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30/09/2009

"La gripe porcina drenará los recursos públicos a favor de las trasnacionales"

Manoel Santos - Entrevista a Silvia Ribeiro, investigadora y responsable de programas del Grupo ETC

Biopiratería, geoingeniería, nanotecnología, transgénicos, biología sintética, agrocombustibles… Una red de poderosas trasnacionales juegan a romper las reglas de la naturaleza. Silvia Ribeiro*, investigadora y responsable de programas del Grupo ETC** en México, está entre las mayores expertas mundiales en la lucha contra estas nocivas prácticas.

1.- Hola, Silvia. Tú trabajas en México, estas semanas en el centro de la atención mundial por causa de la llamada gripe porcina. Poco se habla en la prensa hegemónica de la relación entre ese A/H1N1 y la cría industrial de animales. Y menos aún de los efectos de estos métodos sobre la vida de los campesinos y campesinas. ¿Cual es tu reflexión al respecto?

Yo creo que la gripe porcina, además de la gravedad del hecho en sí mismo para quienes la sufren, es una muestra clara de un aspecto de las crisis múltiples que vivimos, del que poco se habla: la crisis de la salud. Oímos hablar de las crisis económicas y financieras, que parecen opacar en los titulares a otras muchas más graves, como la alimentaria, la climática y la ambiental, pero casi no se habla de la crisis de salud, que es una consecuencia lógica y gravísima del modelo imperante.

La gripe porcina es un buen ejemplo de esto, pese a que hasta la OMS se hizo cómplice de las empresas cambiándole el nombre al aséptico “gripe A/H1N1”, para desvincularla de la cría industrial de cerdos. Sin embargo, el virus estaba presente en cerdos de establecimientos industriales en Estados Unidos desde hace una década, aunque no se conocían casos de contagio a humanos y entre humanos, pero hubo varias alertas de virólogos que decían que esto podía suceder en cualquier momento, por la alta tasa de recombinación de los virus, pero sobre todo, porque la cría industrial confinada de animales acelera e intensifica este proceso.

No es el único factor, pero es clave en el origen de la actual epidemia y las que vienen, porque los cerdos actúan, más que otras especies, como “crisol€ン” para la recombinación de nuevos virus. Las condiciones de hacinamiento de miles de animales donde circulan diferentes cepas de virus que pueden infectar simultánemente al mismo animal, el estrés, las frecuentes vacunaciones con antivirales y antibióticos, la exposición continua a plaguicidas para combatir los parásitos e insectos que pululan en esas instalaciones, exacerban esta capacidad.

No se trata solamente de los cerdos, también de la cría industrial de pollos y ganado, que tienen un efecto similar. Los cerdos son particularmente receptivos a virus de otras especies, y por eso fue en la cría industrial de cerdos donde se generó este virus. Pero ya teníamos el antecedente de la gripe aviar, que tiene la misma matriz de formación. De por sí, el virus de la gripe porcina tiene segmentos de gripe porcina, de gripe aviar y de gripe humana.

Y una contracara, como tú mencionas, es el desplazamiento de los pequeños criadores, de los campesinos y campesinas, que pueden producir alimentos de forma sana, sin generar estas enfermedades. Por supuesto, los cerdos de un campesino pueden contraer el mismo virus, pero si así fuera, no lo diseminarían en forma masiva, porque serían pocos animales. Además, la cría familiar no acelera la mutación, porque los animales están en condiciones mucho mejores, y no están bombardeados desde que nacen con antivirales y antibióticos, como sucede en la cría industrial.

En México, donde se supone que empezó la gripe que ahora es definida como pandemia global, la cría industrial de animales a gran escala se desarrolló junto con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), porque entonces las grandes empresas de cría industrial de cerdos y pollos invadieron el campo mexicano, desplazando a muchos criadores pequeños. Se trasladan a México en parte por la crítica y multas a que empezaron a ser sometidas en Estados Unidos (por la devastación ambiental que conllevan), pero además porque el TLCAN les abre la puerta, incluso subsidiándolas al no tener que pagar varios impuestos, además que la mano de obra y la tierra es más barata. El lugar donde se ubica al llamado "paciente cero" de la gripe porcina, es un poblado en Veracruz, cercano a Granjas Carroll, que es propiedad mayoritaria de Smithfield, la mayor productora de carne de cerdo industrial del mundo. En Granjas Carroll se crían casi un millón de cerdos por año. En poco más de una década, los grandes criadores industriales de cerdos se apropiaron de casi la mitad del mercado mexicano.

