El Presidente Zapatero ha estado sometido a enormes presiones para que adopte medidas que son muy impopulares que permitan –según los responsables de tales presiones- a la economía española salir de la crisis. Las medidas que desean que el Presidente Zapatero adopte incluyen reformas en el mercado laboral encaminadas a facilitar el despido, reducir los salarios, congelar las pensiones, retrasar la edad de jubilación, aumentar la regresividad de sus políticas fiscales, privatizar parte de la financiación de los servicios públicos, disminuir el gasto publico, y otras medidas que, en caso de aplicarse, en su conjunto, significaría el mayor recorte de beneficios sociales y laborales que haya ocurrido durante la democracia. Tales presiones proceden de las instituciones europeas (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Consejo Europeo), y del mundo financiero y empresarial, tanto europeo como español, y tienen como objetivo alcanzar lo que han deseado durante mucho años: debilitar al mundo del trabajo, justificando tales medidas como necesarias para aumentar las rentas del capital, condición sine qua non –según ellos- para que la economía española crezca y se recupere. Argumentan que el gobierno debe tener el valor de aplicar medidas “duras” que permitan resolver el enorme problema económico español, cuya máxima expresión es el mayor nivel de desempleo existente en la UE. De ahí que tales medidas duras, negativas para el bienestar de las clases populares, se presenten, paradójicamente, como necesarias para mejorar el día de mañana la calidad de vida de tales clases.
Esta presión sobre el Presidente Zapatero se ha presentado también en los fórums mediáticos españoles en que varios artículos le han aconsejado que se convierta en el Schroeder español. En estos artículos, las reformas llevadas a cabo por el canciller socialdemócrata alemán, Gerhard Schroeder, suelen presentarse como modélicas, instándose al Presidente Zapatero a que tenga el valor que tuvo tal canciller y realizar políticas duras e impopulares que, aun cuando le significaron un coste político elevado (que le significó la derrota electoral al partido socialdemócrata alemán), han resultado ser sumamente exitosas, pues han permitido (al ser continuadas por la canciller cristianodemócrata Angela Merkel) a Alemania salir de la crisis con un crecimiento económico espectacular. De ahí que se anime al Presidente Zapatero a que ponga los intereses del país por delante de los de su partido, identificando los intereses del país con los intereses de los defensores de tales políticas de austeridad (el capital financiero y el mundo empresarial, que están promoviendo tales políticas duras, y están presionando al presidente Zapatero para que se convierta en el Schroeder español).En estos argumentos se ignoran, sin embargo, varios hechos. Uno de ellos consiste en las diferencias existentes entre las propuestas del canciller Schroeder y las que están presionando para que realice el Presidente Zapatero. En Alemania, el gobierno socialdemócrata basó sus reformas del mercado laboral en un intento de retener a los trabajadores en las empresas, en lugar de facilitar su despido, como están proponiendo al gobierno Zapatero el mundo empresarial y financiero. Una de las reformas importantes (y relevantes para España) que hizo el gobierno Schroeder en su programa de reformas, fue el de incentivar a los empresarios a que retuvieran a sus trabajadores en lugar de despedirlos, de manera que el estado paga subsidios a los empresarios para cubrir la reducción de horas de los trabajadores, consecuencia de la menor demanda en la producción. Ésta ha sido una de las razones de que Alemania haya mantenido un desempleo (7%) menor que el promedio de la UE-15, y ello a pesar de un declive muy notable de su PIB (4,6% en 2009), mayor que el ocurrido en España. El mundo empresarial y financiero español, sin embargo, están promocionando la facilidad de despido en lugar del mantenimiento del trabajador, medidas que, sin lugar a dudas, aumentarán el desempleo en España.
El punto flaco del programa de reformas del canciller Schroeder fue el de reducir las prestaciones sociales y el mantener los salarios bajos, en proporción a la elevada productividad laboral existente en Alemania. Esta medida fue clave para permitir un aumento de competitividad de los productos alemanes a nivel internacional, incrementándose espectacularmente sus exportaciones. El enorme crecimiento económico presentado en el último trimestre se debe, en parte, al extraordinario crecimiento de las exportaciones (resultado de los estímulos económicos en China y en EEUU). Pero la pregunta que debe hacerse y que no se hace es quién se ha beneficiado más de esta situación. Y la pregunta es fácil de responder. Los empresarios de las industrias exportadoras y los bancos, que acumulan euros obtenidos de las ventas de los productos alemanes en los países de la eurozona (dos terceras partes de las exportaciones van a estos países). Los salarios, sin embargo, se han mantenido estables, elemento importante para explicar el milagro alemán, basado en exportaciones. Ello explica también la escasa importancia de la demanda doméstica como estímulo de la economía alemana.
