Iraq tiene un desempleo de entre 25 y 50%, un parlamento disfuncional, enfermedades endémicas, una epidemia de enfermedades mentales, y un crecimiento descontrolado de las chabolas. La matanza de gente inocente se ha convertido en parte de la vida diaria. ¡Qué desolación ha infligido EE.UU. a Iraq!
ONU-HABITAT, un organismo de las Naciones Unidas, publicó recientemente un informe de 218 páginas titulado “Estado de las Ciudades del Mundo 2010-2011”. El informe está repleto de estadísticas sobre la condición de ciudades en todo el mundo y sus demografías. Define a los habitantes de los barrios bajos como aquéllos que viven en centros urbanos sin una de las siguientes condiciones: estructuras estables para protegerlos del clima, suficiente área habitacional, suficiente acceso a agua, acceso a instalaciones sanitarias e inmunidad ante el desalojo.
Casi oculto intencionadamente en esas estadísticas hay un hecho chocante sobre las poblaciones urbanas iraquíes. Durante las últimas décadas, antes de la invasión de EE.UU. en 2003, el porcentaje de la población urbana que vivía en chabolas en Iraq ascendía a poco menos de un 20%. Actualmente, ese porcentaje ha aumentado a un 53%: 11 millones del total de 19 millones de habitantes urbanos. En la última década, la mayoría de los países han hecho progresos hacia la reducción de la cantidad de habitantes en chabolas. Pero Iraq ha ido rápida y peligrosamente en la dirección contraria.
Según el Censo de EE.UU. del año 2000, un 80% de los 285 millones que habitan en EE.UU. son habitantes urbanos. Los que viven en chabolas están muy por debajo de un 5%. Si traducimos la estadística iraquí al contexto estadounidense, 121 millones de personas vivirían en chabolas en EE.UU.
Si EE.UU. tuviera una tasa de desempleo entre un 25 y un 50% y 121 millones de personas que viven en chabolas, habría disturbios, los militares tomarían el poder y la democracia se evaporaría. ¿Por qué, entonces, la gente en EE.UU. no se preocupa o entristece por las condiciones en Iraq? Porque la mayoría de la gente en EE.UU. no sabe lo que sucedió en Iraq y lo que sucede ahora mismo. Nuestro gobierno, incluida la actual administración, mira hacia otro lado y perpetúa el mito de que la vida ha mejorado en Iraq después de la invasión. Nuestros principales medios noticiosos refuerzan ese mensaje.
Yo albergaba muchas esperanzas en que el nuevo gobierno diría la verdad a sus ciudadanos sobre el motivo por el que invadimos Iraq y lo que estamos haciendo actualmente en ese país. El presidente Obama prometió seguir adelante y no mirar hacia el pasado. Por problemática que sea esta negativa de examinar el pasado –particularmente para los historiadores– lo menos que debería hacer el presidente sería informar al público de EE.UU. sobre las actuales condiciones en Iraq. ¿De qué otra manera podemos esperar que nuestro gobierno formule una política adecuada?
Audiencias más amplias en el Congreso sobre Irán podrían haber permitido que conociéramos los mitos propagados sobre Iraq antes de la invasión y la dimensión del daño y la destrucción infligidos a Iraq. Habríamos conocido el tremendo aumento en la pobreza urbana y de la expansión de los barrios bajos. Semejantes hechos sobre las actuales condiciones de Iraq ayudarían a los ciudadanos estadounidenses a comprender mejor el impacto de la rápida retirada de EE.UU. y cuáles deberían ser nuestras responsabilidades en Iraq.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=111864
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