Como dijo Mike Davis, lo más peligroso de todo son los cerdos con traje. En Estados Unidos, en 1965 había 55 millones de cerdos en más de un millón de granjas de Estados Unidos; hoy existen 65 millones, concentrados en 65.000 instalaciones, la mitad de las cuales tienen más de 5.000 animales. O sea, la producción no aumentó tanto, lo que desaparecieron fueron los pequeños criadores.

" En esencia" , nos dice Davis, "se trata de una transición desde los pequeños chiqueros hacia vastos infiernos de excremento, de naturaleza sin precedente, en los cuales cientos de miles de animales con sistemas inmunes debilitados se sofocan entre el calor y el estiércol e intercambian patógenos a velocidad de vértigo con sus compañeros de presidio y sus patéticas progenies."

2-. Tú misma has definido la cuestión como “epidemia de lucro". ¿Son los virus un negocio más? ¿Quién se lucra con todo esto y qué hacen los gobiernos al respecto?

En primera instancia, es un gran lucro para los criadores industriales de animales. Pero ya en la enfermedad, es un tremendo negocio para las empresas farmacéuticas. Ya antes de la gripe porcina, las empresas farmacéuticas estaban logrando grandes lucros con la venta de vacunas para adultos, que en el 2007 superó por primera vez la venta de vacunas pediátricas a nivel global. Las vacunas para la gripe son un gran negocio porque los virus mutan todo el tiempo, entonces las empresas ven en esto una fuente interminable (digamos cínicamente "renovable") de ganancias. A 2008, cinco empresas farmacéuticas controlaban el mercado mundial de vacunas: Merck, GlaxoSmithKline, Sanofi Pasteur (la división de vacunas de Sanofi Aventis), Wyeth (ahora propiedad de Pfizer) y Novartis. Las cuatro más grandes controlan el 91,5% del mercado mundial. Las empresas que están más adelantadas en la carrera para generar una nueva vacuna para la gripe porcina, son justamente Glaxo (en colaboración con Baxter), Novartis y Sanofi Pasteur, que serán los grandes ganadores. Hay otras productoras de vacunas algo menores, que también están en el negocio con la gripe porcina, por ejemplo Novavax y Medinmune (de AstraZeneca).

El enfoque de la vacunación masiva contra la gripe porcina, que ya se ha impuesto en varios países europeos y en Estados Unidos, no será muy útil para la salud pública, ya que el virus seguirá mutando –incluso lo más probable es que estas campañas aceleren la mutación– pero las compras gubernamentales a esas empresas son un negocio espectacular para ellas. Peor aún, con la histeria construída oficialmente de vacunar a todo el mundo, se están procesando aprobaciones en fast-track de nuevos métodos de elaborar vacunas que no han sido realmente evaluados y pueden tener consecuencias muy peligrosas, ya que son métodos experimentales, que por cierto, en la mayoría de los casos implican el uso de organismos transgénicos y virus manipulados, agregando nuevos riesgos desconocidos hasta ahora.

Ninguna de estas políticas dirigidas a los síntomas toca las causas que llevan al surgimiento de nuevos patógenos, garantizando que el proceso seguirá tal como venía. Para peor, como muchos han señalado, la gripe porcina ni siquiera está entre las enfermedades que más muertes causan en el mundo, pero sí es una de las que más drenará los recursos públicos a favor de las trasnacionales.

3-. Biopiratería, biología sintética, geoingeniería, nanotecnología, transgénicos, agrocombustibles… ¿Jugamos demasiado con la naturaleza, con la vida?

Definitivamente están jugando demasiado con la vida, incluyendo la vida del planeta, pero no "jugamos", el plural es demasiado amplio. Son sobre todo los grandes intereses comerciales transnacionales, que además tienen una enorme injerencia en la investigación científica, en el desarrollo de nuevas tecnologías y en los gobiernos. En casi todos los casos mediado por dinero, que se presentan como "subsidios" de las empresas, pero en realidad son formas baratas para las corporaciones de acceder y beneficiarse de la infraestructura, recursos y formación académica de los sectores públicos.

El famoso y controvertido genetista Craig Venter, que logró su fama por encabezar la parte privada del secuenciamiento del genoma humano, ahora está construyendo microbios artificiales con biología sintética, o sea, construidos artificialmente desde cero para producir combustibles y otros materiales. Cuando la prensa le preguntó si estaba jugando a ser Dios, Venter contestó "No estoy jugando".

