Loïc Wacquant
La formidable expansión e intensificación de las actividades de la policía norteamericana, las cortes criminales y las prisiones durante los últimos treinta años ha sido finamente dirigida, en primer lugar a la clase, en segundo a la raza, y en tercero al territorio, conduciendo no a un encarcelamiento masivo sino a un hiper-encarcelamiento del (sub)proletariado conformado por hombres negros que provienen del ghetto implosionado. Esta triple selectividad revela que el edificio del pantagruélico estado punitivo que ha hecho de los Estados Unidos el campeón mundial del encarcelamiento resulta una reacción tardía al movimiento de los Derechos Civiles y a los disturbios de los ghettos de mediado de los años sesenta, y un instrumento desplegado para fomentar la revolución neoliberal ayudando a imponer la inseguridad laboral como el horizonte normal de trabajo para las fracciones no cualificadas de la clase trabajadora postindustrial. El doble acople de la prisión con el hiperghetto dilapidado, por un lado, y el workfare2 por el otro, no es un dilema moral sino un problema político que requiere un análisis expandido del nexo del estigma étnico, la desigualdad de clase y el castigo en la era postfordista. - PDF
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