Renzo de Felice, el gran historiador del fascismo, distinguía entre "fascismo movimiento" y "fascismo régimen". Este último constituía la normalización de las tensiones revolucionarias, la reducción corporativa de los conflictos sociales, la armonización -y clericalización- de la sociedad, su aburguesamiento 'panciafichista' [1]. El primero representa para de Felice, la esencia verdadera, el hilo rojo que marca toda la historia del ventenio: es el fascismo de los orígenes y del crepúsculo, el "social" que apunta al cambio, a la novedad, a la "revolución", que se contrapone tanto a la burguesía como al proletariado, que desconfía del viejo establishment y que identifica siempre nuevos enemigos. Columna vertebral del fascismo movimiento fueron, como dice el historiador, "las clases medias emergentes (...) aquellos sectores de la pequeña burguesía que aspiraban a una mayor participación y dirección propias de la vida social y política nacional, aquellos sectores que ya no reconocían a la clase dirigente tradicional y a aquella política en particular ni la capacidad ni la legitimidad de gobernar (...) Querían afirmar su función, su cultura y su poder político contra la burguesía y el proletariado".
Mutatis mutandis, estas categorías pueden aplicarse hoy a la derecha berlusconiana. Quede esto bien claro: no quiere decirse con ello que las ideas, los valores, los programas del berlusconismo sean asimilables al fascismo histórico. Eso sería un sinsentido. Sin embargo, en el mundo político que gira en torno al Cavaliere, tanto en el Popolo della Libertà como en la Lega Nord, discurren dos tendencias asimilables a las categorías del 'movimiento' y del 'régimen'. La del movimiento tiene sus alfiles en los Brunetta [2] y en los Gasparri [3],en los Sacconi [4] y en la Gelmini [5], pasando por los liguistas de complemento. Estos personajes adoptan tematicas y estilos comunicativos agresivos que movilizan al electorado propio apuntando ellos a los "enemigos" del pueblo que traman contra los intereses de la nación: a la oposición, evidentemente, pero también a los "poderes fuertes", los sindicatos y lo poco que queda de prensa independiente, así como a magistrados, docentes y funcionarios públicos en general, lo que es como decir a las categorías que no votan a la derecha. Su lenguaje oscila entre lo irrisorio y lo insolente, salvo cuando se repliegan sobre el victimismo agresivo si se les responde con dureza. Además, la protección asegurada por los medios les permite descargar ráfagas de falsedades - véanse los puntuales choques en el portal de lavoce.info - sin temer desmentidos que, si alguna vez se producen, aparecen en la página 40, en cuerpo 6, unos días después. Pero la protección mayor es la que asegura el gran jefe. El Cavaliere en persona encarna el tipo ideal del movimentismo de derecha: siempre al ataque, derribando y deslegitimando sin cesar a los adversarios que quieren la ruina del país, que cultivan la cultura de la muerte, que alientan la crisis, socava continuamente reglas y procedimientos, garantías y equilibrios entre poderes, a fin de introducir un régimen personalista-plebiscitario.
Del movimentismo de la derecha se desprende un deseo de venganza, de desquite y de afirmación que recuerda de cerca las pulsiones de las clases medias en ascenso descritas por de Felice. Clases que se reconocen hoy en el trabajo autónomo en todas sus mil variantes, de los miniempresarios a los consultores de todo tipo, de los comerciantes a los artesanos. Clases que estallaron hace veinte años y que ya entonces pedían un reconocimiento y una representación 'suya' propia. El desplome de la Democracia Cristiana las ha llevado de modo natural hacia el novismo de derecha cuyo discurso llegaba directo al corazón y a la cartera de estas clases. Clases que detestan a la burguesía por tener forrados los riñones y también, más o menos abiertamente, por su cultura (palabra que hace echar mano a la pistola a la parte del berlusconismo de movimiento), y que desprecian o temen según las circunstancias al proletariado sindicalizado, el que todavía reivindica derechos y retribuciones. Clases que quieren su sitio a la mesa y en la sala de mandos para adquirir y/o mantener la riqueza acumulada en estos años salvajes, a menudo a costa del trabajo asalariado.
A este berlusconismo de movimiento, verdadera alma de la derecha italiana, se le añade otro, bastante minoritario, de 'régimen', más sereno y suave. Su cantor es Giulio Tremonti [6] y su mentor, Gianni Letta [7]. Como todas las fuerzas de estabilización pretende mitigar y apaciguar. No desdeña un rostro feroz si hace falta, pero logra siempre recobrarse gracias a una sabia dosis de diplomacia y contactos.
En este esquema no aparecen muchos ex AN (Alleanza Nazionale)[8]. Demasiado 'tradicionales' y 'pro-estado' para seguir al movimentismo, demasiado 'antagonistas' para seguir al clerical-tremontismo. A ellos no les queda más que seguir otro recorrido, el del conservadurismo moderno adoptado por Gianfranco Fini y del todo ajeno a ambas tendencias de la derecha berlusconiana. Ya veremos quén tiene más tela que cortar.
Sin Permiso - 25.10.09
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