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31/03/2010

Grecia, un ensayo general: ¡Buenos días, crisis!

Michel Husson

Grecia es hoy un condensado de lo que nos espera en Europa. La ofensiva especulativa de los mercados financieros, preparada en petit comité bajo la égida de Georges Soros (por otra parte gran “filántropo” y “crítico” del poder financiero) demuestra, por si fuera necesario, que todo lo que se nos ha contado sobre la necesaria “regulación” de los mercados financieros eran cuentos.

Fundamentalmente, los gobiernos están al servicio del por financiero o, por ser moderado, han optado por no ir en contra de sus intereses. Ello no excluye contradicciones en el seno de esta gente: los financieros intentan ganar la mayor cantidad de dinero posible, los gobiernos deben sin embargo gestionar los asuntos de todos los días. Frente a la crisis, estos últimos no han dudado en dedicar todo el dinero necesario para salvar los bancos y las finanzas, pero guardándose bien de poner la menor condición. En toda Europa, los bancos se reflotan prestando a una tasa de interés muy superior a su tasa de refinanciación. Bajo esta forma, las subvenciones a los bancos son un grifo abierto.

La crisis no ha cambiado nada de esta sumisión. Los gobiernos no han contemplado seriamente, ni por un momento, sancionar la especulación o fijar un marco a los instrumentos puramente especulativos, como los famosos Credit Default Swaps. Habrían podido imponer a los bancos tener una fracción de sus activos en títulos de la deuda pública y mutualizar la gestión de la deuda a nivel europeo. Pero no soñemos: su única preocupación es devolver confianza a los “mercados” imponiendo a Grecia un plan de ajuste de una increíble brutalidad. El único debate versa sobre el medio de lograrlo, y el proyecto de un Fondo Monetario Europeo no tiene sentido más que si permite controlar mejor la realidad de este ajuste.

El aumento de los déficits públicos es un fenómeno general en Europa y, si Grecia ha aparecido como el eslabón débil, muchos otros países están en una situación igualmente frágil. Los economistas de la OFCE acaban de realizar un ejercicio de prospectiva que muestra que la deuda está aquí para quedarse. El plan de ajuste presentado por Francia se basa en una hipótesis de vuelta a un crecimiento del 2,5% desde 2011 en la que nadie cree: ni Bercy, ni la Comisión Europea.

Esta deuda no es sostenible, ni siquiera desde un punto de vista de izquierdas: implica en efecto que, durante un período indeterminado, una parte importante del presupuesto sería captado por una capa de rentistas que se dedican más a prestar al Estado que a pagar impuestos. Además, esta carga de la deuda podría empezar a hincharse a partir del momento en que la tasa de interés real vendría a aumentar. En fín, la vulgata liberal explicará que esta deuda pública “elimina” el endeudamiento privado y por tanto frena la inversión, y por tanto el crecimiento, etc.

Es la razón por la que el ejemplo griego debe ser meditado: representa una forma de ensayo general de las políticas de superausteridad que van a tender a generalizarse. Al mismo tiempo, evidentemente, los patronos van a querer restablecer sus ganancias mermadas por la crisis para mejor enfrentarse a la competencia. Esta doble austeridad, salarial y presupuestaria, conduce directamente a una nueva recesión. Pero cada país intentará salir del apuro por su cuenta, al precio de una competencia exacerbada. En esta Europa que ha optado por la competencia como emblema, no hay que esperar una búsqueda de soluciones cooperativas.

En esta coyuntura, el asunto está en el timing, y es ya el gran problema de Sarkozy. La burguesía no tiene objeción de principios a su charlatanería (el paro va a bajar pronto, la producción industrial va a aumentar un 25% de aquí a 2015, etc.) pero tiene que esperar a 2012 antes de emprender el giro hacia la austeridad y este plazo está un poco alejado. Mientras tanto, deja que los déficits aumenten. Quizá Dominique Strauss-Kahn haría mejor el trabajo, con el mismo entusiasmo austero que Merkel o sus camaradas socialistas Zapatero y Papandreu.

Hay otra lección que sacar de Grecia: la “regulación” del sistema no pasará espontáneamente del estadio de la simulación. Solo una movilización social que venga a dar un empujón al business as usual puede cambiar, aunque sea un poco, las reglas del juego. Y esta movilización debe estar a la altura de la violencia ejercida por los dominantes: es la única “ética” a la que son verdaderamente sensibles.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=103297

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