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16/11/2009

Buenos propósitos y grandes ausentes en la cumbre de la FAO

La cumbre mundial sobre la seguridad alimentaria acaba de arrancar en una Roma blindada y controlada por el insistente vuelo de helicópteros. En la sede de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), cerca del Coliseo, están reunidos desde las nueve de esta mañana los 60 jefes de Estado y representantes de los países no alineados con el objetivo declarado de dar un nuevo impulso a la lucha contra el hambre y la desnutrición que afecta a más de un millar de personas, es decir, un sexto de la población mundial. "Hoy van a morir 17.000 niños en el mundo", ha abierto su discurso Ban Ki Moon, secretario general de Naciones Unidas.

"Basta de opulencia y despilfarros. Basta con la explotación de los países más pobres", ha dicho Benedicto XVI, que acaba de cerrar un discurso de tonos contundentes en línea con su última encíclica. En la diana de los discursos que están abriendo la cumbre, están las naciones ricas, "justo aquellas que podrían cambiar las cosas"- como dijo el director general de la FAO, Jacques Diouf - y que, al revés, han desertado la cita romana. Ni un jefe de gobierno de los países miembros del G8 está presente en la capital italiana. Han preferido enviar a delegaciones de secretarios y embajadores.

Los participantes van a adoptar esta tarde el documento que servirá de eje a los trabajos, que cierran el miércoles. Un texto de apenas siete folios, dividido en 5 puntos, que renueva la intención de reducir a la mitad el número de las personas que pasan hambre antes de 2015. Una apelación a los jefes de Estado y de Gobierno que, sin embargo, corre el serio riesgo de ser sólo papel mojado: en el documento no hay ni sombra de nuevas financiaciones e inversiones que sirvan para materializar la mera declaración de intenciones. Sólo se anima a los países del G8 a "respetar plenamente la palabra dada en L'Aquila", cuando los grandes decidieron destinar 22 millardos en tres años.

En saco roto ha caído el requerimiento de Diouf que hace unos días pidió el doble. El Objetivo del Milenio establecido en 1996 nunca había parecido tan lejano: los países ricos reducen sus contribuciones a la FAO y el número de personas que sufren el hambre ha tocado cifras nunca vistas en la historia. Algo que subrayó ayer el alcalde de Roma, el derechista Gianni Alemanno: "el documento es una desilusión, ya que no da indicaciones concretas sobre cómo alcanzar el Objetivo y tampoco pone a disposición recursos adecuados". "Los países ricos tienen que hacer más", declaró el Presidente de la República italiana Giorgio Napolitano, que por un viaje oficial en el extranjero, ha dejado a Silvio Berlusconi como único anfitrión.

No sólo el mundo político expresa su desilusión con respeto a la cumbre. El mismo tono crítico tienen las declaraciones de asociaciones y organismos no gobernamentales reunidos fuera del gran edificio de la FAO. Son más de 600 representantes que llegan de todo el mundo, reunidos bajo el nombre de Foro de la Sociedad Civil, un evento paralelo que tiene la aprobación de la ONU. "Es un escándalo que no hayan concretado nuevas ayudas", dicen de Acion Aid. "Nos preocupa la dejación de obligacionespor parte de los países ricos, puesto que ningún líder del G8, aparte del anfitrión, asiste a la Cumbre. Su indiferencia es una gran preocupación cuando más de 1.000 millones de personas sufren malnutrición y más millones están expuestos a un clima cambiante dañino y a la volatilidad de los precios de los alimentos. Los países en vías de desarrollo no deberían ser abandonados en esta Cumbre", ha afirmado José A. Hernández, portavoz de Oxfam Internacional en la Cumbre.

El País - 16.11.09

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