Desembozado:el gobierno británico supone que el debilitamiento político del gobierno argentino, la fragmentación de las fuerzas políticas y sociales y la ausencia de una herramienta con la cual el conjunto social pueda unirse frente a una nueva agresión extranjera, es la oportunidad para a la vez obtener petróleo y legitimar definitivamente la ocupación de las islas Malvinas. Un serio desafío.
Después de 28 años de la guerra por Malvinas, en medio de la crisis económica mundial y a la par de anuncios de agotamiento de los yacimientos del Mar del Norte, Inglaterra se dispuso a extraer petróleo en las adyacencias de las islas argentinas.
Una plataforma semisumergible destinada a instalarse al norte de las Malvinas para comenzar a fines de febrero perforaciones en busca de gas y petróleo puso otra vez en la agenda la ocupación colonial de estas islas, ricas en yacimientos de petróleo y krill y ubicadas estratégicamente. La empresa británica Desire Petroleum contrató a Ocean Guardian, encargada de las operaciones de extracción. “Esto es un negocio legítimo”, explicaba un diplomático británico al Financial Times. “El Reino Unido no tiene dudas acerca de su soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur”, afirmó Mark Lyall Grant, embajador británico ante la ONU. Y agregó: “el Gobierno isleño tiene derecho a desarrollar una industria de hidrocarburos en sus aguas, y respaldamos estas actividades empresariales legítimas”. El imperio subrogante de Estados Unidos no tiene dudas: está en todo su derecho.
El gobierno argentino respondió con un decreto el 16 de febrero estableciendo que todo buque en tránsito entre puertos ubicados en la Argentina continental y las Malvinas, o atravesando aguas jurisdiccionales argentinas hacia las islas, o con intención de cargar mercadería entre estos puertos, deberá solicitar autorización.
Respaldo latinoamericano
Días después del anuncio británico, los 32 presidentes y jefes de gobierno reunidos en Cancún, donde se pondría en movimiento la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericano-caribeños, respaldaron el reclamo argentino contra la actitud británica y ratificaron que las Malvinas son argentinas. Hugo Chávez y Luiz Inácio Lula da Silva se destacaron por el énfasis de sus argumentaciones a favor de Argentina. “¿Cuál es la razón geográfica, política y económica por la cual Inglaterra está en Malvinas?”, se preguntó el presidente brasileño, quien solicitó que “el secretario general de la ONU reabra el debate dentro de las Naciones Unidas; el momento político es éste”, insistió. Con esas poderosas cartas el canciller argentino Jorge Taiana acudió a la ONU.
“Nosotros vamos a defender por todos los medios que nos dan la diplomacia y el derecho internacional los recursos y los derechos de los argentinos y vamos a llevar a los más diversos foros el reclamo permanente y claro del Gobierno y de la sociedad argentina para no ser despojada. No descartamos ningún recurso que sea diplomático y bajo el respeto del derecho internacional”, dijo Taiana al término de su reunión con el secretario general de la ONU Ban Ki-moon. Su oficina de prensa emitió más tarde un comunicado en el que señaló: “El secretario general... tomó nota de la preocupación de la Argentina acerca de las islas Malvinas y expresó su satisfacción ante el compromiso de la Argentina de resolver de manera pacífica su disputa con el Reino Unido sobre las islas”.
Mientras tanto, la diplomacia británica mostraba inquietud por el respaldo latinoamericano a los reclamos argentinos, mal disimulada con su habitual altanería imperial. The Times admitió que “Gran Bretaña puede encontrar difícil la defensa de su reclamo de las Falklands (ellos se niegan a llamarlas Malvinas) si se discute en la Asamblea General de la ONU una resolución destinada a sancionarla (por dos razones) Chile y el resto de América Latina está esta vez del lado de Argentina (y) el clima diplomático ha virado en forma tan dramática en contra de los dominios coloniales que es fácil mostrar a las Falklands como una vieja anomalía”. Notable sagacidad la de los editores británicos.
Con idéntica interpretación, el Foreign Office tomó por el camino que entendió adecuado a la circunstancia: puso un submarino a disposición para la defensa militar de las islas Malvinas, mientras la fragata HMS York sigue en aguas malvinenses, según el ministerio británico de Defensa. En las islas hay además, desde el año pasado, cuatro cazas Typhoon.
Agresión y debate por la respuesta
Gobierno y prensa británicos intentaron desde el comienzo agitar el fantasma de otra guerra, a sabiendas del profundo rechazo que semejante perspectiva produce en la sociedad argentina. Paralelamente, en la nación sureña, las dirigencias políticas sin distinción continúan empeñadas en reyertas por pequeños espacios de poder, mientras la prensa hace coro a esos vanos conflictos faccionales y coloca en un plano casi invisible el problema de la soberanía nacional. De hecho, el petróleo argentino está en manos extranjeras desde hace dos décadas. Si empresas inglesas comienzan efectivamente a extraer combustible de las islas Malvinas, el saqueo no sería conceptualmente diferente al que empresas españolas cometen ante la complacencia o el silencio de la totalidad de los poderes establecidos.
La eventualidad de una nueva confrontación armada con Gran Bretaña está descartada. De modo que ahora las autoridades y la sociedad argentina afrontan un dilema inexorable: asisten pasivamente a una nueva afrenta, a un episodio más de saqueo de sus riquezas naturales, o empuñan la única arma con la cual, tanto en 1982 como ahora, es posible detener el latrocinio imperial: recuperar tierras, bancos, empresas petroleras, industriales, comerciales en manos de capitales británicos; ejercer de verdad y a plenitud la soberanía sobre el territorio continental, como punto de partida para recuperar la soberanía sobre las Malvinas y el mar argentino.
http://www.americaxxiweb.com/numeros/0059/index0059.html
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