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14/04/2010

LOS ESTADOS DEL SIGLO XXI

José Félix Tezanos

Los soniquetes fundamentalistas neo-liberales, del tipo de “cuanto menos Estado mejor”, cada vez casan menos con las realidades y las necesidades de la vida cotidiana de millones de personas. En el campo de la organización de la vida económica, en el de las necesidades de garantizar las prestaciones sociales y la ayuda precisa a parados y necesitados, en las exigencias de hacer frente a las catástrofes naturales, en el ámbito de la lucha contra el cambio climático, en el combate contra el hambre y la pobreza extrema en el mundo, y por supuesto en la perspectiva de abrir nuevas fronteras en innovación científica se hace evidente -de toda evidencia- el papel crucial del Estado.

Los ciudadanos medios sienten esta necesidad en mayor grado en momentos especialmente sensibles. Por ejemplo, en los casos recientes de grandes catástrofes en Haití o Chile lo primero que se pudo echar en falta muy negativamente fue la ausencia del Estado en momentos en los que la sociedad y sus equilibrios se deterioran y cunde la inseguridad. Se ha visto claramente en Haití, pero también en Chile en los primeros días, y no debe olvidarse lo que ocurrió en Nueva Orleans cuando la primera potencia mundial dejó desatendidos, sin agua, víveres ni seguridad a cientos de miles de personas durante varios días.

La influencia del falso principio “cuanto menos Estado mejor”, está dando lugar a que se olvide que en sociedades tan complejas, tan interdependientes y tan poco comunitarias como las actuales el Estado acaba siendo más imprescindible que en otras etapas históricas anteriores, en las que existían mayores componentes de autonomía e incluso de capacidad de auto-organización y en las que concurrían otras instituciones y entidades con capacidad efectiva de incidencia social. En el siglo XXI, sin embargo la mayor - y casi exclusiva - capacidad de protección y de ligazón social viene del Estado y, por lo tanto, el Estado es sentido como una exigencia más imprescindible por la gran mayoría de la población y también, por supuesto, por las empresas, que entienden que necesitan un marco de seguridades públicas para operar, para contar con redes apropiadas de comunicaciones, para impulsar iniciativas científicas muy costosas, como el sincrotrón español o el célebre acelerador de partículas europeo, o los grandes proyectos públicos de investigación, de los que surgen, conocimientos útiles y sinergias prácticas con las empresas privadas. ¿Y qué decir de los buques de guerra que resultan imprescindibles para garantizar la seguridad de las flotas pesqueras? ¿o de los programas para garantizar suministros energéticos futuros y para planificar a tiempo una adecuada transición energética?, ¿o de los rescates bancarios cuando las cosas se ponen difíciles?

Es tan amplia y tan evidente la secuencia de realidades que muestran el papel vital del Estado, sobre todo de cara a muchos de los grandes retos del siglo XXI, que no se acaba de entender bien el éxito y la capacidad de impregnación de algunos dogmas tan disparatados sobre la jibarización del papel del Estado. De hecho, si no fuera porque algunos sectores de la socialdemocracia han hecho suyos estos dogmas tan poco realistas -¿por qué lo hacen?- en estos momentos tal cuestión estaría prácticamente zanjada.

De ahí la importancia de entender que uno de los grandes debates políticos de nuestra época va a ser precisamente el debate sobre el papel del Estado en el siglo XXI, o si queremos planteado de otra manera ¿qué tipo de Estados se van a necesitar en el siglo XXI? Desde luego en sociedades y en contextos internacionales que tanto han cambiado van a ser necesarios Estados diferentes a los del siglo XIX y buena parte del sigo XX. Por ello, en este debate habría que empezar identificando los principales retos y exigencias a las que se van a enfrentar las sociedades del siglo XXI y las nuevas plasmaciones prácticas de la ciudadanía hacia las que habría que avanzar. Lo cual nos remite también a los debates sobre el desarrollo de la democracia y sobre la recomunitarización y la potenciación de las capacidades de autogobierno y autoorganización. Unos debates que lamentablemente quedaron truncados hace tiempo en el campo de la izquierda y que ahora cobran nueva vigencia de forma más perentoria y sustancial para el conjunto de la sociedad.

http://www.sistemadigital.es/News/ItemDetail.aspx?id=2267

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