Su arrogante respuesta es una buena muestra de la mentalidad que impera en el complejo científico-industrial de las nuevas tecnologías: no se trata de ver cuáles son las causas de los problemas para resolverlos, sino aprovechar las crisis y los desastres como nuevas fuentes de negocios, aunque con las “soluciones” propuestas se amenace aún más el medioambiente, los ecosistemas, la salud, la vida. Como dice Craig Venter, no están jugando, sólo están haciendo dinero a costa de todo y todos los demás.

Por cierto, Craig Venter se ha instalado en Valencia con su barco-laboratorio hasta 2010, apoyado por autoridades locales, para "aprovechar" la biodiversidad microbiana de las costas mediterráneas para sus experimentos. Sería interesante conocer de qué forma lo que hace no debe ser considerado biopiratería.

4-. ¿Y cuales consideras tu que son los juegos más peligrosos? ¿La tecnología terminator y los transgénicos, las patentes de semillas? ¿Puedes poner algún ejemplo?

Es difícil contestar esta pregunta, porque todas las nuevas tecnologías y las políticas que las acompañan (como las patentes) conllevan riesgos considerables, no sólo al ambiente, sino también a las culturas y formas de vida que posibilitan la vida en el planeta, como los campesinos y campesinas.

Quizá lo más peligroso sea la convergencia de las nuevas tecnologías, lo que en ETC llamamos un nuevo "BANG", parafraseando al Big Bang. Se trata de la convergencia de los Bits, Atomos, Neurociencias y Genes, o sea "BANG". El gobierno de Estados Unidos lo llama la convergencia NBIC, Nanotecnología, Biotecnología, Informática y Ciencias Cognitivas. De esas tecnologías, la nanotecnología es la plataforma de desarrollo de todas las otras.

En términos inmediatos, quizá lo más peligroso por los alcances vastísimos que tendría, son las propuestas de geoingeniería, es decir, la manipulación del planeta en su conjunto, o de grandes pedazos del planeta o ecosistemas enteros para, teóricamente, frenar el cambio climático.

Pero, por otra parte, el impacto del avance de los transgénicos significa entregar definitivamente la soberanía alimentaria a un puñado de transnacionales, ya que todos los transgénicos están patentados y son propiedad de seis empresas. Esto además de los problemas al ambiente y la salud. Entregar la soberanía de semillas, es darle a esas empresas la llave de toda la red alimentaria. Y nadie puede vivir sin comer. Como cada vez hay transgénicos más peligrosos, porque tienen más genes apilados –y son por tanto más inestables– o por las propuestas de grandes plantaciones de árboles transgénicos, que implican una contaminación a grandes distancias y por décadas, las empresas han vuelto a presionar para introducir la tecnología Terminator, para hacer semillas suicidas, o sea, estériles en segunda generación. Terminator no servirá para contener la contaminación, pero asegura a las empresas que todos tengan que comprarles semillas para la próxima siembra, garantizando la bioesclavitud.

La escalada tecnológica que sigue a los transgénicos es la biología sintética o como decimos en el Grupo ETC, la ingeniería genética extrema, que es producir organismos vivos sintéticos o alterar con ADN sintético sus pasos metabólicos. A diferencia de los transgénicos, que toman genes de seres que existen y los insertan en otros seres que existen, la biología sintética se propone crear genes y seres vivos artificiales, totalmente creados en laboratorio.

El objetivo es emplearlos para acelerar los procesos de extracción de azúcares presentes en toda la biomasa, su fermentación y su conversión en químicos, polímeros y otras sustancias. Los insumos de esta nueva industria son cualquier fuente de biomasa, como cultivos agrícolas y forestales, pastos, algas, etc., con el objetivo de producir combustibles, plásticos, tintes, cosméticos, fármacos, adhesivos, textiles y muchos productos más.

El uso de este tipo de microbios vivos artificiales conlleva un aumento exponencial de los riesgos y problemas que plantean los transgénicos al medioambiente y a la salud. Otra grave consecuencia inmediata, es una disputa de tierras aún más agresiva, para usar la biomasa natural o cultivarla para satisfacer la demanda de insumos de esta nueva forma de producción.

No se trata de ciencia ficción o proyectos de futuro. Las empresas más poderosas del planeta tienen importantes inversiones en biología sintética y proyectos de producción en marcha en Estados Unidos y Brasil.

