Esta guía de introducción al régimen neoliberal de inversiones de la UE explica, con lenguaje sencillo, los costos sociales y ambientales de abrir las puertas de las economías de países vulnerables y esboza varias alternativas.
Prefacio de Susan George
Esta publicación llega en un momento crucial. El Tratado de Lisboa otorga a la Comisión Europea un mayor peso y, ahora, ésta puede negociar tratados de comercio e inversiones por sí sola, en nombre de los 27 Estados miembros de la Unión. Gracias a Lisboa, una Europa ya muy poco democrática lo es ahora aún menos y está utilizando sus amplias competencias para infligir un daño incalculable al resto del mundo mediante una serie de tratados de comercio e inversiones aparentemente técnicos con el fin de abrir los mercados de países más pobres y vulnerables.
En Europa, como podrían explicar los ciudadanos bien informados, la Comisión gobierna en nombre de una pequeña minoría y, sobre todo, en nombre de las empresas transnacionales y los grandes bancos, cuyos innumerables grupos de cabildeo en Bruselas están muy bien pagados para garantizar que las cosas sigan así. Los intereses de la pequeña y mediana empresa, que proporciona el 90 por ciento del empleo en Europa, se ignoran; la soberanía popular es un mito pasado de moda y los ciudadanos europeos han quedado reducidos al papel de consumidores en un espacio cada vez más neoliberal y orientado al mercado sobre el cual no pueden decir mucho.
De una entidad geopolítica –la Unión Europea, en este caso– que no está dispuesta a defender los intereses de la gran mayoría de sus propios ciudadanos y que se está dedicando activamente a recortar sus servicios públicos y los derechos que tanto les costó ganar, difícilmente se puede esperar que sienta preocupación alguna por los derechos de los habitantes de otros lugares. Cada uno de los tratados bilaterales de inversiones y los acuerdos de asociación económica que ha firmado la UE con un país más débil confirma, una y otra vez, esta verdad. Todos los derechos están del lado de las grandes empresas; las obligaciones, de la parte de las víctimas del tratado. Si sale cara, gano; si sale cruz, pierdes. El objetivo es satisfacer las demandas de las compañías transnacionales para que puedan hacer lo que les plazca en cualquier lugar.
Esta agenda empresarial no ha cambiado desde fines de los años noventa, cuando el Acuerdo Multilateral sobre Inversiones, negociado secretamente en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), fue derrotado gracias a la acción ciudadana. Hoy día necesitamos acciones parecidas, emprendidas, compartidas y coordinadas por los ciudadanos europeos junto con aquellos que viven en los países a los que apunta la Unión. Los derechos sociales, laborales y ambientales de los ciudadanos de todo el mundo se ven amenazados por acuerdos que conceden una libertad total a los inversores y niegan cualquier tipo de protección a sus ‘socios’ cautivos. El valiente ejemplo de Bolivia nos demuestra que es posible resistir a esta ofensiva.
Que nadie se deje desanimar por la supuesta complejidad de la cuestión. Una de las especialidades de la Comisión es, precisamente, lanzar cortinas de humo sobre la presunta complejidad de determinados temas, siempre acompañadas de barreras comunicativas e informativas que son casi tan difíciles de penetrar como la caja de seguridad del Banco Central Europeo. Los puntos básicos no tienen ningún secreto; las personas que han escrito esta publicación los conocen como la palma de su mano y los explican aquí con un lenguaje claro y accesible.
Todo lo que necesitas lo encontrarás en las páginas que siguen: la mejor forma de socavar un sistema que sólo siente desprecio por la democracia consiste en leer, aprender, compartir los conocimientos y pasar a la acción. - Los acuerdos de inversiones de la UE en la era del Tratado de Lisboa
http://www.tni.org/es/report/por-una-pol%C3%ADtica-europea-de-inversiones-al-servicio-del-inter%C3%A9s-p%C3%BAblico
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