En las calles de Oporto, el pequeño comercio, cafeterías y puestos ambulantes arrancaron la actividad diaria con normalidad. «La situación es muy mala, pero yo necesito vender para vivir», afirma un pastelero de la céntrica Vía Santa Catarina.
Pero la respuesta a la llamada a la huelga general lanzada de forma conjunta por primera vez después de 22 años por las dos principales centrales sindicales portuguesas, CGTP y UGT, logró paralizar el 90% de la actividad del transporte y los servicios públicos y alcanzó un amplio seguimiento en la gran industria, como astilleros y automoción, según los datos aportados al final por los convocantes antes de partir en manifestación desde la Avenida dos Aliados de Oporto.
«Es la mayor huelga jamás realizada, más importante que la última celebrada en 1988». Con esta rotundidad valoraba ayer el secretario general de UGT, João Proença, la jornada de movilización de protesta contra la política de austeridad impuesta por el Gobierno para reducir los déficits públicos y tranquilizar a los mercados financieros. «Es la huelga general de mayor impacto hasta hoy», ratificó Carvalho da Silva, secretario general de la CGTP, que cifró la adhesión a la protesta en 3.000.000 de trabajadores en todo el país.
Aeropuertos vacíos
El sector de la salud redujo su actividad un 40%, con más de 20.000 médicos en huelga, al igual que la educación. «En la gran mayoría de los casos, la movilización es incluso más fuerte que durante las huelgas sectoriales y no me refiero solo al sector público, sino también al privado», dijo Proença.
La valoración sindical fue fácilmente constatable a pie de campo. A mediodía, el aeropuerto de Sá Carneiro, en Oporto, se encontraba desierto. Sin personal detrás de los mostradores de embarque ni pasajeros haciendo tiempo. «Las compañías ya sabían de la huelga y han desviado o cancelado sus vuelos con antelación», explica un hombre uniformado tras el único puesto operativo, el de información.
En total, según esta fuente, la terminal de Oporto suprimió ayer 140 vuelos (553 en todo el país), la totalidad de su actividad.
Si por aire el desplazamiento ayer era prácticamente imposible, por mar tampoco fue mucho más fácil, sobre todo para el tráfico de mercancías, que se vio afectado por retrasos y cancelaciones en la actividad de carga y descarga en las terminales portuarias de Leixões.
Los servicios mínimos decretados para el transporte ferroviaro no funcionaron y la actividad en la estación de Oporto fue disminuyendo a medida en que se iba comunicando la cancelación 57 trenes en todo el país.
Pese a la escasez de transporte urbano, que funcionó de forma residual, los usuarios que aguardaban en las estaciones y paradas eran muchos menos de lo habitual. «La gente hoy se quedó en casa», bromeaba un guardia municipal, en plena avenida de Boavista.
Austeridad sin precedentes
Un autobús envuelto en propaganda sindical de apoyo a la huelga, situado ante la Cámara Municipal de Oporto, amenizaba con música y panfletos la inactiva mañana en el interior de las instalaciones administrativas.
Pese a ello, las luces interiores de inmueble permanecieron encendidos y esto es lo que, probablemente, le haya servido a la ministra de Trabajo, Helena André, de argumento para calificar la movilización de reducida. «Me baso en que en el consumo de la electricidad que no bajó», dijo.
Sí admitió la ministra que el sector más afectado por la movilización fue el de los transportes, aunque sin concretar mucho. «La tasa de adhesión ha oscilado entre el 5,9 y el 95%, según las empresas», afirmó.
Pero más allá de la respuesta a la huelga de ayer, la ministra André reconoció que, en cualquier caso, el margen de maniobra del Gobierno es «prácticamente nulo», en un momento en que Portugal se encuentra en el punto de mira de los mercados tras los rescates de Grecia e Irlanda.
El Parlamento portugués se dispone a votar mañana viernes un presupuesto de austeridad sin precedentes para recortar el déficit de 7,3% al 4,6% del PIB , y que contempla una reducción del 5% en el salario de los empleados públicos, un congelamiento de la pensión estatal y un aumento a del impuesto al consumo (IVA) al 23%.
Mientras se producía la huelga, la deuda externa portuguesa alcanzaba su máximo histórico, 7,057%.
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