Los nombres de las empresas de biología sintética no nos resultan muy conocidos. Son por ejemplo Amyris, Athenix, Codexis, LS9, Mascoma, Metabolix, Verenium, Synthetic Genomics y otras. Pero quienes están detrás o asociados con ellas son las principales petroleras (Shell, BP, Marathon Oil, Chevron); las empresas que controlan más del 80% del comercio mundial de cereales (ADM, Cargill, Bunge, Louis Dreyfus); el oligopolio de semilleras y productoras de transgénicos y agrotóxicos (Monsanto, Syngenta, DuPont, Dow, Basf, Bayer); las mayores farmacéuticas (Merck, Pfizer, Bristol Myers Squibb), junto a otras como General Motors, Procter & Gamble, Marubeni, papeleras, forestales y otras.

5-. La lucha contra los transgénicos ha generado mucha información, sin embargo hay cuestiones, como la nanotecnología, que se escapan a la opinión publica. ¿Qué es eso de la nanotecnología?

La nanotecnología es la manipulación intencional de la materia -viva o inerte- a escala del nanómetro, que es la millónesima parte de un milímetro. A diferencia de la biotecnología, que indica la manipulación de la vida, la nanotecnología nos habla de un tamaño, de una escala. A escala nanométrica cambian las propiedades físicas y químicas de la materia, porque actúan lo que se conoce como efectos cuánticos. A esa escala –por debajo de 100 a 300 nanómetros según quien lo defina– los materiales cambian sus propiedades de resistencia, conductividad eléctrica, reactividad. Actualmente hay el mercado más de 800 líneas de productos basados en nanotecnología, que van desde cosméticos, alimentos y embalajes, lavarropas y otros artefactos domésticos, productos para bebés, vestimenta, varios plaguicidas, varios usos médicos y farmacéuticos, además de muchos nuevos materiales para construcción de casas, autos y aviones. La nanotecnología revolucionó también la telefonía y la computación, al permitir el uso de procesadores mucho más pequeños. En fin, cuando se describen todos sus usos parece algo muy positivo, pero ya hay algunos cientos de estudios científicos que muestran que las nanopartículas y los nanocompuestos tienen un alto potencial de toxicidad para los seres vivos. En algunos casos puede ser debido a los materiales utilizados, pero lo más tremendo es que más allá de lo que se use, parece ser que es el tamaño lo más riesgoso: el sistema inmunológico de los seres vivos no tiene forma de detectar las nanopartículas sintéticas y por tanto pasan inadvertidas, con potencial para dañar el ADN, formar tumores, incluso pasar de la madre al feto a través de la placenta, atravesar la barrera hemato-encefálica del cerebro, clavarse en los pulmones causando un efecto similar al del asbestos. También se ha comprobado que hay nanopartículas que detienen el crecimiento de los cultivos y son tóxicas para los microorganismos del suelo y del agua.

Sin embargo, aunque hay discusiones en marcha en varios países, incluyendo la Unión Europea, no hay regulaciones aplicables a la nanotecnología en ninguna parte del mundo, y los gobiernos siguen permitiendo su comercialización “mientras tanto”. En el Grupo ETC planteamos la necesidad de una moratoria inmediata a todas las aplicaciones de la nanotecnología desde el 2003, pero los gobiernos optaron por un principio de precaución “invertido”: mientras haya enormes incertidumbres científicas y desconocimiento del público, que nada prevenga a las empresas para seguir usando a todos como sus conejillos de indias.

6-. ¿Y la geoingeniería? ¿Es cierto, por ejemplo, que hay quien trata de fertilizar los océanos?

Como mencioné antes, esto es gravísimo porque se está planteando como alternativa para manejar el cambio climático. Cómo ningún gobierno cree que las negociaciones internacionales van a lograr parar el cambio climático, que cada vez está peor, hay muchos científicos planteando proyectos de geoingeniería como la “única solución”, aunque implique riesgos enormes. Y por supuesto, muchas empresas ven en esto otra fuente de jugosos negocios.

Entre las propuestas de geoingeniería está la de “imitar” erupciones volcánicas, lanzando millones de globos con compuestos azufrados (otra vez, con nanopartículas) para tapar los rayos del sol. Las partículas luego caerían a la tierra provocando la muerte prematura de medio millón de personas, pero Paul Crutzen, el premio Nobel de química que lo propuso, considera que con el cambio climático también moriría mucha gente…!

