À procura de textos e pretextos, e dos seus contextos.

07/11/2009

Crisis económica: ojalá la lección haya sido aprendida

Alfredo Toro Hardy

Figuras e instituciones como Von Hayek, Von Mises o Friedman y la Sociedad Mont Pelerin, clamaron en soledad durante décadas por el retorno de una era liberal. Estos nuevos liberales –neoliberales- parecían más la expresión nostálgica de un pasado irredimible que la manifestación de un futuro plausible. Sin embargo, el triunfo electoral de Ronald Reagan, precedido por el de la señora Thatcher en el Reino Unido, logró lo que pocos años antes lucía como una imposibilidad: el retorno del liberalismo económico. Los nostálgicos del pasado ascendieron al Olimpo de los nuevos dioses y sustentados en la hegemonía económica estadounidense, proyectaron la fuerza inapelable de sus enseñanzas a los más remotos rincones del planeta. Era una repetición, a la inversa, de las ondas expansivas que décadas atrás había generado la gran depresión estadounidense.

Se entró así en una nueva era caracterizada por la globalización de los mercados y el predominio de las finanzas. La economía estadounidense se imbricaba integralmente con la del resto del mundo, proyectando sobre ésta sus valores, estilos y preferencias. Se trataba, a fin de cuentas, de una globalización que hablaba en lenguaje estadounidense. Bajo la cobertura de la moderna tecnología de las comunicaciones y de la información, y bajo el ambiente de desregulación prevaleciente, las bolsas de valores del mundo pasaron a movilizar diariamente cantidades difícilmente comprensibles para la mente humana. Ello a través de instrumentos bursátiles cada vez arriesgados que no buscaban otra cosa que la riqueza rápida.

La situación anterior respondía a la consolidación de vastos reservorios de inversiones, que habían de ser manejados bajo enormes presiones competitivas para obtener beneficios en el corto plazo. Tal competitividad imponía límites de tiempo demasiado cortos como para permitir la maduración de las inversiones productivas. Esto se combinaba de manera simbiótica con la visión de corto plazo de las empresas -producto típico de la realidad estadounidense- que sometidas a la dictadura de los informes financieros trimestrales, perseguían la rentabilidad inmediata a expensas de sus fortalezas estructurales. El resultado de ello no pudo ser otro que el abandono de las inversiones productivas, mediante fórmulas que posibilitaban la creación de dinero sin la consiguiente creación de valor.

Ese estado de cosas condujo, durante los últimos lustros, a un conjunto sucesivo de crisis intensas. Entre ellas se encontraron la del peso en México en 1994, la asiática en 1997-98 (cuya responsabilidad pretendió ser achacada al modelo asiático), la rusa en 1998, la de los fondos “hedge” en 1998, la de la Nueva Economía a partir de abril del 2000 o la argentina en 2001-2002. En todas estas ocasiones la economía mundial se encontró frente a efectos bola de nieve, que amenazaron con salirse de control y aplastar todo a su paso. Era la resultante inevitable de una economía mundial profundamente entrelazada y profundamente mal encaminada.

Finalmente la gran crisis estalló y, como correspondía a una de dimensión planetaria, lo hizo en Estados Unidos. Se trataba, al igual que en caso de la Gran Depresión, de una crisis global a la cual nadie resultaba inmune. Y, al igual que aquella, tuvo su génesis en Wall Street y fue el producto del “dejar hacer y dejar pasar” que trajo consigo el liberalismo económico.

Poco a poco la economía global comienza a recuperarse y lo hace en gran medida impulsada por la turbina china: paradigma de economía anti neoliberal. Ojalá que esta reactivación económica, lenta, progresiva y dolorosa, traiga consigo el mensaje del “nunca más” a las fuerzas desatadas del mercado. Ojalá la lección haya sido aprendida.

Rebelion - 07.11.09

Sem comentários:

Related Posts with Thumbnails