El viaje es siempre similar. Un taller clandestino asiático fabrica aspirinas. A continuación, las empaqueta con un falso envase, imitación de auténticos fármacos contra la malaria, y los envía hacia la península Arábiga. Desde allí, llegan a los países de África occidental, donde un enfermo de paludismo paladeará la píldora amarga con la esperanza de que sofoque sus náuseas, escalofríos y fiebres de hasta 40 grados de temperatura. Sin embargo, probablemente morirá. Según las estimaciones de Naciones Unidas, del millón de muertes que provoca la malaria cada año, 200.000 podrían evitarse si las medicinas disponibles fueran efectivas y se utilizaran correctamente. Y los expertos alertan de que el problema se va a agravar. Hace un año, las autoridades belgas incautaron dos millones de falsos analgésicos y antipalúdicos procedentes de India, con destino a África. Fue la mayor operación contra este mercado negro en Europa.
La situación es dramática. Un reciente informe elaborado por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito apunta que la mitad o más de los medicamentos consumidos en África occidental pueden ser de mala calidad o falsificados. A menudo, son simplemente pastillas de aspirina o paracetamol, pero el negocio mueve 430 millones de dólares solo en esta región. Hasta ahora, se pensaba que detrás de esta gigantesca farmacéutica ilegal se escondían las industrias clandestinas de China e India, pero una nueva revelación ha concretado las acusaciones.
En junio, las autoridades nigerianas descubrieron que toneladas de antipalúdicos falsos con la etiqueta Fabricado en India procedían, en realidad, de fábricas chinas. La indignación estalló en el Gobierno de Manmohan Singh, que temía que la poderosa industria farmacéutica india, cuyo volumen de negocio supera los 12.000 millones de dólares, se convirtiera a ojos de la opinión pública en poco más que una fábrica de veneno. Nueva Delhi pidió explicaciones a Pekín y, sorprendentemente, el Gobierno de Hu Jintao ha entonado el mea culpa.
Múltiples culpables
Un dirigente chino, citado por la agencia de noticias india PTI, reconoció a mediados del pasado agosto que el fraude provenía de sus industrias clandestinas y anunció que se abriría una investigación. Pero las autoridades parecen sobrepasadas. Sólo en 2008 se enfrentaron a casi 300.000 casos de fármacos y equipamientos médicos piratas, según las cifras oficiales.
Para el director de la ONG Africa Fighting Malaria, Roger Bate, los responsables de este drama sanitario se encuentran en muchos países. "No hay duda de que los militares chinos, el Ejército Popular de Liberación, están implicados. Al Gobierno chino seguramente no le gusta esto, y desde luego no lo apoya, hasta donde yo sé, pero probablemente no puede hacer nada por evitarlo. En este sentido, coopera con ellos", afirma a Público este economista, autor del libro Making a killing (un título que juega con el doble sentido de esta expresión en inglés: cometer una matanza y hacer un gran negocio), sobre los efectos mortíferos del tráfico de fármacos falsificados.
Bate, cuya organziación recibe dinero de algunas farmacéuticas, indulta al Gobierno indio, pero acusa a las autoridades "corruptas" de las provincias de Haryana y Uttar Pradesh de participar en este negocio asesino. Y lo mismo opina de los políticos africanos, con los de Uganda a la cabeza.
El propio informe de Naciones Unidas introduce nuevos actores, citando estudios previos. "Varios grupos criminales organizados han desplazado su atención del contrabando de narcóticos y armas al de fármacos falsificados. Interpol ha encontrado cada vez más evidencias de que la falsificación está vinculada con el crimen organizado y los grupos terroristas, como Al Qaeda", señala el documento. Sus autores ofrecen una posible explicación a este interés poniéndola en boca de un directivo de Novartis, la compañía farmacéutica que fabrica el tratamiento contra el paludismo recomendado por la Organización Mundial de la Salud: "Si te cogen con un kilo de cocaína, estás en un problema serio. Pero si te encuentran medicamentos falsos, sólo pasarás seis meses en la cárcel".
La solución, una utopía
Bate pidió el año pasado, a través de un artículo en el diario The New York Times, que los países pobres promulguen leyes y creen agencias científicas capaces de supervisar la fabricación de fármacos y de certificar la calidad de los medicamentos importados. Sin embargo, reconoce que es una utopía. "En un puñado de países africanos, cada vez menos, todavía existen leyes terribles, que consiguen, en la práctica, que la falsificación sea legal. Y en los demás, es fácil establecer leyes, pero es mucho más complicado hacer que se cumplan", sostiene.
Sólo hay una excepción: Nigeria. En este país, con casi 60 millones de afectados por la malaria en 2008, la cantidad de medicamentos pirata en el mercado negro cayó un 50% entre 2001 y 2006, gracias a la iniciativa de la farmacóloga Dora Akunyili al frente de la agencia que controla los medicamentos en el país. Akunyili logró unos objetivos asombrosos, pero a un precio muy alto. Una bala rozó su cabeza en un atentado. Los contrabandistas no quieren medicamentos que salven vidas en África.
Público.es - 08.09.09
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