La fertilización oceánica se trata de arrojar al mar nanopartículas de hierro o urea, para provocar florecimientos súbitos y masivos de plancton, que teóricamente absorberían dióxido de carbono y lo llevarían al fondo del mar. Ha habido 13 experimentos patrocinados por gobiernos, pero también hay tres empresas que lo promueven comercialmente: venden “créditos de carbono” que otras empresas o individuos compran para que se “fertilice” el mar y absorba dióxido de carbono. Sin embargo, hay estudios en revistas científicas como Nature y Science, que muestran que el carbono volvería a la superficie, se afectaría gravemente las cadenas tróficas del mar y se generaría falta de oxígeno y nutrientes en otras capas del océano, además de potencialmente provocar el surgimiento de algas dañinas y muchos otros efectos sobre el mar y costas, incluyendo la disrupción de los sistemas de pesca artesanal.

En este caso particular, logramos en 2008 que el Convenio de Diversidad Biológica de Naciones Unidas declarara una moratoria contra la fertilización oceánica, pero las empresas empeñadas en hacer de esto un negocio – por ejemplo Climos- están cabildeando fuertemente para revertirla.

Un problema general de todas las propuestas de geoingeniería, es que por definición deben ser a gran escala (de lo contrario, no tendrían ningún efecto sobre el clima), y que al ser iniciativa de algunos gobiernos y empresas, necesariamente otros países que no paguen por ellas van a sufrir las consecuencias de sus impactos. Lamentablemente hay muchos más propuestas, como extensas plantaciones de árboles tránsgenicos y artificiales, espejos en la atmósfera, y “biochar” o producción de carbón vegetal a gran escala que sería enterrado en los suelos como fertilizante (aunque ya se sabe que incluso podría liberar el carbono natural del suelo). Todas las propuestas tienen el componente de arriesgar el equilibrio natural de los ecosistemas y desarreglar más el clima, impactando a otros –o incluso a los mismos que lo hacen.

7-. ¿Es la propiedad intelectual una enemiga del planeta? ¿Por qué?

Los sistemas de propiedad intelectual son un invento típico del capitalismo para lograr ganancias extraordinarias, adicionales o complementarias a los monopolios y oligopolios de mercado, que nada tienen que ver con el reconocimiento social a los que crean algo en particular. El conocimiento (base de todas las “invenciones”) es un bien común, todos nos basamos en conocimientos de otros siempre y somos interdependientes. La idea de privatizar este flujo recíproco inherente y básico para la subsistencia de las sociedades humanas es absurda y perversa, son en realidad sistemas para privatizar y excluir del acceso social a los recursos y conocimientos, transformándolos en mercancías de quien pueda pagarlas.

Las patentes, uno de sus exponentes mas extremos, son un buen ejemplo de cómo funciona: el 97% de las patentes en el mundo están en los países de la OCDE, y el 90% son propiedad de empresas transnacionales. Más demostrativo es que las dos terceras partes de lo que se patenta nunca llega a usarse: solamente se patenta para impedir que otros puedan acceder al objeto de la patente. Patentar seres vivos como semillas, plantas, animales y hasta los códigos genéticos, es aún más absurdo, ya que claramente son bienes comunes. Con la nanotecnología hasta se están patentando los elementos de la tabla periódica.

8-. También has dicho que nuestra civilización está en guerra contra los campesinos del mundo. ¿Y cómo pueden las comunidades campesinas luchar contra gigantes como Monsanto?

Está en guerra y es una guerra suicida, porque el capitalismo cada vez expulsa más gente del campo, contamina, destruye y agota sus recursos, aunque los campesinos, indígenas, pescadores artesanales, comunidades locales, son quienes siguen cuidando y produciendo los elementos básicos para la subsistencia de todos (a nivel global una enorme diversidad de semillas y animales domésticos, plantas medicinales, fibras, además del conocimiento sobre uso de muchos recursos silvestres, de los ecosistemas y como cuidarlos, del suelo, el agua). Esto no solamente “para ellos”, porque la diversidad es la base de todos los sistemas vivos, incluyendo, por supuesto, los humanos. Todo lo que comemos y usamos para nuestra salud se basa en la diversidad que han producido –y siguen produciendo– los campesinos, campesinas e indígenas. Es una ilusión que podríamos vivir de la uniformidad de la agricultura industrial, por ejemplo. Si no se renovara constantemente la base genética de esos cultivos, desaparecerían en cierto tiempo. Además, objetivamente, los campesinos y pequeños productores del mundo producen la mayor parte de la alimentación de la humanidad. Frente al cambio climático, los que tienen y conocen millones de variedades adaptadas a miles de microclimas y situaciones geográficas son los campesinos.

