Puntillazo al empleo

Miguel Riera

Firmamos Maastricht, con una izquierda mayoritariamente alelada y con los sindicatos más grandes sonriendo complacidos. Nos metimos entonces en la trampa-jaula del neoliberalismo y, cuando estuvo bien cerrada, tiramos la llave afuera a través de los barrotes. Ahora, sólo es po - sible salir echando la puerta abajo, empresa difícil de la que sin duda saldríamos magullados, y que no parece vislumbrarse en el horizonte.
Así que nos la metieron doblada, y ahora nos toca pagar las consecuencias. O sea: el ajuste. Un ajuste que hay que llevar a cabo para que los especuladores (perdón, los “inversores”, alias “los mercados”) tengan garantizados sus beneficios, aunque sea al coste de profundizar el desempleo.
Porque ese va a ser el resultado del ajuste: contracción económica, estancamiento del consumo y un desempleo que se va a alargar años y años, en tanto no se impone ese remoto y vago “nuevo modelo productivo”. Pero, aprovechando lo del Pisuerga y Valladolid, los adalides del retroceso social –léase neoliberales y socioliberales– claman de nuevo desaforadamente por lo que denominan “reforma laboral”. Le sobró tiempo al presidente del Banco de España (que actúa realmente como presidente “en funciones” de la patronal bancaria) para reclamar esa reforma tras el anuncio de los nuevos recortes presupuestarios. Hay que remachar el clavo, y recortar aún más el gasto social, faltaría más. Y, encima, en nombre de la creación de empleo. Pura falacia, pero ya se sabe: si se repite más de tres veces una mentira, acaba pareciendo una verdad. Y esa de que la reforma creará empleo la llevan repitiendo el PP y sus submarinos socialistas desde que se hizo la última, así que para la mayor parte de la gente viene a ser ya una verdad de tomo y lomo.
Es verdad que Zapatero trató de resistirse. Vano empeño. Aquí quien manda, manda, y la Merkel manda mucho. Y encima, hasta Obama llamó (¡oh, cielo santo, el emperador dignándose dirigirse al cónsul de al - dea, que gran acontecimiento!) al presi y le pidió que intensifique los “esfuerzos”. De modo que no nos ha - gamos ilusiones: vendrán más reformas, y más temprano que tarde. Y no digamos si en las próximas gana el PP y el PSOE no ha completado el trabajo sucio: las bofetadas nos las darán directamente en las dos mejillas, además de algún rodillazo en la boca del estómago.
Tengo para mí, dicho sea de paso, que se está imponiendo en la sociedad española la idea de que, de una forma a otra, vamos a salir pronto de la crisis, y que por ello vale la pena acometer los sacrificios que nos impone el ajuste. Hemos olvidado ya las advertencias del inicio de la crisis, cuando había bastante consenso (al menos entre la izquierda, pero no sólo) de que estábamos ante una crisis sistémica, y que como mínimo había que reformar seriamente el capitalismo realmente existente. Por parte de la derecha liberal se habló incluso de una necesaria “refundación” del capitalismo. Pues bien, de refundación, nada de nada. Por ahora (y vamos ya para tres años de crisis) apenas algunos retoques –puro maquillaje– y mucho parche a toda prisa para salvar los muebles. Pero todo sigue lo mismo, con la hegemonía de los “mercados” (léase los especuladores) sobre la política y sobre la sociedad en su conjunto. Salir de la crisis va para largo, y cuando se salga, no pasaremos mucho tiempo sin volver a caer en ella, porque el sistema ha dado de sí lo que ha dado, y el capitalismo ha entrado en una fase de senilidad más parecida a un buen alzheimer que a otra cosa. Mientras tanto, los que no formamos parte de los “mercados” seguiremos recibiendo golpes. A España, agobiada con una tasa de paro descomunal y que no para de crecer, le esperan tiempos muy difíciles. Con los recortes del gasto público, a la creación de empleo le han dado la puntilla. Para satisfacción de los de siempre. A lo mejor habrá que empezar a ir pensando en lo de echar la puerta abajo.

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