CARLOS ENRIQUE BAYO
Una de las más sucias guerras que está librando el Gobierno de Israel en su campaña militar contra los palestinos es la de las palabras. Los dirigentes israelíes se han apropiado del término “holocausto” como si sólo pudiese aplicarse al exterminio de los judíos por el nazismo, cuando su primera acepción en castellano es simplemente “gran matanza de seres humanos” (DRAE) y tiene igual razón de emplearse en referencia a muchas otras masacres genocidas.
Esta última es otra palabra que el Estado hebreo pretende monopolizar, como si “genocidio” no tuviera más significado que el cometido contra el pueblo judío, hasta el punto de que las sedes diplomáticas israelíes en todo el mundo consideran que su mera utilización cuando se habla de las acciones del Ejército de Israel constituye en sí mismo un crimen contra la humanidad (no lo que hacen los militares israelíes en Gaza, sino emplear esa palabra para condenar esas operaciones bélicas).
Pero genocidio significa “exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad” (también DRAE, por no entrar en mayor polémica lingüística). Lo que sí es una falsedad –y un insulto a la inteligencia de los usuarios de Microsoft Office– es que el omnipresente Word de tratamiento de textos muestre “antisemita” como único sinónimo posible de “genocida”. No creo que fueran precisamente palestinos los que elaboraron el diccionario electrónico interno del cuasimonopolio informático mundial del magnate Bill Gates.
Una vez descartado, pues, el empleo de esos dos términos –pues si los escribiera cometería a sus ojos un crimen mucho peor que el de los que han asesinado a dos centenares de mujeres y niños en estos últimos días–, vale la pena plantear si el Ejército israelí está cometiendo, o no, crímenes de guerra en Gaza y si el bloqueo de la Franja (así como las medidas impuestas en Cisjordania) constituye, o no, un castigo colectivo de la población civil, expresamente prohibido por las Convenciones de Ginebra sobre derecho internacional humanitario.
En primer lugar, estos bombardeos masivos e indiscriminados de la región más superpoblada del planeta no constituyen la primera ni la única acción israelí dirigida específicamente contra los civiles residentes en la Franja, como explica muy bien Amnistía Internacional en su informe, de julio del 2008, “El bloqueo de Gaza: castigo colectivo”.
La prestigiosa organización humanitaria, respetada desde hace décadas por su imparcialidad, detalla allí cómo las autoridades de Israel han sometido desde junio de 2007 al conjunto de los habitantes del lugar a un sitio medieval de consecuencias catastróficas, cortando los suministros de agua potable, electricidad y combustible; privando a la población de alimentos y medicinas; condenando al 80% de los civiles a subsistir del goteo de ayuda internacional (cuyo flujo también entorpece), cuando hace diez años sólo el 10% dependía de ese auxilio exterior; impidiendo la salida de los enfermos que necesitan asistencia médica externa e incluso el acceso de los médicos israelíes que desean entrar para ayudar en los colapsados hospitales, privados de fármacos y de los recursos más básicos para atender a los heridos… causados por el mismo Ejército que impide que sean después curados.
Y todo ello como clara, evidente y notoria venganza sistemática contra todo un grupo social por haberse atrevido a escoger en elecciones democráticas a un movimiento islámico que es enemigo de Israel.
El Gobierno israelí no cesa de repetirnos que las tremendas matanzas de mujeres y niños que sus militares cometen un día tras otro son culpa de Hamás, porque utiliza a los civiles como escudos humanos. Para empezar, ¿pretenden convencernos de que el poder ejecutivo está plenamente legitimado para exterminar a los ciudadanos inocentes que sean empleados como escudos humanos? ¿Los asesinarían también implacablemente si se tratase de rehenes judíos en manos de secuestradores? Para terminar, ¿hemos todos olvidado que el Ejército israelí también ha utilizado repetidamente a los civiles palestinos como escudos humanos, hasta el punto de que el Tribunal Supremo de Israel tuvo que prohibir esa práctica en una sentencia de 2005?
El Comité Internacional de la Cruz Roja no ha querido sentenciar como crímenes de guerra las violaciones de las leyes internacionales humanitarias por parte de los militares israelíes, cuando impiden la asistencia y evacuación de los heridos supervivientes de sus bombardeos, la mayoría civiles. A pesar de que se encontraron con niños de muy corta edad, al borde de la inanición, tumbados junto a los cadáveres de sus madres, que quizá se hubieran podido curar de sus heridas si el Ejército israelí no hubiera bloqueado durante casi cuatro días el acceso de las ambulancias.
No, el CICR no quiere dictar sentencia porque no es un tribunal. Pero el tribunal de la Historia sí juzgará a este Gobierno y este Ejército de Israel. Y cuando condene a los que cometen hoy crímenes contra la humanidad, no será a los que empleamos los términos “holocausto” y “genocida” cuando nos referimos a esas atrocidades.
in Diario Público
À procura de textos e pretextos, e dos seus contextos.
16/01/2009
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