La sola existencia de las comunidades campesinas es una lucha contra Monsanto y las trasnacionales. Creo que es responsabilidad de todos, no sólo de los campesinos y campesinas, reconocer la importancia de esta forma de vida y luchar juntos contra Monsanto –desde la información, la denuncia y las campañas hasta buscar formas cotidianas de solidaridad, incluyendo redes y mercados locales, que nos permitan salir de la dependencia con los agronegocios y los supermercados.

9-. ¿Es un camino lo que haceis en el ETC Group? Insistís mucho en dar nombres y apellidos de las corporaciones que concentran el poder de la “industria de las ciencia de la vida”. ¿Cuales son vuestros principales campos de acción al respecto?

Esperamos que lo que hacemos sea útil, pero tengo claro, como dice aquí un sabio del pueblo huichol, que “sólo entre todos sabemos todo”. Nosotros investigamos, analizamos y difundimos información sobre la concentración corporativa y sus estrategias, como una forma de contribuir a entender el contexto donde nos movemos. Justamente, una de las formas que tiene el poder para que la gente sea pasiva frente a todo lo que sucede es que no entienda y no pueda ver el contexto general. También analizamos e informamos sobre las nuevas tecnologías y sus impactos sobre las sociedades. Por ejemplo, fuimos de las primeras organizaciones (en ese entonces con el nombre de RAFI) que informamos a nivel global sobre los transgénicos, sobre el patentamiento de seres vivos y líneas celulares humanas, sobre biopiratería, y más recientemente sobre otras nuevas tecnologías.

Todo lo que hacemos está disponible en inglés y castellano en nuestra página www.etcgroup.org . También trabajamos directamente con otras organizaciones y movimientos en talleres y campañas y llevamos los temas a algunas instancias internacionales para tratar de parar algunos de los efectos más nocivos. No siempre tenemos eco, pero por ejemplo, logramos que se estableciera una moratoria a la tecnología Terminator y otra a la fertilización oceánica en el Convenio de Diversidad Biológica. También hemos trabajado por el reconocimiento de los derechos de los agricultores en la FAO y contra la privatización de la semillas.

De todos modos sabemos que lo fundamental es que la información llegue a los más afectados y a la base de las sociedades, nuestra contribución es generar información y compartirla con otras organizaciones e instituciones.

10-. ¿Qué relación teneis en el ETC Group con los movimientos campesinos?

Tenemos relación con muchos movimientos sociales, campesinos y otros, y esperamos que nuestro trabajo de información sea útil para movimientos que creemos fundamentales en la coyuntura actual, como por ejemplo La Vía Campesina. En México participamos especialmente en la Red en Defensa del Maíz Nativo, que está constituída por más de 350 comunidades y organizaciones indígenas y campesinas.

11-. ¿Cuál es el grado de concentración corporativa en la industria biotecnológica y cuales consideras que son los peligros de esta concentración?

En las dos últimas décadas ha habido una concentración corporativa vertiginosa en todos los sectores que tocan la agricultura y la alimentación, desde las semillas a los supermercados. Hace sólo 30 años, solamente el 5% de las semillas comerciales estaba bajo propiedad intelectual –y la mayoría eran plantas ornamentales. Hoy el 82% del mercado global de semillas está bajo propiedad intelectual y en ese rubro, las 10 empresas más grandes acaparan el 67% del mercado. Entre sólo 3, Monsanto, Syngenta, DuPont-Pioneer, tienen el 47%. Estas tres están también entre las 10 mayores de agroquímicos que tienen en total el 89% del mercado.

Pero si vemos solamente las semillas transgénicas, seis empresas tienen el control del 100% del mercado y una sola, Monsanto, tiene el 88%. Esto es un grado de monopolio que no tiene similar en la historia de la agricultura, y en general, en la historia de todas las industrias. El único caso de un monopolio similar es el de Bill Gates con Microsoft. No es extraño que ahora ambos hayan coincidido en su intento de introducir transgénicos en África, tienen la misma mentalidad.

