Ruben Pascual
Nacida en 1961 en Agadir, Marruecos, Elghalia Djimi ha sufrido en sus propias carnes la represión del régimen marroquí. La mantuvieron secuestrada durante casi cuatro años y desde entonces es una conocida defensora de los derechos humanos. En el marco de una amplia gira, ha recalado en Bilbo para dar a conocer la lucha de su pueblo y para explicar los últimos acontecimientos en El Aaiún.
La situación es muy grave en El Aaiun. ¿A qué responde esta actuación de Marruecos que intenta silenciar lo sucedido?
Todo esto da más credibilidad a mi discurso como defensora de los derechos humanos, porque Marruecos siempre ha intentado desmentir nuestro discurso calificándonos de separatistas.
Cada vez que la población saharaui ha intentado manifestarse para reivindicar el derecho de autodeterminación o sus derechos socioeconómicos, se ha dado una represión feroz. Ésta es la realidad de lo que vivimos desde hace 35 años.
¿Qué supone que esta protesta sea la más grande desde que el Estado español abandonó a su suerte a los saharauis?
Se ha dado un éxodo masivo de la población autóctona y se ha echado por tierra la gran mentira de Marruecos, que siempre ha afirmado -sobre todo cuando ha suscrito acuerdos sobre pesca o fosfato con diferentes países o con la UE- que los saharauis recibimos beneficios por estas riquezas naturales.
Esto arroja luz sobre la situación de miseria que vive la población civil saharaui, que en muchos casos no tiene ni trabajo ni vivienda.
Las reivindicaciones aludían a la situación socioeconómica de los saharauis. ¿Era también, aunque no se dijera explícitamente, una demanda política?
Está claro que las condiciones socioeconómicas que sufre la población autóctona desde hace 35 años están claramente ligada al conflicto político.
La pregunta es ¿por qué este sector de la sociedad está marginado desde hace 35 años? Los marroquíes se aprovecharon de la situación y los saharauis quedamos olvidados, igual que el conflicto en sí mismo.
En este nuevo campamento, donde se reclaman derechos socioeconómicos, hay detenidos, hay heridos, hay incluso un muerto ¡un niño de 14 años! Estamos en alto el fuego, si el niño hubiera hecho algo, hubiera bastado con que le detuvieran y le juzgaran -respetando sus derechos humanos-, no tenían ningún derecho a disparar contra la población civil desarmada. Es una auténtica verguenza.
El relator de la ONU para el Sahara, Christopher Ross, se ha limitado a decir, tras haberse reunido con el rey Mohamed VI que se debían evitar las situaciones que puedan entorpecer futuras negociaciones. ¿No le pareció una respuesta tibia?
Sí. Hay algo más fuerte que todo esto. Hay un pueblo que está separado, con cientos de desaparecidos, miles de marginados, miles de reprimidos... Éste es el momento para que la comunidad internacional preste atención a este conflicto con voluntad política para alcanzar una solución justa.
Hay otra cosa muy importante. El pueblo saharaui es uno de los únicos en el mundo que, a pesar de todo el sufrimiento y la represión en su contra, sigue luchando pacíficamente, por lo que la comunidad internacional debería apoyarnos en lugar de dejarnos abandonados.
¿Cómo valora que países que apuestan por solucionar el conflicto tengan acuerdos económicos con Marruecos?
Hay una hipocresía inhumana, sobre todo por parte de Francia, que hasta el momento ha mantenido una postura vergonzosa e inaceptable participando en bombardeos contra nuestros refugiados en localidades como Tifariti. ¿Hasta cuándo va a mantener el veto ante el Consejo de Seguridad y va a seguir apoyando a Marruecos en sus violaciones de derechos humanos?
Está a punto de concluir el alto que se declaró hace veinte años para favorecer la celebración de un referendo. ¿Qué se vislumbra para entonces?
Es un problema grande, pero espero que despierte la conciencia internacional para ayudar a solucionar este conflicto. Somos indulgentes para aceptar los intereses que Marruecos pueda tener con diferentes países, pero es hora de que estas potencias también piensen en nuestras vidas, para poder dar al pueblo saharaui la posibilidad de decidir sobre su futuro. Esto sólo puede hacerse a través de un referendo justo y transparente. Y trabajaremos para conseguirlo, pero para ello se necesita presión internacional.
Usted conoce de primera mano la cárcel y la tortura marroquí. ¿Cómo lo recuerda?
Viví la desaparición forzada. Fui encerrada en un centro clandestino, sin ningún juicio, y a todos se nos negó cualquier tipo de contacto con el exterior. Pasamos tres años y siete meses encerrados, pero muchos han estado desaparecidos dieciséis años. Nos hemos visto obligados a dejar atrás a cientos de desaparecidos y por ellos debemos seguir trabajando, para que todo el mundo sepa los crímenes cometidos por Marruecos desde 1975. Creemos en Dios y en la legitimidad de nuestra causa, por lo que seguiremos luchando hasta el final.
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