Son muchos los bulos xenófobos que se escuchan y se leen en correos en cadena entre la población española. Dos de los más extendidos son los que relacionan inmigrantes con epidemias y que “los extranjeros” colapsan las urgencias. Los recientes hechos desmontan estos mitos.
El virus de la gripe “A” o porcina llegó al Reino de España en los cuerpos de turistas que pasaron sus vacaciones en México. Realmente esta gripe se extenderá por todo el planeta y todos seremos receptores y transmisores de esta enfermedad, por lo que poco importa quien será el primero y el último, pero podemos hacer un ejercicio imaginando como habría sido la reacción racista que se hubiera producido si la enfermedad hubiera llegado con un inmigrante desembarcado en una patera.
La enfermedad, en general, se está comportando benignamente y afecta básicamente a personas jóvenes, seguramente por que los más mayores ya sufrieron otra gripe similar hace más de cuarenta años y están inmunizados contra ella. Además, y lógicamente en una economía de mercado capitalista, la enfermedad está afectando más gravemente a los más pobres, que en los países del “primer mundo” suelen ser los inmigrantes, algo que se puede comprobar de las informes de fallecimientos en EE.UU y España. Que haya más fallecidos entre los humildes en EEUU no es ninguna noticia, pues todos conocemos que en aquél estado no hay sanidad pública con lo que los que no pueden pagarse un seguro médico están desatendidos cuando sufren enfermedades o accidentes. En España, que tiene un sistema universal de sanidad pública, las dos fallecidas eran mujeres e inmigrantes.
El caso de Dalila Mimun es realmente sangrante, según denunció su marido “no le hicieron las pruebas suficientes a su mujer cuando acudió al centro hasta en tres ocasiones”, a más inri su hijo prematuro falleció por un error en la administración del alimento. La pregunta sin respuesta es ¿Si Dalila no llega a ser una trabajadora marroquí se la habría atendido correctamente en las puertas de urgencias? Yo me atrevo a conjeturar que si tienes el pasaporte español y no te atienden debidamente en un centro sanitario cualquiera de nosotros montaríamos en cólera hasta que fuera atendido correctamente nuestro familiar. En el caso de un inmigrante en las colas de urgencias tienen que soportar, en muchas ocasiones, las miradas desaprobatorias del resto de pacientes, que por razón de su origen se creen tener derecho a ser atendidos primeros con independencia de la gravedad. También existen profesionales sanitarios que consideran que su sobrecarga de trabajo es por causa de la inmigración con lo cual pueden no estar tan motivados que cuando prestan atención al usuario nacional, europeo o norteamericano.
La gran mayoría de inmigrantes se dedican a hacer los trabajos que por razón de su penosidad o bajos salarios no quieren hacer los trabajadores del “primer mundo”. Todos ellos (excepto cuando los estados no les conceden “papeles”) cotizan a la Seguridad Social, razón por la cual tienen tanto derecho como cualquier otro a ser atendidos de sus dolencias. La mayoría de los inmigrantes son jóvenes y sanos por lo que, estadísticamente, causan menos gastos al sistema sanitario que los nacionales o los turistas, entre los que hay mucha población anciana.
Lo que muchos de los profesionales sanitarios y usuarios de la sanidad pública no quieren ver es que a mayor población trabajadora más ingresos del sistema de seguridad social y en consecuencia debería haber más inversión en sanidad pública. Cuando esto no ocurre así, como son los casos de las CCAA Valenciana y Madrileña, los gobiernos son los realmente responsables de las colas en urgencias o tiempos de espera para actos médicos. Evidencia negada por el principio de que nadie puede ir contra sus propios actos, es contradictorio que los votantes de la derecha reconozcan su propia responsabilidad al apoyar a gobiernos neoliberales, es mucho más sencillo culpar a quienes tienen un estatus social inferior.
También causa perplejidad como aquél ciudadano quejoso de la presencia de pacientes extranjeros en la sala de espera, no protesta cuando es atendido por un médico inmigrante. Joan Benach y Carles Muntaner, autores del libro "Aprender a mirar la salud. Cómo la desigualdad social daña nuestra salud" cuentan como hay más médicos en la ciudad de Londres originarios de Malawi que en todo su país de origen. Así que la contratación de médicos extranjeros no hace más que favorecer la inmigración ilegal de aquellos que no pueden acceder a la sanidad en sus territorios.
Los fallecimientos de Dalila Mimun, su hijo prematura o de la joven nigeriana de Mallorca nos debe alertar sobre el hecho de que la sanidad pública no atienda igual a todos sus pacientes. Que el derecho a la salud viene íntimamente relacionado con la clase social que ocupamos. Y, por último, estas desgracias deberían servirnos de revulsivo para atajar de una vez por toda los brotes racistas, que también tienen su parte de responsabilidad, al menos indirecta, en estos fallecimientos.Rebelion - 20.07.09
Sem comentários:
Enviar um comentário