Los altos grados de concentración de mercado, se repiten en toda la cadena alimentaria. No me gusta usar la expresión “cadena”, porque es una red, pero cuando está en manos de las trasnacionales se transforma realmente en una cadena: cada vez tienen más poder para decidir qué se planta, qué comemos, qué (falta de) calidad tendrá, etc.

Los cultivos transgénicos son la expresión mayor de este control corporativo: están todos patentados e inevitablemente contaminan a los demás cultivos –lo cual se transforma en un delito para las víctimas, porque se les acusa de “uso indebido” de sus genes patentados. En lugar de una “opción” para quien los quiera, como dicen las empresas que los promueven, son los cultivos más imperialistas de la historia.

12-. ¿Le afecta a esta industria la crisis, o quizá le beneficia, como en el caso de la crisis alimentaria?

Todos los agronegocios, desde las semilleras, los fabricantes de agrotóxicos, incluyendo fertilizantes sintéticos y las grandes cerealeras han tenido ganancias altísimas desde que se reveló la crisis alimentaria en 2007, mucho mayores que en años anteriores. Ganaron con la subida y especulación de los precios de los alimentos, pero también con la venta de granos para agrocombustibles (con lo cual podían especular aún más produciendo mayor escasez de alimentos y precios más caros), con la venta de insumos químicos y hasta con la ventas de cereales para “ayuda alimentaria” en los lugares de catástrofe. Son verdaderos buitres del hambre.

13-. A tu juicio, ¿tiene cabida la soberanía alimentaria en un mundo capitalista? ¿Qué tendría que pasar para que camináramos hacia ahí? ¿Quiza constituciones como la de Ecuador? ¿O tampoco?

Pese a todo lo que describí sobre el poder de las corporaciones agroalimentarias, el 85% de la comida se produce cerca de donde se come, y la mayoría de las semillas siguen en manos de los campesinos. Esto es una base fundamental y hay que pelear por mantenerlo y ampliarlo.

La soberanía alimentaria siempre va a ser atacada por las trasnacionales que buscan ser las dueñas de todo el mercado alimentario, porque es el más grande del planeta y además no se puede vivir sin comer. Por eso mismo es necesario ponerles freno –como mínimo– a nivel de los países que tienen la voluntad política para ello. Creo que el caso de Ecuador es un precedente importante, aunque lamentablemente y contra la voluntad del pueblo y el Congreso, el presidente Correa vetó algunos artículos, justamente cediendo a las presiones de los grandes latifundistas y los agronegocios. En cualquier caso necesitamos estar organizados desde abajo para poder controlar que si se logran medidas legislativas, sean a favor de la soberanía alimentaria, de los campesinos, de las mayorías, y que se cumplan.

14-. ¿Es posible un mundo basado en la pequeña y mediana agricultura campesina o siempre vamos a necesitar, como afirman los defensores del sistema neoliberal, nuevas revoluciones verdes?

Aunque desde las ciudades sea difícil visualizarlo, ya vivimos en un mundo basado en la pequeña y mediana agricultura campesina, que son quienes alimentan a la mayoría de la población del planeta. Incluso en muchas ciudades del planeta hay un grado importante de agricultura urbana, a cargo en su mayoría de campesinos que debieron emigrar a las ciudades. Se estima que entre un 15 y un 20% de los alimentos se producen en ciudades, y más de 800 millones de habitantes urbanos participan en alguna forma de agricultura. Publicamos más datos sobre esto, sobre la concentración corporativa y otros temas que mencioné en un informe del Grupo ETC de diciembre 2008 titulado “¿De quién es la naturaleza?”.

La revolución verde aumentó el volumen de cereales producidos por hectárea, pero al mismo tiempo aumentó más la pobreza, los hambrientos y los desnutridos a nivel global. De paso produjo una monstruosa contaminación de aguas y erosión de suelos y facilitó la toma del mercado por las corporaciones. Además la agricultura industrial y el cambio de uso de suelos son factores mucho más graves de cambio climático que el transporte, que es el más conocido.

Las mismas empresas que crearon y se beneficiaron con esta debacle, que ahora aumentaron inmoralmente sus ganancias con la crisis alimentaria, nos recetan más de los mismo. O peor, extender aún más la agricultura industrial, transgénica y contaminante, para seguir ganando.

No sólo es posible un mundo basado en la agricultura campesina, diversa y descentralizada, es imprescidible. Y es tarea de todos apoyar a quienes, como La Vía Campesina, lo siguen practicando y defendiendo.

Rebelion - 30.09.09

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