Sólo dos ejemplos. La decisión de inyectar cinco billones de dólares en la economía mundial, no es una medida nueva sino la suma de una serie de decisiones previstas en los planes nacionales de los Estados y que ahora se agregan sin más.
Pero el ejemplo más patético es el de los paraísos fiscales a cuya perturbadora actividad se quiere poner fin creando listas grises a las que accederán los países que den "señales de arrepentimiento" o imponiendo simples sanciones (¿cuáles?) a los que no quieran cooperar. Pero sobre la inutilidad del ejercicio de las listas y de las sanciones el último ejemplo fue en 2006 la lista negra del GAF (Grupo de Acción Financiera) a petición de la OCDE, que poco tiempo después había salvado de la quema a todos los incluidos. Y, ¿qué mejor prueba que la imposibilidad de verificar la existencia de la cuenta numérica de Madoff en Clearstream -Luxemburgo- con el producto de todos sus latrocinios denunciada con insistencia por Denis Robert?
Mientras Delaware en Estados Unidos y la City de Londres sean los emblemas de la opacidad financiera mundial será imposible acabar con el secreto bancario y los chanchullos en las finanzas. Se dirá que la gente necesita vivir de esperanzas y que la política es también ceremonia y espectáculo, por eso en el libro colectivo El país o la referencia dominante, de 1986, pedíamos que la información fuese al mismo tiempo veraz y socialmente útil. Veintitrés años después seguimos en lo mismo.- José Vidal-Beneyto, París.
A vista de pájaro lo que se ve de esta reunión del G-20 es que es un dispendio de gastos casi tan vergonzoso como las bonificaciones de los ejecutivos mientras se hunden sus empresas. Parece que unos y otros sólo saben hacer las cosas de un modo: a lo grande (la agenda de las primeras damas es sonrojante: no están en una fiesta). Tienen la misma falta de sensibilidad que aquellos directivos que iban a pedir ayudas en jet privado. Aunque la economía vaya cuesta abajo parece que los de siempre viven como siempre y están a años luz de la realidad de la gente.- Virginia Arlanzón.
El País - 07.04.09
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