No hace mucho tiempo que la ideología del pensamiento único decretó el funeral para la izquierda. Parecía que ésta ya no existía, sino era como puro residuo dogmático y sectario del pasado. Incluso la izquierda convencional se convirtió en una simple gestora del sistema capitalista, cuya realidad se supone que adquiere un carácter universal que ya nadie puede negar. Gobiernos como el del Partido Laborista de Blair fueron la máxima materialización de este principio. No era el único, por supuesto, pero sí el más vistoso.
Frente a esta ofensiva ideológica la izquierda se ha intentando recomponer marcando diferencia con respecto a todas las formas de la derecha real, se proclamen así o de izquierda. Hablamos entonces de izquierda real para referirnos a los grupos, movimientos y personas que no sólo se proclaman de izquierda, sino que además lo son. Esto no conduce a una cuestión ontológica: ¿que quiere decir ser de izquierdas? Hace un par de días oí un comentario que fue el detonante de esta reflexión. El comentario decía: hay mucha gente que vota a la izquierda pero que es de derechas. La afirmación es más compleja de lo que parece porque conduce no sólo a la pregunta anterior, que marca la diferencia entre el ser y el aparentar sino muchas otras más. Y el tema me parece crucial desde un punto de vista ético, moral y político. Y digo estas tres nociones porque creo que ser de izquierdas se tiene que reflejar en las tres dimensiones. Pero como son términos muy ambiguos definamos lo que significan las tres palabras. La diferencia entre ética y moral es muy confusa, por lo que intentaré definirla en los términos que nos puedan resultar más productivos. Por ética entenderé el arte de vivir, por lo que hace referencia a la manera de conducir la vida cotidiana. Moral son una serie de principios normativos que intentamos aplicar a la acción. Y política es lo relativo a la relación entre justicia y poder, al gobierno de la sociedad... Entiendo entonces que cuando se dice de alguien que aunque vota a la izquierda es de derechas quiere decir que ética y moralmente no es de izquierdas. Porque bueno, la política es algo más que votar pero tampoco podemos decir que alguien que vote a la izquierda y no milite activamente es un votante de derechas. Si lo decimos es, seguramente, para referirnos a cuestiones morales o éticas de la persona. Respecto a la moral no me centraré ahora en la cuestión aunque es evidente que una persona de izquierdas, se dedique o no a la política, a de tener unos principios morales (de solidaridad, honestidad, respeto) y que además los ha de aplicar. Esta sería una doble diferencia con la derecha, no sólo a nivel de valores sino de rechazo de la doble moral burguesa. Una buena parte de los políticos que se dicen de izquierdas han demostrado con su práctica la negación de este principio, por lo cual deberíamos excluirlos públicamente de la izquierda. Comisiones, clientelismo, opacidad son buenos y continuados ejemplos de esta nefasta realidad.
Pero en lo que quiero centrarme, y los otros dos aspectos los dejo en el aire para recogerlos en otra ocasión (o todavía mejor si los recoge otro) es en la cuestión ética. ¿Debe vivir una persona de izquierdas de una determinada manera? En Cataluña tenemos un ejemplo histórico paradigmático con la llamada “gauche divine”, que como sabemos era un conjunto de intelectuales, profesionales, incluso empresarios que no sólo tenían una posición privilegiada en la sociedad que criticaban sino también una forma de vida que a muchos les parecía contradictoria con el presentarse como de izquierdas. Pero aquí hay dos cuestiones: uno es el estatus objetivo y otro los hábitos y prácticas cotidianas. Como son dos cuestiones diferentes empezaré por la primera ¿Hay que tener un determinado estatus social para ser de izquierdas? De entrada hay que excluir las posiciones obreristas que consideran que la única persona objetivamente coherente con una posición de izquierdas es la que pertenece a la clase obrera. Podemos ampliarlo a lo que se han llamado las clases subalternas, a las clases trabajadoras en el sentido amplio, es decir a todas aquellas que no tienen acceso al poder ni disfrutan de grandes privilegios, con lo cual se amplia a lo que descriptivamente llamamos la clase media. Aquí hay cuestiones espinosas que sólo podemos tratar refiriéndonos a personas concretas, cosa que me parece aceptable porque son personas que se presentan públicamente como de izquierda. Podemos empezar por Zizek, al que ya se le criticó en estas páginas por convocar un Congreso sobre temas de izquierdas que costaba unos dinerillos. Zizek se presenta como un personaje de la izquierda radical pero es famoso, tiene muchísimas publicaciones, viaja dando conferencias, está bien situado en los centros de poder académico. No podemos decir que esté maltratado por el sistema, sino que al contrario recibe de él muchos privilegios. Pero no nos metamos sólo con él sino con gente todavía más respetada por la izquierda que tienen poder y prestigio o escritores que son una fuente de beneficios para grandes editoriales y para su bolsillo, claro. Aquí no me pronuncio porque tampoco es el tema pero planteo la cuestión.