Y ahí está la gran debilidad del argumento del mundo empresarial y financiero, que desean que Zapatero se convierta en un Schroeder. El modelo exportador, a la larga, no se sostiene si todos los modelos económicos de los países de la UE se basan en la exportación como el mayor estímulo económico. Para que un país exporte, se requiere que haya otros que importen. Si todos exportan el sistema no funciona. Y ahí está el mayor problema de la UE. La exportación del modelo alemán, con salarios moderados (que quiere decir, por lo general, salarios bajos en relación a la productividad laboral) es un sistema insostenible en la Unió Europea. Alguien tiene que comprar lo que otros quieren exportar. Sino, todos tienen un grave problema.
LAS LIMITACIONES DEL MODELO SCHROEDER
Como ya he señalado en otros artículos, el modelo basado en las exportaciones no ha beneficiado especialmente a las clases populares de Alemania. En realidad, el desacuerdo entre el canciller Schroeder y su Ministro de Economía Oskar Lafontaine, se basó precisamente en este punto. El canciller Schroeder llevó a cabo políticas públicas que se basaron en lo que se llama “moderación salarial”, que quiere decir en lenguaje llano, que el crecimiento del producto consecuencia del aumento de la productividad se transforme más en rentas del capital que en las rentas del trabajo. Oskar Lafontaine quería implementar medidas que beneficiaran más a las segundas que a las primeras, transformando la demanda doméstica en el motor de la economía. Sus propuestas hubieran beneficiado más a las clases trabajadoras y clases medias de Alemania (y de la UE, por cierto). Venció Schroeder en aquel conflicto y Lafontaine dejó el gobierno, el partido socialdemócrata y ayudó a establecer el nuevo partido, Die Linke (la izquierda). El partido socialdemócrata alemán sufrió el mayor descalabro que haya sufrido en su periodo democrático.
En Alemania, la productividad laboral ha crecido más rápidamente que los salarios, creándose un excedente que ha beneficiado las industrias exportadoras y la banca. En España, sin embargo, los salarios, históricamente muy bajos, han aumentado más que la productividad, haciendo los productos españoles menos competitivos. Puesto que España no puede devaluar la moneda para abaratar sus productos, la única solución es que se bajen los salarios. Todas las propuestas de reforma del mercado laboral tienen este objetivo (aunque no se promuevan como tal). Para alcanzarlo se están proponiendo toda una serie de medidas regresivas, altamente impopulares y con pocas garantías de éxito. Las políticas de austeridad de gasto público, encaminadas a reducir el déficit público, están ralentizando el crecimiento económico y aumentando el desempleo (que a su vez determina una bajada de salarios). El caso de Lituania y Estonia, que están siguiendo a pies juntillas las recetas de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional, es significativo. En ellos se está ralentizando el crecimiento económico y está aumentando el desempleo.
PRESTEN ATENCIÓN A LO QUE EL GOBIERNO MERKEL HACE, NO A LO QUE DICE
Mientras que el aumento del crecimiento económico alemán se debe, en parte, al enorme estímulo económico del gobierno Chino (y en menor medida al del gobierno estadounidense), con incremento de las exportaciones, hay otras dos causas de tal crecimiento, muy bien documentadas por el excelente artículo de Mark Weisbrot en The Guardian, “The Falacy of Taking German Lessons” (30.08.10), y que no han sido conocidas en los medios de información. Y las dos causas son las políticas keynesianas que el gobierno ha seguido y que contradicen las propuestas de austeridad que la canciller Merkel está promocionando para otros países, incluyendo España. Una es el aumento del déficit del estado alemán, que se ha doblado en un año. Según las cifras de estadística del gobierno federal, el déficit del estado en la primera mitad del 2010 (42,8 billones de euros), fue más del doble (18,7 billones) que el existente en la segunda mitad del 2009. Muy pocos países han visto crecer su déficit tan rápidamente, lo que significa, por lo tanto, un gran estímulo económico. La otra causa es el crecimiento del gasto público (y muy en particular de los “landers”, equivalente a las CCAA en España). Las reducciones de gasto a nivel central han sido más que compensadas con un gran crecimiento de los gastos públicos en las CCAA de Alemania, que ha significado un gran estímulo económico. Este crecimiento ha sido muy acentuado en la primera mitad de este año. Ninguna de estas dos causas del crecimiento económico en Alemania ha sido citada en los medios españoles. Las fuerzas financieras y empresariales que están presionando (exitosamente) al Presidente Zapatero (y que tienen gran influencia en los medios) quieren transformar España en un modelo exportador semejante al alemán (basado en una “moderación” salarial), sin tener en cuenta (debido, en parte, a su ignorancia y en parte a su fe en el dogma neoliberal) que el reciente crecimiento económico alemán se basa en políticas de estímulo económico en otros países, y también en la propia Alemania. Las recetas que el mundo financiero y empresarial están proponiendo para España mejorarán sus propios intereses, pero no los intereses de España y de sus clases populares.
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