El panfleto antisemita más crudo no podría haberlo imaginado mejor: el primer ministro de Israel da órdenes al presidente de EEUU y pone en ridículo a la diplomacia norteamericana. Sucedió en la negociación de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pedía un alto el fuego inmediato en Gaza. No está basado en ninguna teoría de la conspiración, sino en hechos rigurosamente reales.
Inicialmente, los israelíes estaban tranquilos. La primera propuesta libia no iba a obtener el visto bueno de Washington y estaba condenada al veto. Pero el primer ministro palestino, Salam Fayad, convenció a Londres y París de que era posible pactar un texto aceptable para todos los miembros del Consejo. Condoleezza Rice aceptó implicarse en el intento hasta el punto de que en la práctica EEUU se convirtió en el auténtico promotor de la iniciativa.
En la noche del viernes 9, los israelíes daban por hecho que no habría resolución, pero horas más tarde la negociación fructificó. Al día siguiente, Ehud Olmert llamó a George Bush y le convenció de que desautorizara a Rice. Bush no conocía el texto concreto, pero Olmert sí, y le dijo que EEUU "no podía" votar a favor. Y no lo hizo. Es cierto, sin embargo, que la decisión final fue la abstención, lo que no suponía el veto.
Estos hechos han sido conocidos gracias al propio Olmert, que los hizo públicos durante una conferencia en Ashkelón. El primer ministro alardeó de su influencia sobre la política exterior del país más poderoso del planeta, supuesto mediador en las negociaciones entre israelíes y palestinos. Y no se recató en destacar que Rice había quedado quedado en una situación muy embarazosa tras la obligada rectificación.
Con razón ha dicho Daniel Levy, ex asesor israelí en anteriores procesos de paz, que las palabras de Olmert serán citadas durante muchos años en Oriente Próximo, y que eso tendrá consecuencias "terribles" para EEUU. Otros no lamentan el hecho en sí, sino la indiscreción de Olmert.
Hay cosas de las que conviene no hablar en público. Todos saben que Israel es el mejor aliado de EEUU en la zona. Por el contrario, muy pocos políticos y periodistas norteamericanos aceptan que el apoyo de sus gobiernos a Israel a veces perjudica a los intereses de la política exterior de EEUU.
Desde 1967
El lobby judío es lo bastante poderoso como para que todo político que quiera salirse de la línea oficial sea consciente del precio de tamaña osadía. También es verdad que pesa la relevancia estratégica de la relación que mantienen los dos países, en especial desde 1967.
Pero es muy llamativo que haya tantos congresistas para los que el lobby judío tiene mucha más credibilidad que su propio Gobierno, o al menos que el Departamento de Estado. Cuando llegan operaciones militares como la de Gaza, con decenas o centenares de civiles muertos, el lobby suministra a los congresistas los talking points (argumentos) con los que defenderán a Israel en la Cámara y en las entrevistas a los medios de comunicación. Si no hay variedad, no importa. Los repetirán constantemente, como han hecho estos días al preguntar a los norteamericanos qué pasaría si el sur de EEUU se viera atacado por misiles lanzados desde México. De más está decir que nadie les responde que EEUU no ocupa ningún territorio mexicano ni mucho menos bombardea periódicamente Tijuana.
La mayoría de los norteamericanos se sienten más cercanos a los israelíes que a los palestinos, pero no son tan ciegos como sus políticos. Según un sondeo de Pew Research, el 40% aprueba el ataque sobre Gaza y el 33% lo rechaza. Entre los votantes demócratas, las cifras se invierten: sólo el 29% apoya los bombardeos, lo que no hace un 45%. Nada que ver con el discurso de partido único que se escucha en EEUU sobre Israel. ¿Se escucharán más esas voces con Obama o preferirá seguir recibiendo órdenes procedentes de Jerusalén?
in Diario Público
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