Pero a lo que quería pasar es a la forma de vida, a la cuestión ética. Y aquí quiero dejar claro lo que no quiero formular es un modelo de izquierdista ideal (Sólo nos faltaría esto). Pero sí dar unas cuantas pinceladas sobre el tema que me parecen fundamentales. La primera es olvidarnos tanto de Mayo del 68 como de planteamientos moralistas. Olvidarse de Mayo del 68 quiere decir no plantear que es más de izquierdas el que no tiene familia, el que vive de manera disidente, heterodoxa. Esto no tiene sentido porque la mayoría de valores, muy frescos y renovadores en el movimiento sesentayochesco, hoy están plenamente integrados en la lógica consumista del capitalismo individualista y consumista. En este sentido casarse y fundar una familia es perfectamente compatible con ser de izquierdas. Casarse porque es un vínculo legal con el otro que tiene un carácter objetivo y que supone un compromiso mutuo con derechos y deberes. Otra cosa es que el divorcio deba ser una opción libre y fácil, por supuesto, pero asumiendo los compromisos previos. Tener hijos es también un acto generoso que nos hace salir de nuestro individualismo hedonista y cómodo. Lo cual no implica que esto deba ser un imperativo, claro, ya para una persona de izquierdas es igual de válido estar sólo, tener pareja sin casarse y no tener hijos. Simplemente que una cosa no nos hace más de izquierdas que otra. Hay que evitar el moralismo, no los principios morales. Y moralismo es cuando la moral quiere invadir la ética, que son dos cosas diferentes. Una cosa es tener principios morales y otra moralizar sobre cuestiones como las anteriores, lo cual me parece fuera de lugar. Se puede tener familia y ser fiel a la mujer como ser un ligón siempre y cuando se mantenga el principio moral de respeto al otro. En un caso y en el otro.
Otro tema polémico es a que escuela lleva una persona de izquierdas a sus hijos. Y yo aquí voy a ser algo inflexible. Si hablamos de sanidad una persona de izquierdas puede ir perfectamente a una mutua, la pague él o MUFACE si es funcionario y no me parece una contradicción. La sanidad pública quiere decir el acceso a los servicios de salud de todos, como derecho. Y pagándola con los impuestos de todos, esto está bien. Pero si alguien quiere y puede pagar algo más no veo el problema. Al contrario, descongestiona los servicios públicos de salud y es mejor para los que no pueden pagarse una mutua. No me parece una cuestión de principios. Pero la cuestión de la educación es diferente porque la opción es si queremos para nuestros hijos una educación clasista, racista o elitista o una educación compartida. La educación clasista quiere decir que queremos que nuestros hijos no se relacionen con gente de procedencia obrera, lo cual si es una contradicción para una persona de izquierdas. Todavía peor si no queremos que nuestros hijos se relacionan con inmigrantes. Y elitista quiere decir que educamos a nuestros hijos con un sector que se considera por encima de la media, en el sentido que sea, lo cual también es grave para una persona de izquierdas. Y hay otro factor añadido que es que la educación concertada es la gran estafa pública para mantener con dinero de todos escuelas clasistas, racistas o elitistas. Esto no quiere decir que una persona de izquierdas no pueda llevar a sus hijos a una escuela concertada pero esto sólo me parece aceptable si la escuela pública está muy degradada. Tampoco vamos a decir de esta agua no beberé porque puede haber casos excepcionales pero la actitud coherente desde una ética de izquierdas es preferir espontáneamente la escuela pública.
Cuestiones fundamentales son, por supuesto, la igualdad de sexos (la palabra género no me acaba de gustar, me parece un eufemismo) y el ecologismo. La izquierda lucha por la igualdad en todos los ámbitos y lucha por un mundo mejor para todos. Esto quiere decir que las actitudes machistas son incompatibles con una sensibilidad de izquierdas. Otra cosa es que el camino es largo y a nivel cotidiano difícil pero lo que importa es, como he dicho, la actitud. La conciencia ecológica es hoy también imprescindible y debe reflejarse en actitudes y hábitos. Esto no quiere decir que ser de izquierdas quiera decir no tener coche porque tal como está montada la sociedad es a veces imposible prescindir de él, pero sí favorecer el reciclaje, el transporte público siempre que se pueda, una moderación en el consumo...
Otra cuestión interesante es la de la propiedad. El tema es complejo y si vamos a la cuestión fundamental pienso que en la situación actual es perfectamente razonable querer un piso en propiedad Si tuviéramos un sistema socializado en el que hubiera vivienda pública con alquileres accesibles e indefinidos a través de las generaciones estaría muy bien. Pero pagar un alquiler para procurar un beneficio de tipo rentista a otro, sin ningún tipo de seguridad ni garantía no me parece una buena solución para casos de personas que quieran estabilizarse en un lugar concreto.
Quedan otros temas, seguro, que pueden ir saliendo pero que tiene que quedar claro son dos cosas. La primera es que una persona de izquierdas quiere vivir bien y la segunda que quiere hacerlo de una manera que sea accesible para todos. Y no porque todos hayamos de vivir de la misma manera sino porque la manera como queremos vivir nosotros tiene que ser posible para los otros.
Rebelion - 17.06.09
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