Los defensores del capitalismo, y en primer lugar los dirigentes de la Unión Europea, han perdido toda credibilidad. Desde hace años pisotean los derechos de los pueblos, pero no dudaron en defender lo contrario de sus publicitados principios para organizar el salvamento de los bancos. Los partidos que están en el poder en Europa podrían haber actuado de otra forma, nacionalizando los bancos y recuperando el coste de esa operación con el patrimonio de los grandes accionistas y de sus administradores. El instrumento público de crédito así constituido podría financiar proyectos socialmente útiles, respetuosos con el medio ambiente, generadores de empleos, que al mismo tiempo garantizara el ahorro de los particulares. La crisis pone sobre el tapete propuestas descartadas durante la larga noche neoliberal, como la reducción radical del tiempo de trabajo (con contratos compensatorios y sin pérdida de salario) o la indexación de los salarios y de las ayudas sociales con el coste de vida. Europa necesita una nueva disciplina financiera: se debe abrir los libros de contabilidad de lasempresas capitalistas a auditorías internas (sindicatos) y externas, reglamentar todos los productos financieros y prohibir a las empresas que tengan activos en un paraíso fiscal. Se debe transferir los grandes medios de producción, de comercialización, de las finanzas, de la comunicación y otros servicios al dominio público, retirándolos de las manos de los capitalistas. Es necesario promover de forma sistemática los bienes comunes.
En el plano político, los ciudadanos europeos deben recuperar el poder político que se les ha confiscado. Los pueblos que pudieron expresarse sobre el tratado constitucional manifestaron su rechazo, pero los dirigentes no lo tuvieron en cuenta sin el menor escrúpulo. Durante ese tiempo, Venezuela, Ecuador y Bolivia nos mostraron un ejemplo a seguir. Los ciudadanos y ciudadanas eligieron en esos países una Asamblea Constituyente con el fin de elaborar un proyecto de Constitución, discutido con los movimientos sociales y aprobado por referéndum. En estos tres países, los electores tienen ahora el derecho de revocar cualquier cargo electo a medio mandato, mientras que ninguna Constitución europea prevé un mecanismo semejante, altamente democrático.
Los países de Europa deben acabar con el saqueo de los recursos naturales y los saberes del Sur, deben aumentar la ayuda pública al desarrollo, que hay que rebautizar como «contribución a la reparación», como reembolso de la deuda ecológica, social e histórica. Europa debe anular la deuda del Tercer Mundo y aplicar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en todas sus dimensiones, especialmente en lo que concierne al derecho de libre circulación y de radicación de las personas. Europa debe abandonar la energía nuclear y poner a buen recaudo todas las armas nucleares presentes en su territorio. Europa debe salir de la OTAN y retirar sus tropas de todos los territorios ocupados militarmente. Europa debe cerrar todas las bases militares estadounidenses en su territorio. Todos los países miembro de la Unión Europea deben dar la independencia a los pueblos que todavía hoy colonizan (Antillas «francesas», «holandesas», territorios británicos de ultramar, Nueva Caledonia, Isla de la Reunión, Ceuta, Melilla, etc.). Europa debe romper los acuerdos de partenariado con Israel y hacer todo lo necesario para conseguir que sean respetados los derechos del pueblo palestino.
El capitalismo ha hundido a la humanidad en una profunda crisis multidimensional: financiera, económica, climática, alimentaria y energética, sin olvidar las guerras y la carrera armamentística. El patriarcado perpetúa un sistema que oprime a las mujeres en todas los ámbitos de la vida. Como afirma la asamblea de mujeres reunida en Belem con ocasión del Foro Social Mundial, el 1 de febrero de 2009: «Frente a la crisis, las respuestas paliativas que se continúan basando en la lógica del mercado no nos interesan. Eso no puede llevar más que a la supervivencia del mismo sistema. Necesitamos avanzar hacia la construcción de alternativas para oponernos al sistema patriarcal y capitalista que nos oprime y nos explota».[1]
De igual forma apoyamos la declaración de los pueblos indígenas adoptada también en Belem: «Esta crisis de modelo de desarrollo capitalista, eurocéntrico, machista y racista es total y nos lleva a la mayor crisis socio ambiental climática de la historia humana. La crisis financiera, económica, energética, productiva agrava el desempleo estructural, la exclusión social, la violencia racista, machista y fanatismo religioso, todo junto a la vez. Tantas y tan profundas crisis al mismo tiempo configuran una auténtica crisis civilizatoria, la crisis del “desarrollo y modernidad capitalista” que ponen en peligro todas las formas de vida. Pero hay quienes siguen soñando con enmendar este modelo y no quieren asumir que lo que está en crisis es el capitalismo, el eurocentrismo, con su modelo de Estado Uni-Nacional, homogeneidad cultural, derecho positivo occidental, desarrollismo y mercantilización de la vida.»[2]
El capitalismo, el patriarcado y todas las formas de opresión no desaparecerán por sí mismas: sólo la acción consciente de las mujeres y hombres puede desembocar en la creación de otro sistema, que debe tener por objetivos la satisfacción de los derechos humanos indivisibles y la proyección de la naturaleza. En ruptura con la trágica caricatura estalinista, se trata de acabar con el capitalismo y de reinventar un proyecto ecologista, socialista y feminista, anclado en la realidad del siglo XXI.
[1] Extracto de la declaración de la asamblea de mujeres: http://www.cadtm.org/spip.php?article4103
Sem comentários:
Enviar um comentário