Vicenç Navarro
Creo que en mi larga vida he visto casi de todo. Pero incluso yo me sorprendí al leer de fuentes creíbles lo que se ha escrito sobre la nueva república de Kosovo y el presidente de su gobierno Hashim Thaçi. Kosovo ha salido en las noticias en España, habiendo sido un punto de referencia e inspiración para fuerzas secesionistas nacionalistas en España, pues su intento de separarse de Serbia (que había sido el centro de la antigua Yugoslavia) ha sido exitoso. Tal país ha conseguido su independencia gracias al apoyo, muy activo, del gobierno federal de EEUU, del gobierno Blair de Gran Bretaña, y de gran número de países de la Unión Europea. En Febrero del 2008, Kosovo declaró su independencia, pasando a ser gobernada por el dirigente del Ejército de Liberación de Kosovo, Hashim Thaçi. Hoy es un país independiente reconocido por 73 de los 192 miembros de las Naciones Unidas y 22 de los 27 miembros de la Unión Europea. España es uno de los pocos países que no han reconocido a Kosovo, lo cual ha sido sujeto de crítica por parte de los portavoces del nacionalismo catalán secesionista, tales como Joan B. Culla en las páginas de El País, entre otros, quien intentó ridiculizar al gobierno Zapatero por su resistencia a reconocer la nueva República de Kosovo “Recrearse en el ridículo”, El País (30/07/2010). Hasta aquí todo parecería normal y predecible.
Pero cuando se profundiza un poco más (y los medios de mayor difusión han profundizado muy poco) se ve una realidad que alcanza dimensiones surrealistas. Diversos periodistas han ido encontrando y documentando hechos que muestran el calibre humano de los personajes envueltos en estos hechos. Varios artículos han aparecido en los medios, incluyendo un documental de la American Radio Works, que han señalado las conexiones del liderazgo de Kosovo con, no sólo el tráfico de drogas, sino con el tráfico de órganos obtenidos de prisioneros de guerra serbios por parte del llamado Ejército de Liberación. Esta situación motivó que la fiscal del Tribunal Penal Internacional, que se había establecido para analizar la violación de derechos humanos en aquella región, la Sra. Carla del Ponte, analizara estas acusaciones al gobierno de Kosovo, llegando a la conclusión de que existía tráfico de órganos llevado a cabo por el Ejército de Liberación de Kosovo, basado en prisioneros serbios asesinados específicamente para obtener sus órganos. La fiscal ha escrito en sus memorias las enormes dificultades que encontró en esta investigación.
Las declaraciones de la fiscal Carla del Ponte forzaron al Consejo de Europa a nombrar a un senador suizo, Dick Marty, para que investigara tales denuncias. El Sr. Marty publicó su informe, el 16 de Diciembre del 2010, documentando que en el centro de aquel aparato corrupto y traficante de órganos estaba nada menos que el nuevo Presidente de Kosovo, el Sr. Hashim Thaçi. La descripción de lo que ocurría era macabra y horripilante. Según Marty, a los prisioneros serbios que, sin saberlo, iban a ser donantes de órganos, se les separaba de los otros prisioneros recibiendo mayores raciones de alimento, excusándoles de hacer trabajo manual, y permitiéndoles largas horas de descanso. Se les hacían revisiones periódicas de su estado de salud, hasta el día que llegaban los cirujanos al campo, en que les desplazaban, uno por uno, al quirófano y allí se les ejecutaba, y sus órganos eran extraídos inmediatamente. La mayoría de órganos se enviaban a Israel y Canadá y su precio variaba según los órganos. Esta práctica fue seguida después de la postguerra, siendo los prisioneros serbios sustituidos por gente humilde de los barrios más miserables de Kosovo. Hasta aquí lo macabro.
Pero lo que es más nauseabundo es que, tal como indica el senador Marty, es casi imposible que los gobiernos que habían apoyado a Thaçi no fueran conscientes y no conocieran la existencia de este tráfico de órganos y de drogas. Todos los indicios apuntan que los servicios de inteligencia de los gobiernos de la OTAN (la mayoría de los cuales apoyaban al gobierno de Kosovo) eran conocedores de estos hechos pues se habían publicado en los medios. Estos mismos gobiernos, por cierto, habían apoyado al partido de Thaçi, el Partido Democrático de Kosovo, en las elecciones del pasado 12 de Diciembre, claramente fraudulentas como bien documentó The Guardian. Es más, el Sr. Tony Blair, gran defensor de Thaçi, se había desplazado a Kosovo para recoger la Medalla de Oro de Kosovo, máximo galardón otorgado por el gobierno Thaçi. Y el vicepresidente Biden de EE.UU llegó a definir a Thaçi como el George Washington de Kosovo. Tal como escribe Alexander Cockburn en su artículo “¿Could a Serbian Heart have saved Richard Holbrook?” publicado en The Nation (31/1/11) -la revista del mundo intelectual progresista de EEUU- (del cual derivo gran parte de los datos presentados en este artículo) con este tipo de comportamientos es difícil ver a los gobiernos que apoyaron aquellas fuerzas secesionistas como defensores de los derechos humanos.
Naturalmente que los nacionalistas secesionistas no son responsables de tales hechos. Pero, de la misma manera que exigieron, con razón, a los comunistas que denunciaran a Stalin, ellos debieran ser los primeros que denunciaran al gobierno independentista de Kosovo. Y hasta ahora no lo han hecho. Antes al contrario, ha habido un silencio ensordecedor.
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