Los Veintisiete cubrieron ayer el expediente de la paridad al elegir, por «unanimidad», al primer ministro de Bélgica, el flamenco Herman Van Rompuy, como presidente del Consejo Europeo y a la comisaria europea de Comercio Exterior, la inglesa Catherine Ashton, como Alta Representante de la UE para la Política exterior. Tras el baile de candidatos de las últimas semanas, el acuerdo de los socialistas europeos en torno a Ashton allanó el camino al consenso.
El ambiente de confusión que ha precedido a la cumbre extraordinaria del Consejo Europeo en la que debían ser elegidos los dos nuevos cargos establecidos por el Tratado de Lisboa, el presidente de este órgano y la jefa de la diplomacia de la Unión Europea (UE), no parece haber sido el que sugería el baile de candidatos de las últimas semanas a la vista del resultado, ya que los Veintisiete llegaron a un consenso mucho antes de lo previsto.
El primer ministro de Bélgica, el flamenco, Herman Van Rompuy, y la comisaria europea de Comercio Exterior, la inglesa Catherine Ashton, ocuparán, respectivamente, los cargos de presidente permanente del Consejo Europeo, durante los próximos dos años y medios, y de Alta Responsable de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, para los próximos cinco, ya que será también vicepresidenta de la Comisión Europea.
Los Veintisiete cumplieron, de esta forma y al menos por esta vez, el expediente de la paridad, al elegir a un hombre y a una mujer, tal y como algunas voces comunitarias venían reclamando. El juego de equilibrios en el seno de la UE ha sido puesto de manifiesto como ya se esperaba al ser designados un representante de un Estado pequeño (Bélgica) y otro de un Estado grande (Gran Bretaña), en ambos casos dos personas poco conocidas fuera de sus propios países y discretas, y con un bajo perfil político.
Jugada de Londres
El órdago de los socialistas europeos tras el acuerdo alcanzado en torno a Ashton allanó el camino del consenso, además de descartar la candidatura del ex primer ministro británico Tony Blair a la Presidencia del Consejo Europeo -propuesta de Londres que no suscitó demasiados apoyos en el seno de los Veintisiete- y evitar que los británicos bloquearan la apuesta franco-alemana por el belga Herman Van Rompuy.
Precisamente fue el actual primer ministro británico. Gordon Brown, quien propuso a Ashton en la reunión de los socialistas europeos, destacando que es alguien que ya trabaja en Bruselas y que es una mujer, según señalaron los medios británicos. Al perecer, Brown se habría decantado por Ashton tras constatar la imposibilidad de que prosperara la elección de Tony Blair.
Los nuevos altos cargos de la UE elegidos ayer tuvieron el respaldo «unánime» de los Veintisiete, según anunció el primer ministro de Suecia y presidente de turno comunitario, Fredrik Reinfeldt.
«Este es el nuevo equipo de liderazgo de Europa», afirmó Reinfeldt en la rueda de prensa en la que presentó a Herman Van Rompuy y a Catherine Ashton.
Reinfeldt, quien recibió en los últimos días críticas por el largo período de conversaciones que precedió a la cumbre de ayer, recalcó que ha sido un proceso «basado en consultas» con todos los países de la UE.
«Es importante demostrar que todos tienen una voz», aseguró el primer ministro sueco.
Sin embargo, el presidente del Consejo Europeo y la jefa de la diplomacia comunitaria competirán entre sí para ser la imagen de Europa en el mundo, al tener ambos competencias en la acción exterior.
El Tratado de Lisboa es poco específico sobre las funciones del presidente del Consejo Europeo, por lo que el perfil del cargo dependerá del contenido que le dé su primer ocupante. Al haber elegido a alguien como Van Rompuy, los líderes europeos han dejado claro que prefieren que el nuevo presidente actúe como facilitador de consensos y que no asuma un excesivo protagonismo.
Señala que «asumirá, en su rango y condición, la representación exterior de la Unión en los asuntos de política exterior y de seguridad común, sin perjuicio de las atribuciones del Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad». Pero no delimita con claridad las competencias de uno y otro cargo, lo que puede ser origen de frecuentes disputas.
La candidatura del democristiano Van Rompuy estaba patrocinada por el eje franco-alemán y era la que encontraba menos resistencias entre el resto de socios europeos.
Pero su elección obligará a Bélgica a volver a buscar primer ministro menos de un año después de su última crisis de Gobierno, de la que ha salido precisamente de la mano de Van Rompuy.
Tras su elección para el cargo institucionalizado por el Tratado de Lisboa, «los presidentes de los partidos de la mayoría deberán reunirse lo antes posible para asegurar la continuidad gubernamental y evitar una nueva crisis de confianza», advirtió ayer en declaraciones a la radio RTL la viceprimera ministra belga, Laurette Onkelinx.
Recalcó que la persona que le suceda debe comprometerse a garantizar la estabilidad del país, así como a solucionar los problemas económicos y la explosiva cuestión de la escisión del distrito electoral bilingüe de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV).
Intereses de todos
Van Rompuy no ha contado para su candidatura con un apoyo sólido de los medios de comunicación belgas, pero sí ha sufrido una agresiva campaña por su perfil federalista desde los rotativos británicos.
Ahora tendrá que abandonar su cargo actual, lo que podría fracturar la coalición gubernamental, formada de manera asimétrica por democristianos, liberales y socialistas.
El recién elegido Van Rompuy se comprometió ayer, en su primer discurso, a «tener en cuenta los intereses y sensibilidades de todos» y a tratar de asegurar el consenso en las decisiones de los Veintisiete. «Todos y cada uno de los países deben surgir victoriosos de las negociaciones. Una negociación en la que una parte termina derrotada no es nunca una buena negociación», aseguró, antes de garantizó también el respeto a la soberanía y tradición de cada Estado miembro.
Van Rompuy dejó claro que su intención es buscar siempre el consenso en las decisiones, a pesar de que una de las novedades del Tratado de Lisboa que entrará en vigor en diciembre es que se elimina la necesidad de unanimidad en el Consejo para muchas materias.
Rebelion - 20.11.09
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