, Franklin Raines; el director financiero, J. Timothy Howard y el antiguo auditor interno, Leanne G. Spencer, de la firma hipotecaria, acusados de manipular las cuentas de Fannie Mae. Una compañía hipotecaria que, debido a su implicación en la crisis ‘subprime’, pasó a control federal junto con Freddie Mac en septiembre de 2007. El objetivo de las manipulaciones de los acusados fue maximizar sus ‘bonus’. Fueron condenados a reembolsar 115 millones de dólares y a pagar una multa de 100 millones de euros, pero sin cargos penales.

WASHINGTON MUTUAL.

El 17 de septiembre de 2008, al día siguiente de la bancarrota de Lehman Brothers, se hizo público que Goldman Sachs estaba buscando un comprador para WaMu, banco comercial que contaba con 307.000 millones de dólares en activos, en su mayor parte depósitos de clientes, y 2.600 oficinas, supuestamente afectado por las hipotecas ‘subprime’. Una semana más tarde, la Oficina de Supervisión del Ahorro del Gobierno Federal anunció que iba a incautarse de WaMu, que sería vendido al día siguiente a JP Morgan Chase por 1.900 millones de dólares. Fue la mayor intervención pública de un banco norteamericano en la historia y la venta más rápida. Kerry Killinger, el expresidente ejecutivo de WaMu, declaró en abril pasado ante el Congreso de EE UU que los reguladores habían “tomado injustamente” el control de WaMu. Los antiguos accionistas de ésta presentaron demandas contra JP Morgan Chase y el regulador FDIC, aceptadas por los Tribunales norteamericanos, que recomendaron a las partes llegar a un acuerdo.

BEAR STEARNS.

El 14 de marzo de 2008, la FED, presidida por Ben Bernanke, anunció que iba a conceder una financiación de urgencia a Bear Stearns, banco de inversión de Wall Street, por 25.000 millones de dólares, por un plazo de 28 días. Al día siguiente concedió 30.000 millones de dólares a JP Morgan Chase para que ésta adquiriera la compañía a dos dólares por acción, acuerdo aceptado por Bearn Stearns dos días después. Diez días después, accionistas de la firma presentaron una ‘class action’ contra JP Morgan Chase, tras lo que éste aumentó su oferta de dos a diez dólares por acción, precio finalmente aceptado.

WACHOVIA.

Grupo de servicios financieros con más de 120.000 empleados, actualmente filial de Wells Fargo.

Su presidente, Ken Thomson, fue cesado y sustituido por Bob Steel, un antiguo funcionario del Tesoro. En septiembre de 2008, la FDIC (Oficina Federal de Garantía de Depósitos de EE UU) anunció un acuerdo con Citigroup para la venta de Wachovia, cuya importancia fue calificada de “sistémica” por Tim Geithner, entonces presidente de la FED de Nueva York y actual Secretario del Tesoro de EE UU. La valoración acordada era de 1 dólar por acción. Sin embargo, inversores institucionales que controlaban el 73% de Wachovia se negaron aceptarla. El 3 de octubre de 2008, Wachovia rechazó la oferta y anunció su acuerdo de fusión con Wells Fargo, renunciando a las ayudas públicas. Citigroup sostiene que si la hubiera comprado a 1 dólar por acción, hubiera sido mejor para sus accionistas.

http://www.mercado-dinero.es/index.php?option=com_content&view=article&id=1819:el-chantaje-de-los-mercados-financieros&catid=48:opinion&Itemid=175

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